El éxtasis y el tormento
En la galería Ruth Benzacar puede verse “Deshuesado”, la muestra de Carlos Herrera. Con diferencias y repeticiones, el artista trama una historia, la de sus padres, la del trabajo, del mundo rural, los estados de la mente, su educación sentimental, algunas creencias, el mapa de sus sentimientos, la morfología de sus sueños. ¿De qué está hecha la inteligencia? ¿Cuál es la composición de los anhelos, los deseos, la fantasía? En “Deshuesado”, entonces, las ideas toman forma.
Para organizar lo que debía ser contado después de la muerte de Giovanni di Pietro Bernardone, luego Francisco y, por fin, San Francisco de Asís a partir de la canonización en 1228, la Orden de los Hermanos Menores que él había fundado le pide a Buenaventura de Bagnoregio una biografía oficial que controle y normalice los episodios de la vida del santo. Leyenda mayor es el título de esta obra que fue aprobada en 1263, consta de un prólogo, quince capítulos que narran la vida de “El pobrecillo de Asís” y diez secciones que recogen los milagros obrados post mortem. Ese libro buscó, entre otras cosas, dejar de lado postulados apocalípticos y generar confianza en la jerarquía de la Iglesia Católica, además de ser el que inspiró los 28 frescos que Giotto pintó en la basílica de Asís.
La prosa de Buenaventura es deliciosa, y el libro escrito en latín tiene momentos de gran belleza visual: “Al emigrar de este mundo, el bienaventurado Francisco dejó impresas en su cuerpo las señales de la Pasión de Cristo. Se veían en aquellos dichosos miembros unos clavos de su misma carne, fabricados maravillosamente por el poder divino y tan connaturales a ella, que, si se les presionaba por una parte, al momento sobresalían por la otra, como si fueran nervios duros y de una sola pieza. Apareció también muy visible en su cuerpo la llaga del costado, semejante a la del costado herido del Salvador. El aspecto de los clavos era negro, parecido al hierro; mas la herida del costado era rojiza y formaba, por la contracción de la carne, una especie de círculo, presentándose a la vista como una rosa bellísima”.
El santo seráfico, así llamado también porque un serafín con seis alas de fuego bajó del cielo y le imprimió uno de los estigmas en el costado, está en el comienzo de la muestra Deshuesado de Carlos Herrera. Mejor dicho, en el principio está la rosa pero es el cuerpo descarnado del santo, con la vara atravesada, adornado con flores de crisantemos y hojas que irradia una lectura que va desde lo profano a lo divino; así, ida y vuelta.
Herrera tiene una imagen de Francisco asociada con su infancia; quizá la iglesia de un pueblo con el santo doliente. Pero es un pensamiento que no se materializa sino que sigue siendo de la transparente y etérea consistencia de las ideas. Porque de eso se trata el conjunto de piezas que cuelgan de la galería y su poder reside en la capacidad de operar por vaciado, dejar las líneas para sugerir al objeto que va a dar cuenta de un estado, de una emoción y de un concepto.
Son obras que refieren a la idea de las cosas más que a las cosas mismas. Con diferencias y repeticiones, Herrera trama una historia, la de sus padres, la del trabajo, del mundo rural, los estados de la mente, su educación sentimental, algunas creencias, el mapa de sus sentimientos, la morfología de sus sueños. ¿De qué está hecha la inteligencia? ¿Cuál es la composición de los anhelos, los deseos, la fantasía?
Deshuesado, entonces, simula una caverna en la que la cama, la rosa, la vara, el torso son “imágenes modelo”, los moldes que sirven para que las ideas tomen forma. Lo inmutable y eterno detrás del mundo sensible. La idea de “cama”, por ejemplo, se mantiene invariable, constante, permanente, luego de que pasaran el calor de los cuerpos, las arrugas de las sábanas, incluso la felicidad o el desasosiego. El círculo perfecto de la corona de alambre con rosas y espinas sigue ahí, aun cuando la cabeza que la sostenía se haya ido. Las líneas simples y los trazos rectos de una escalera se mantienen, cuando no hay pisadas que suban ni bajen.
Para el final, a modo de cierre, están las esculturas que le dan nombre a la muestra, realizadas con huesos, coral, cristal y alambre. Son piezas pequeñas que están trepando por la pared. Parecen no tener mucho que ver con el resto de las obras por su configuración minúscula y de mayor elaboración. Son arañas de cristal que arrastran una osamenta desarticulada. Se llevan lo que queda de humanidad hacia otro lado. Esta conclusión no es definitiva, y podría tener una hipótesis de avance que proyecte en una continuidad: acarrear los huesos hacia una salida terrenal, a la tierra misma, una vez que el éxtasis y el tormento parecen haber aplacado el espíritu.
Deshuesado
De Carlos Herrera
Galería Ruth Benzacar
Para agendar cita: www.ruthbenzacar.com
De lunes a viernes, de 14 a 19 hs.
Juan Ramírez de Velasco 1287 - Teléfono: +54 11 4857 3322
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