Terminamos la videollamada con el equipo. “¿Desea abandonar la sesión?”. Cortar la transmisión nos deja con sabor a poco. Escuchamos el reporte de tareas y también las emociones de las personas. No alcanzamos a profundizar, pero sabemos que hay más.
Actualmente las pantallas compartidas son también contenidos para redes sociales y revelan que nuestras formas de trabajo han cambiado a distancia, pero que requieren atención igualmente plena. Detrás de esas pantallas hay mucho más para ver.
Mientras las reuniones virtuales se suceden, otras personas y tareas solicitan atención en tiempos de cuarentena. La vida post moderna estaba organizada de modo tal que los grupos familiares o de convivencia compartieran momentos, pero que socializaran también en otros espacios guiados por terceros. La escuela y los grupos de amigos y amigas, así como familiares cercanos eran parte de la contención cotidiana.
No es un descubrimiento decir que, en este nuevo contexto la rutina doméstica convive con la agenda laboral. Pero sí tomarnos un momento para pensar que, en tiempos de pandemia, este trabajo tiene una carga adicional: la prevención y eliminación del virus. Y con un factor en común, el cuidado de la casa y el combatir el covid19 para evitar su ingreso al hogar son tareas sin fin de continuidad. Tareas que ya recaían y aún recaen mayoritariamente en las mujeres.
Las rutinas que el coronavirus impone nos permiten visibilizar con mayor claridad las desigualdades de género respecto de las tareas de cuidado y del hogar. Estas desigualdades que habían sido anunciadas por la Encuesta sobre Trabajo No Remunerado y Uso del Tiempo (EAHU-INDEC, 2013), según la cual las mujeres realizan el 76% de las tareas domésticas, se profundizan en el tiempo de permanencia en la casa. Como lo manifiesta la reciente “Encuesta de Percepción y Actitudes de la Población” realizada por UNICEF a mediados de abril, el 51% de las mujeres sienten un incremento o sobrecarga de tareas del hogar.
Estas cargas incluyen también tareas organizacionales que ocupan la mente -en muchos casos simultáneamente atenta a gestiones profesionales- y generan emociones. La responsabilidad sobre la planificación ya no sólo del cuidado habitual y cotidiano, sino ahora también del combatir el virus con limpieza adicional.
El coronavirus plantea nuevas dinámicas y maneras de relacionarnos, extrema la necesidad del cuidado y la distancia física. En el mundo del trabajo y el sistema productivo, incluye la adopción de la tecnología intermediando en las comunicaciones y un nuevo enfoque en los hábitos de las personas. También nos replantea el impacto en la comunidad de lo que las Empresas hacen, del propósito social que agrega valor y relevancia a la gestión comercial.
Pensar el impacto social en los propios individuos que hacen parte de una Empresa se vuelve prioritario. Y es por ello un momento especial para ahondar el análisis de género al interior de las organizaciones ahora con esta nueva lente, con el objetivo de achicar la brecha y entender cómo afecta esta coyuntura el camino de avance de las mujeres para acceder a igualdad de condiciones de desarrollo.
Tomar este tiempo como una oportunidad para capturar esta brecha, repensar las dinámicas que repiten y multiplican las desigualdades de género antes y después de esta pandemia. Asumir un rol activo en la construcción de equilibrios, proponer redistribución de tareas y corresponsabilidad, y trazar planes con medidas que, en todo momento, coloquen a las personas primero. Un planteo que requiere convertirse también en una labor sin fin y de responsabilidad de todos y todas. ¿Desea abandonar la sesión? Ciertamente frente al desafío de eliminar las brechas de género, no abandonemos esta sesión.
(*) La autora es Directora de Comunicación Grupo de Mercados Sur y VP Fundación Avon Argentina