Yo fui educado con odio
Dije que sí a la propuesta de escribir acá, prendí la luz del velador, anochecía en el campo francés. Miré por la ventana y escuché una voz que me gritaba, ¿Viste? Murió Maradona.
La única vez que fui a terapia, la psicoanalista me dijo que pensar en la muerte todo el tiempo es psíquicamente imposible y que tiene que haber momentos en los que no sabemos que vamos a morir. Yo le había dicho que para mí la muerte es acoso 24/24. ¿Ni siquiera se va cuando escribís? Cuando escribo mucho más. Escribir es, como decía Céline, una batalla con la muerte. Me pregunto por qué, más allá de ser argentina, de haber nacido en los 70, de estar lejos, lloré tanto la muerte de Maradona. Creo que tiene que ver con la escritura. En realidad con un tiempo que se perdió.
Bobby Robson dijo: “Nunca me voy a olvidar, me despierto transpirado en medio de la noche. Tengo pesadillas pensando en ese gol, fue tan rápido. Me dieron ganas de pararme y aplaudir, fue una locura, una obra de arte. Ni cometiendo faltas podíamos pararlo, es lo mejor que vi en mi vida”. ¿Quién pudiera escribir y que el lector se despierte en medio de la noche y tenga pesadillas y no pueda olvidarlo nunca más?
Todas las épocas juzgaron y aborrecieron al genio, el poder y las masas son siempre convencionales, y el genio odia la convención. Siempre se divirtieron con él, lo usaron, y al artista no le importó. No está mal, es una guerra recíproca. Lo que está mal es que los artistas de hoy quieran caerle bien al mercado, a la sociedad. Maradona fue un drogadicto a condición de que todos los drogadictos sean Maradona.
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