Trump, el fallido peacemaker que no ha resuelto ninguna guerra
Cuando asumió por segunda vez la presidencia de EE.UU se presentó como el garante de la paz de varios conflictos internacionales. “Voluntarismo, improvisación y groseras falencias en la lectura de ciertos acontecimientos y personajes clave han dejado a Trump en ridículo frente a sus pares”, dice el autor.
Ya durante la campaña electoral que lo llevó en noviembre del año pasado a obtener su segunda presidencia, Donald Trump hablaba del “mundo en guerra” que heredaría de parte de su antecesor Joe Biden. De acuerdo a su controversial visión, la guerra en Ucrania “nunca se hubiese iniciado” de haber sido él presidente. Es así que Trump se presentó el 20 de enero al reasumir el poder como el “peacemaker” (hacedor de paz), prometiendo resolver la guerra en Ucrania, la crisis en Medio Oriente y otros conflictos bélicos en curso.
A nueve meses de haber asumido su segundo mandato en la Casa Blanca, puede afirmarse que la política exterior de Trump no sólo que no ha resuelto los mentados conflictos que venía a pacificar, sino que incluso los ha agravado. Para colmo, abriendo a su vez otros peligrosos frentes. La diplomacia del peacemaker ha sido un gran fracaso que a esta altura es imposible maquillar. Voluntarismo, improvisación y groseras falencias en la lectura de ciertos acontecimientos y personajes clave han dejado a Trump en ridículo frente a sus pares.
Macron le dijo a Trump que recibirá el Nobel de la Paz "solo" si resuelve el conflicto en Gaza
Por supuesto, los principales líderes europeos lo siguen cortejando como a él le gusta para complacerlo, bajo el presupuesto de que el daño potencial que Trump podría infligir de ser desafiado siempre puede ser mayor. Por caso, es la lectura que han hecho los socios estadounidenses de la OTAN.
Trump acaba de ser recibido en el Reino Unido con un trato privilegiado y toda la pompa real. Así y todo, la realeza británica no pudo evitar que se proyecte una foto de Trump junto a Jeffrey Epstein en los muros del castillo de Windsor. El tiempo dirá si estos complacientes líderes europeos salen ganando, o bien será el caso de sus contracaras en el “Sur Global”, como Xi Jinping, Narendra Modi y Lula Da Silva, que han decidido plantarse de frente ante el unilateralismo extorsivo de Trump.
He resuelto siete guerras', exclamó Donald Trump exaltado, otra vez sin aclarar a cuáles se refería"
“He terminado seis guerras”, declaró Trump el último 17 de agosto durante una conferencia de prensa junto a Volodymyr Zelensky, en la Casa Blanca. Mientras eso sucedía, una decena de líderes europeos que viajaron en apoyo al ucraniano aguardaban relegados en una sala de espera. Fue dos días después de la grandilocuente cumbre bilateral con Vladimir Putin en Alaska.
Al día siguiente, Trump enmendó esa declaración en una entrevista con Fox & Friends: “He resuelto siete guerras”, exclamó exaltado, otra vez sin aclarar a cuáles se refería.
El balance de los primeros meses de la presidencia de Trump dista mucho de las mentiras con las que el neoyorquino ya tiene al mundo acostumbrado. La realidad es que Trump no ha resuelto ninguna guerra. Para empezar, lo de Alaska fue un fiasco que ha derivado en una significativa escalada en Ucrania que amenaza con arrastrar directamente a los países de la OTAN.
Apaciguar a China no ayudará a India a contrarrestar a Trump
“Estoy desilusionado con Putin”, declaró Trump días atrás, exhibiendo una vez más el alarmante grado de voluntarismo e improvisación de su política exterior.
La situación en Medio Oriente no es menos preocupante. Trump ha quedado a merced de la iniciativa de Benjamín Netanyahu, quien avanza sin freno en su proyecto genocida sobre Gaza, mientras despliega ataques sorpresivos sobre otros países de la región. Trump ha reducido el histórico rol estabilizador de EEUU en Medio Oriente a un patético seguidismo de Netanyahu, a quien pareciera tenerle una suerte de temor reverencial.
Netanyahu arrastró a Trump en su guerra con Irán y ahora lo ha descolocado frente aliados clave de la región, como Arabia Saudita y Qatar. Hay una afinidad entre ambos que va más allá de las circunstancias. Al igual que le sucede con el húngaro Víctor Orban y otros autócratas, Trump siempre ha sentido profunda admiración por la forma en que Netanyahu ha ido avasallando las instituciones democráticas israelíes.
Trump también ha mentido sobre su supuesto rol protagónico en el alto al fuego alcanzado tras la crisis entre India y Pakistán, en mayo pasado. India minimizó y cuestionó públicamente las afirmaciones de Trump, alegando que el fin del conflicto se negoció directamente con Pakistán, país que terminó casi suplicando el alto el fuego. Para colmo, la política tarifaria de Trump sobre India ha precipitado un acercamiento histórico entre Beijing y Nueva Delhi.
Se trata de un viraje geopolítico de primera magnitud que, a priori, no parece para nada funcional a los intereses de EEUU en la región. Putin, desde ya, muy agradecido.
Siguiendo en el tablero asiático, Trump se adjudicó otro supuesto rol decisivo para detener la escalada bélica entre Camboya y Tailandia, que se produjo en julio a raíz de una disputa fronteriza. Lo cierto es que, en el mejor de los casos, EEUU tuvo un rol secundario. Los actores centrales para lograr la desescalada fueron China y Malasia. Este último país ofició de mediador principal entre las partes, con el respaldo de todos los países de la ASEAN.
En el Cáucaso se da quizás el único caso de éxito real de la diplomacia trumpista, aunque no para terminar una guerra. Washington efectivamente medió entre el presidente azerbaiyano Ilham Aliyev y el primer ministro armenio Nikol Pashinyan. A instancias de Trump, ambos líderes firmaron un acuerdo para resolver la compleja disputa en el llamado corredor Zangezur, que ambos países reclaman.
Este corredor pasará a llamarse “Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional”, como no podía ser de otro modo. Y como nada es gratis en el planeta Trump, EEUU obtendrá a cambio derechos de arrendamiento para que una empresa estadounidense desarrolle de manera exclusiva el proyecto.
Pasando al continente africano, también es cierto que EEUU intercedió directamente en julio para distender el histórico conflicto entre Ruanda y la República Democrática del Congo. Pero desde entonces el alto al fuego no se ha respetado. El grupo rebelde M23, respaldado por Ruanda, abandonó las negociaciones y se reanudaron las escaramuzas en zonas fronterizas de ambos países. Siguiendo en África, cabe destacar el casi nulo involucramiento de EEUU en la guerra civil de Sudán, donde se está produciendo otro genocidio que apenas tiene espacio en los titulares de los medios internacionales.
Finalmente, Trump amenaza con iniciar una impensada guerra en suelo latinoamericano. EEUU ha venido realizando ataques a embarcaciones que, supuestamente, son utilizadas para traficar drogas desde Venezuela. Esto se ha dado de la mano de un despliegue militar sin precedentes en el Caribe Sur. EEUU acusa a la dictadura de Nicolás Maduro de estar asociado a los cárteles narco y apela a la “seguridad nacional” como argumento para justificar esta nueva política.
Está claro que, de producirse, debiera ser una guerra efímera por la disparidad de fuerzas. Como sea, la misma tendría consecuencias impredecibles, no sólo para el futuro de Venezuela, sino para el resto de la región.
Es en este contexto tan preocupante para la estabilidad y la paz global que Trump sigue presionando descaradamente por obtener el Premio Nóbel de la Paz. Los premios y el reconocimiento internacional siempre fueron grandes obsesiones del fallido peacemaker. Quién sabe, quizás finalmente lo consiga, pese a su colección de fracasos diplomáticos. No sería la primera vez que los burócratas de Oslo deciden el galardón en base a cuestiones políticas y no por méritos reales. Tan sólo sea para complacer y contener a Trump, una vez más.
*Analista internacional y docente universitario; Director Ejecutivo del Observatorio Sino-Argentino.
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