El tratado de libre comercio entre el Mercosur y la Unión Europea, con un historia de negociaciones realizadas a lo largo de 26 años, tiene una chance de ser firmado el próximo sábado, en Foz de Iguazú, durante la cumbre LXVII del bloque sureño. Todo indica que el avance decisivo depende de una votación del Consejo de la UE, que debe realizarse este jueves: allí, 15 de los 27 jefes de Estado deben aprobar el acuerdo. Alemania encabeza el grupo de países que están decididos a avanzar, junto a España, Portugal y la República Checa. Del lado contrario, se opone una barrera de alto voltaje liderada por Francia, con el consenso de Polonia, Bélgica, Irlanda y Austria.
Ayer, el premier galo Sebastien Lecornu reclamó específicamente a las autoridades del Consejo europeo que atrasen la votación de esta semana. La razón esgrimida por el primer ministro es que los 27 países del continente “no están en condiciones de votar” y añadió que “es preciso continuar el trabajo hasta obtener medidas de protección legítima para nuestra agricultura”. Esa demanda del Palacio del Eliseo sembró incertidumbre en la diplomacia brasileña: “No se puede apostar a la firma del tratado. No sabemos si podrá ocurrir, porque todavía hay demasiada incerteza”.
Desde un punto de vista estricto, la asociación de ambos bloques implicará la creación una región transatlántica de 718 millones de personas y un Producto Bruto Interno de 22 billones de dólares. Pero no sólo tiene un contenido económico-comercial. Tan importante, o tal vez más, es el tema geopolítico, dada la época actual y la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos. Le cabe a Europa definir si pretende continuar “sumisa” a la displicencia americana sobre al Viejo Continente, al que Donald Trump denominó como una región en “decadencia”; o si definitivamente se alía con un bloque sudamericano, donde predominan Brasil y Argentina, para configurar uno de los grandes polos mundiales, precisamente en el escenario “multipolar” instalado en el Mundo.
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Así lo entienden, aunque por diferentes razones, tanto Brasil como Alemania. Para el actual Gobierno brasileño, del socialdemócrata Lula da Silva, esta definición es clave: ¿por qué no ser parte de una alianza decisiva en la esfera internacional que, de hecho, permitiría compensar la división en tres del poder universal propuesta por los americanos: EE.UU., Rusia y China? Los propios europeos advierten: “Es crucial firmar el acuerdo ahora", tanto desde el punto de vista dos puntos de vista "económico, como diplomático y geopolítico”.
Si Ursula Von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, llega a Foz de Iguazú el sábado próximo, todo indicará que la resistencia de los campesinos franceses fue derrotada en la UE. Aunque no tanto. Y aquí viene la segunda parte de este capítulo, que tal vez podría hacer retroceder a los brasileños y sus socios en el bloque sudamericano.
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Ocurre que para atender el hecho fantasmal que pesa sobre los europeos, que ven con terror la competencia de la excelencia agrícola ganadera de las naciones del Sur americano, el Consejo Europeo tomó una decisión: incluyó en el futuro tratado, este último domingo, nuevas cláusulas de salvaguardia para espantar al “demonio” agrícola sudamericano. Hay una de ellas que, para cualquier observador especializado, resultaría difícil de aceptar por cada uno de los cinco miembros del Mercosur. Establece que en forma “particular” la UE podrá interrumpir las ventajas arancelarias para la importación de productos del bloque sureño —como las carnes bovinas, porcinas y aviarias— si se llega a observar un aumento de las importaciones desde Europa mayor a 5% respecto al año anterior. Dicho en forma más simple, sería una medida unilateral de los europeos que habría de afectar especialmente a Brasil y Argentina.
Para la Secretaria de América Latina y el Caribe de Itamaraty, la embajadora Gisela Padovan, la apuesta del Gobierno de Lula da Silva es concluir de una vez las tratativas que se iniciaron en 1999. “Brasil continúa optimista, aunque dependamos de la votación en el Consejo Europeo. Pensamos que Francia y Polonia por sí solas no tienen poder para bloquear el consenso”. Durante una conferencia de prensa de la semana pasada, los periodistas le preguntaron sobre esta última salvaguarda incluida por los europeos. “No estoy en esas negociaciones” respondió y, por lo tanto, “sería imprudente de mi parte cualquier consideración”. Y a continuación refrendó: “Estamos esperando a Ursula von der Leyen y a António Costa, presidente del Consejo Europeo, como también al negociador eslovaco Maros Sefcovic para firmar el tratado”. Luego concluyó: “Conozco el tema de la salvaguardia y creo que es una causa de preocupación”.
ML