Paz interior

¿Qué viene a decirnos eso que nos hace sufrir?

Un crecimiento movimiento hacia el interior es otra respuesta posible para ponerse a resguardo del “sálvese quien pueda”. “No como modo de aislamiento sino para ahondar más en el misterio de la interioridad”, sostiene el autor. Reflexiones sobre la obra de Pablo d’ Ors.

EL MANDATO DE LA PRODUCTIVIDAD. “Algunas personas creen que siempre tienen que estar produciendo”, afirma. Foto: CEDOC PERFIL

“A esta conversación hay que llamarla: Los dos Pablo”, me dijo Pablo, el otro Pablo, como en el cuento de Borges El otro, donde el escritor argentino ficciona un encuentro, en 1969, en Cambridge, entre el viejo Borges de 70 años y su joven yo de 1918. Pero yo no soy el pasado de Pablo d' Ors ni Pablo d´ Ors es mi futuro; o quién sabe, quizá un poco sí. Él, desde Madrid; yo, en Buenos Aires. Un diálogo para aprender. 

Un encuentro para reflexionar acerca de la condición humana. “Nada ni nadie puede alterar mi paz interior”, pronuncia como un mantra Pablo d’ Ors, maestro de la espiritualidad, sacerdote cristiano con improntas de budista zen, prolífico escritor y fundador de “Amigos del desierto”, una red de meditadores que crece cada día. Ante un mundo que propicia el sálvese quien pueda entre ruidos y distracciones, su propuesta es la vía del silencio y la contemplación, pero no como modo de aislamiento sino para ahondar más en el misterio de la interioridad y en la vasta realidad. 

El anhelo por un ser profundo y sensible, no definido por el tener ni por el hacer, resulta una propuesta revolucionaria. Para eso hay que estar sediento de algo diferente: la búsqueda de nuevos sentidos para vivir una vida con mayúscula, para bordear la dimensión sagrada del existir. Nadie entra en una agencia de turismo si no quiere hacer un viaje, dice Pablo. 

Del mismo modo, nadie tomará su propuesta si no está dispuesto a emprender la aventura más mágica y misteriosa: la del viaje por el mundo interior. Pero iniciado el itinerario, hay que luchar contra algunos fantasmas: vencer los obstáculos del ego, que siempre busca seguridad y control; atravesar territorios sombríos e incómodos de nuestra historia; y soportar la caída de ideales, de las máscaras que nos construimos para pertenecer, para ser aceptados y queridos. 

Paz interior

En el libro El estupor y la maravilla, Pablo d’ Ors señala: “Dicen que el silencio es difícil de soportar porque en él resuena lo que uno es”. ¿Queremos saber verdaderamente quiénes somos, o mejor vivir en el espejismo?

El ser humano suele perderse en los laberintos del mundo donde no resuena su ser más íntimo sino las modas y los estereotipos que impone la sociedad. El silencio, o la ausencia de ruidos, es la primera puerta de acceso a la interioridad para empezar a acallar el exceso de pensamientos interiores, esas voces internas que confunden y hallar el bienestar, o, como le gusta decir a Pablo d´ Ors, el bienser. 

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¿Por qué cuesta tanto la autoindagación? Porque implica un trabajo y un cambio de paradigma: una apuesta a la introyección. La gente llega al consultorio saturada por la vida que lleva. Quiere elevar su autoestima pero sin pasar por la vía del autoconocimiento. Prefieren atajos, recetas, consejos, es decir, las voces ajenas en vez de la propia. El silencio, la pregunta, la paciencia por la respuesta, es un modo de resistencia frente al mandato social que impone la hiperactividad, el rendimiento, la exigencia, el tener más que el ser. Contemplar, afinar la escucha y la mirada, meditar, hacer silencio, no es pasividad, es dedicarse un tiempo para el cultivo del mundo interior. 
 
“La meditación fortalece la necesaria desconfianza en el mundo externo y la imprescindible confianza en nuestro verdadero mundo, que solemos desconocer”, escribe Pablo, el otro Pablo, en la Biografía del silencio. 

Adentrarse en un trabajo interior para la autoindagación, para ser críticos, para poner en dudas la manera en la que estamos viviendo. Como el príncipe Siddhartha antes de ser Buda, muchas personas están dentro de su castillo ilusorio, y aunque viven mal, prefieren moverse en el teatro de las sombras que liberarse, sanar y vivir mejor. 

En el 2022, Pablo d´Ors publica El olvido de sí, una suerte de biografía sobre un santo muy singular, Charles de Foucauld, un místico contemplativo, referente contemporáneo de la llamada “espiritualidad del desierto”. “Cuando alguien me pregunta qué debe hacer para encontrarse con Dios, mi respuesta es siempre la misma: ora y ayuna…”. 

Para que empiece la sanación, (el cielo), lo primero es mirar la enfermedad (el infierno)"

Orar, meditar o rezar, hacer silencio, para generar la disponibilidad, para que desaparezca el ruido del mundo y surja la voz interior. Y ayunar es, en términos metafóricos, buscar un poco de vacío, es decir, dejar espacios en blanco para que surja la novedad, para que nazca lo más genuino.


Qué viene a decirnos

La culpa es la enfermedad del pasado, el apego es la enfermedad del presente y el miedo es la enfermedad del futuro, suele enseñar Pablo d´Ors. Culpa, apego y miedo, pero también ansiedad y angustia, síntomas que pueden intensificarse y desencadenar diversas enfermedades. Por eso es importante detectar a tiempo las emociones, saberlas gestionar. ¿Y cómo se gestiona una emoción, cómo se reconoce y calma un síntoma? 

En principio, estando convencidos de que no somos ni las emociones que sentimos, ni el síntoma que padecemos. Un paciente no es depresivo, tiene una depresión, por lo tanto se le puede quitar. El síntoma psicoemocional es un lenguaje interior que se presenta para decirnos algo, pero en general no se lo quiere escuchar. Es un mensaje cifrado, es la sabiduría del mundo interior que envía señales para interpelarnos, para invitarnos a hacer una pausa, a repensar la vida y cómo estamos viviendo. Pero son tiempos de aceleración, de búsqueda de respuestas rápidas, de adicciones, medicaciones, de tapar los síntomas con lo que sea para seguir, aunque se siga en el malestar. 

¿Qué viene a decirnos esto que nos duele, que nos molesta? ¿Qué es eso que no nos deja estar en paz? ¿Estamos dispuestos al cambio, a trabajar internamente, a ser pacientes? La ansiedad es el síntoma de la época, y ese mismo síntoma, lamentablemente naturalizado, suele ser el que opera para intentar desembarazarse, lo más rápido posible, de toda problemática sin intentar decodificar su significado. En el libro Biografía de la luz, Pablo d´Ors señala: “Para que empiece la sanación, (el cielo), lo primero es mirar la enfermedad (el infierno)... Mira de qué te está protegiendo tu enfermedad, las supuestas ventajas que te trae. No te quedes con el síntoma, por poderoso que sea. Puedes ver los síntomas o los símbolos: los síntomas suponen ver la realidad en clave de sombra; los símbolos, por contrapartida, implica verla en clave de luz…”. 

La enfermedad, en términos freudianos, muchas veces de manera inconsciente, trae aparejado un beneficio secundario; ventajas económicas, menos responsabilidad, o crea dependencia con alguna persona. Pero quien quiere de verdad sanar, tiene que estar dispuesto a atravesar la sombra y enfrentarse con sus demonios. 

Se trata de un cambio de paradigma, ver el “síntoma” de otro modo, como un “símbolo” y como lo hay que transitar si queremos generar un cambio. Pablo nos hace una pregunta fundamental. “¿De qué sirve aliviar el síntoma, si la enfermedad sigue dentro?”. Por eso hay que ir a lo profundo, llegar al origen, a la raíz del dolor, decodificar el malestar, entender qué viene a decirnos eso que nos hace sufrir. 

¿Y cuándo empezamos a sanar? Cuando se hace consciente lo inconsciente, diría Freud. “La conciencia -que no es sino el interior iluminado por la atención”, señala d´Ors. Pero cuesta prestar atención cuando la vida está impulsada por la ansiedad, el multitasking: la ilusión de estar en varios lados a la vez. Una tarea profunda de sanación implica saber el origen del sufrimiento, para trascenderlo, para diluirlo en nuestra personalidad y hacerlo parte de nuestro crecimiento. “La luz no excluye la sombra, la incluye, la alumbra… que el caldo de cultivo de lo luminoso sea precisamente lo sombrío… La luz es la sombra alumbrada”, trasmite Pablo d´Ors. La oscuridad, o los síntomas, son el camino hacia la sanación. 

Eso que nos hace sufrir

“Hay golpes en la vida, tan fuertes... Yo no sé…”, expresó el poeta César Vallejo. Aunque muchas veces no sepamos qué hacer, podemos intentar tomar eso que nos sucede como conveniente para repensar la existencia. En su libro Devoción, Pablo d‘ Ors dice: “Date cuenta de que todo obstáculo es necesario para tu aprendizaje y de cómo, si sufres por su causa, es porque necesitas pasar por ahí. Sustituye lo oscuro con lo luminoso…”. El que atraviesa su propia sombra con mirada amorosa, transforma lo oscuro en luz. O, como canta Silvio Rodriguez: “Sólo el amor alumbra lo que perdura. Sólo el amor convierte en milagro el barro”. 

No es igual arrastrarse en la dolencia, en el barro, que tomar ese golpe de la vida (o ese golpe que nos damos en la propia vida) como un lugar por el que tenemos que pasar para aprender.  

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Lo esencial es no tapar lo que sentimos o nos sucede, no dejarse arrastrar por la distracción, por el ruido y por la hiperactividad. Hacer pausas. En términos futbolísticos, parar la pelota. Trabajar la atención plena, la capacidad de estar lo más presente en el presente. Y saber que el ego busca seguridad y control, por lo tanto boicotea el cambio. 

Hay un mundo interior desatendido, tan humano y espiritual, pero tapado de identidades falsas, de formas que ocultan el fondo, de caretas que esconden a la persona. Dice Pablo d´Ors: “Dios no existe, insiste”. Y yo me pregunto, ¿como un síntoma? ¿Hay en eso que insiste una verdad a ser develada? ¿Hay una presencia ignorada de Dios, como postula Viktor Frankl? ¿Hay una sabiduría interior que desconocemos y que se manifiesta si nos adentramos, si (nos) prestamos atención?

En la puerta de ingreso a mi consultorio colgué un cartel de madera que dice: autoconocimiento. Se trata de una versión humilde y bonaerense (realizado por mi padre) del conócete a tí mismo griego. 

Pablo d´ Ors nos invita a la búsqueda de la paz interior, solo es cuestión de tener la disponibilidad y aventurarse. La iluminación es primero personal y luego colectiva. Lo mejor que podemos hacer por la humanidad es ser mejores personas y lo mejor que podemos hacer por las personas es confiar en su humanidad. Solo entonces tendremos un mundo mejor.