Politica exterior en off

El gobierno de Milei guarda silencio ante una posible intervención de EE.UU. en Venezuela pese a su alineamiento total

Mientras crecen los rumores sobre una inminente "caída del régimen" venezolano, Argentina pidió que se reactive la causa contra Nicolás Maduro ante la Corte Penal de La Haya. El antecedente de Panamá durante el menemismo y el anti-intervencionismo del "libertario puro".

Foto: cedoc

En un momento en el que Estados Unidos despliega activos militares y deja flotando la posibilidad de una operación militar sobre Venezuela, la Argentina guarda silencio. Si bien en cualquier otro gobierno podría leerse como una cautela diplomática habitual, se vuelve llamativo en el caso del presidente Javier Milei, que construyó su política exterior sobre la idea de un alineamiento absoluto con Estados Unidos y sobre un vínculo personal con su par estadounidense, Donald Trump. Una relación que él mismo se encarga de exhibir como un capital político a cambio de una sociedad que para Washington resulta estratégica en el Cono Sur.

Pero esta vez, sin embargo, no hay tuits, no hay gestos, no hay definiciones sobre la escalada entre Trump y Nicolás Maduro que derivó en un bloqueo unilateral del espacio aéreo venezolano y rumores de una "inminente caída del régimen". La paradoja es que el Gobierno sí habló, y lo hizo nada menos que en la Corte Penal Internacional (CPI), la fiscalía de la ONU denostada por el Gobierno por vía doble: con la demora en designar embajador en Países Bajos y al haber votado en contra del pedido de captura de su aliado israelí Benjamin Netanyahu —acusado junto a su exministro de Defensa Yoav Gallant por crímenes de guerra en Gaza—, aprobado por amplia mayoría a mediados de noviembre en la Asamblea General.

Argentina pidió la "inmediata captura" de Maduro en la CPI

Desde La Haya, fue el encargado de negocios, Diego Sadofschi, quien tomó la palabra ante la asamblea de la CPI de este lunes 1 de diciembrepara exigir que se activen "de manera inmediata" las órdenes de captura contra Nicolás Maduro y otros funcionarios chavistas, retomando una presentación iniciada por Mauricio Macri, retirada por Alberto Fernández y reactivada ahora por Javier Milei.

La intervención argentina fue dura: criticó la falta de avances de la corte penal desde que en 2021 abrió la investigación por crímenes de lesa humanidad y se "disoció del consenso" para reclamar mayor celeridad. Denunció las "elecciones fraudulentas" de 2024 y pidió "medidas expeditivas", incluso órdenes de arresto.

La respuesta de Caracas fue inmediata: acusó a Buenos Aires de "politizar" la conferencia y de presentarse como "falso defensor de derechos humanos" después de haber votado en contra de resoluciones clave en la ONU, incluida las contrarias a la tortura, en sintonía con EE.UU. e Israel. Además, Venezuela justificó su deuda con la CPI apelando a las "medidas coercitivas unilaterales ilegales", que equiparó con las sanciones estadounidenses que —según su versión— también afectan el funcionamiento de la Corte.

Pero, más allá de este gesto en un ámbito jurídico, el Gobierno evitó cualquier definición sobre el escenario que hoy concentra la atención internacional: la posibilidad, cada vez más rumoreada, de que Estados Unidos invada Venezuela para sacar a Maduro, y reconocer el triunfo de Edmundo González Urrutia y María Corina Machado, quienes este lunes también volvieron a mostrarse activos en sus redes.

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La postura argentina frente a una operación de EE.UU. en Venezuela

En la diplomacia argentina hay quienes explican este silencio como un reflejo del nuevo modo de conducción presidencial. "Las decisiones en política exterior las toma sólo el Presidente", admitió en off un destacado miembro del cuerpo diplomático cercano a Casa Rosada, dejando entrever que la diplomacia libertaria, más que a una línea doctrinaria o a los cuadros técnicos, responde a una lógica personal de Milei, alineada de manera casi orgánica con el líder del MAGA y con la normativa "moral" de Tel Aviv.

Ese vínculo, que la analista internacional Lourdes Puente describe como parte de una etapa "muy personalista" en la que la relación bilateral ya no pasa por las burocracias sino por las voluntades de los líderes, hace más difícil interpretar si la postura argentina frente a Venezuela forma parte de una estrategia silenciosa o si simplemente el Gobierno espera la señal de Washington antes de pronunciarse.

Trump, por su parte, volvió a usar el garrote como herramienta de negociación, instaló la posibilidad de una acción drástica, amenazó con "acabar" con Maduro, y ahora enfrenta la necesidad de respaldar su propia retórica: "tanto habla que puede debilitarse si no hace algo", analizó Puente, politóloga y doctora en Relaciones Internacionales. Y Milei, fiel a su lógica de acompañamiento incondicional, quedó en suspenso.

El diplomático Diego Emilio Sadofschi pidió que se "reactive la causa" contra Nicolás Maduro en la Corte Penal de La Haya.

Un antecedente: Panamá 1989 y el "realismo periférico" de Menem

El antecedente inevitable es Panamá 1989. Durante la "Operación Causa Justa" (Just cause, en inglés), Carlos Menem, recién llegado al poder, optó por una posición ambivalente: respaldó a Estados Unidos en términos políticos (en función del "realismo periférico" ligado al momento unipolar) pero evitó avalar explícitamente la intervención militar. El menemismo de "las relaciones carnales" se movió en la tensión entre apoyar a Washington sin romper con el principio histórico de la no intervención, una tradición arraigada en la diplomacia argentina.

En la actualidad, marcada por la inédita escalada de tensión entre EEUU y Venezuela, ese espacio intermedio parece haber desaparecido en función del cambio geopolítico marcado por la competencia estratégica de Estados Unidos con otras potencias particularmente con el gigante asiático. Un diputado del Parlasur cercano a Milei lo sintetizó: frente a "una tiranía que pulverizó la economía, exilió a millones y violó sistemáticamente los derechos humanos, la soberanía no puede funcionar como excusa", sostuvo en diálogo con PERFIL.

En esa línea, cuando el Estado se convierte en agresor, el principio de no agresión "queda suspendido", y la intervención externa puede ser "el último recurso". Incluso para un anarcocapitalista o "libertario puro", que en teoría se expresa en contra de las intervenciones extranjeras. En tanto, la referencia al derrocado dictador panameño Manuel Antonio Noriega no es casual: "A veces la fuerza externa es la única opción", afirmó en una charla donde prefirió el off. En tanto, esa visión es compartida por sectores del oficialismo y ayuda a entender por qué, aún en silencio, todos asumen que Argentina se ubicaría del lado de Estados Unidos en caso de un potencial ataque directo.

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La eventual invasión de Venezuela: entre rumores y la competencia bipolar

En el caso de Venezuela, que se presenta como un "teatro de operaciones" del siglo XXI, según analizó Andrei Serbin Pont. Pero ¿existe realmente un escenario de intervención? Para el experto en geopolítica y director de CRIES, sí. O, al menos, existe una probabilidad significativamente mayor que en otros momentos de tensión. "El despliegue militar estadounidense es contundente", describió, y eso no solo cumple una función disuasoria sino que "instala las capacidades necesarias para una operación concreta".

Ante la consulta de PERFIL, Serbin Pont observó similitudes y divergencias respecto al caso Panamá: la escala, el contexto político y el tablero geopolítico son distintos. Pero en el Departamento de Defensa estadounidense  circula una idea que toma a Panamá como modelo y la proyecta sobre Venezuela: antes de un posible choque mayor con China por Taiwán, Estados Unidos necesita un teatro de operaciones acotado donde ensayar doctrina y tecnología que no ha puesto a prueba en décadas. De ese diagnóstico surge la frase que se repite en ámbitos militares, resalta: "El camino a Taipéi pasa por Caracas". La hipótesis, en tanto, no implica necesariamente una intervención inminente, pero sí un escenario donde la opción militar dejó de ser descartable.

El fin de semana EE.UU. ordenó bloquear el espacio aéreo de Venezuela.

Desde el Gobierno, en voz baja hay un sector que reconoce que si el chavismo se disolviera o si surgiera una transición negociada o forzada, Argentina avanzaría rápidamente en el reconocimiento de nuevas autoridades, alineadas con el espacio de Machado y González Urrutia. Pero, al igual que en otras escaladas, prefieren la cautela antes que emitir cualquier comunicado. 

Para Milei —que redujo la representación diplomática en Caracas y mantiene relación a través de Brasil— la salida de Maduro encaja con su narrativa global sobre la defensa de la libertad y con su alianza política con Trump. También lo demostró con las elecciones en Honduras, cuando respaldó a Tito Asfura, el candidato "anticomunista" defendido por Trump, a pesar de estar ligado al expresidente Juan Orlando Hernández, preso en EE.UU. por narcotráfico. "La única forma de que la libertad siga avanzando en el continente es con una derrota contundente del narcosocialismo que tiene de rehén a Honduras desde el 2022", escribió Milei en X, un mensaje replicado por el canciller Pablo Quirno.

El problema es que, en el caso de Venezuela, cualquier escenario no negociado podría desatar una escalada imprevisible. Y en el medio quedan incógnitas que Cancillería todavía no responde: qué pasará con la situación del gendarme argentino Nahuel Gallo detenido hace un año en Venezuela.

Puente es más cautelosa sobre la viabilidad militar: Maduro no es solo un individuo, sino la cara visible de una estructura que incluye militares, servicios de inteligencia y redes económicas que difícilmente entreguen el poder sin garantías. Puente, por su lado, duda de que Estados Unidos se lance a una operación sin un cálculo claro de éxito: "Sería una masacre", advirtió. La región, además, atraviesa un estado de fragilidad que vuelve cualquier conflicto aún más riesgoso: Haití no tiene salida, Cuba vive una crisis interna profunda, y Sudamérica, en general, evita en su ADN político cualquier posibilidad de intervención armada. La excepción histórica fue Colombia con el narcotráfico, siempre en alianza con Estados Unidos, pero ese caso responde a una lógica completamente distinta.

Mientras tanto, Maduro se mueve como si la amenaza fuera real. Ante el cierre del espacio aéreo dispuesto por Trump, denunció hostigamiento militar, comunicó bombardeos contra lanchas de narcotraficantes con más de ochenta muertos —a los que califica como !asesinatos extrajudiciales"— y activó su maquinaria comunicacional en canales oficiales y vinculados a la OPEP para instalar la idea de un país bajo asedio.