Comunicación asertiva

Una centroizquierda tartamuda

Mientras sus opositores son incapaces de “encuadrar el debate con sus propias palabras y se aferra a discursos caducos”, el presidente glorificó con las suyas “una identidad económico-laboral menospreciada: el emprendedor”. Esto lo hace triunfar a pesar de la crisis económica. Sus contrincantes deberían afinar sus discursos sin evocar un pasado que asusta.

Piquetes contra el ajuste libertario Foto: NA

En 2007, el profesor George Lakoff publicó en Estados Unidos su libro No pienses en un elefante. Es el resultado de años de investigación del catedrático en el área de la lingüística cognitiva, ciencia que estudia cómo el lenguaje condiciona nuestros pensamientos. Su publicación fue de lectura obligada para el Partido Demócrata, que atravesaba un ciclo de frustrantes derrotas electorales en esos años.

En efecto, la obra de George Lakoff puso sobre la mesa una cuestión crucial: cuando un espacio político no puede explicar su proyecto, pierde legitimidad al momento de discutir ideas.  

Para Lakoff, mientras los republicanos emplearon un lenguaje eficaz para definir las grandes cuestiones políticas en sus propios términos, los demócratas siguieron enfrascados en peleas internas. Los conservadores optaron por un discurso agresivo, coherente con sus posiciones políticas y muy vinculado con los sentimientos de la población. 

Ello dio lugar a una comunicación política asertiva, que los llevó a ganar elecciones y gobernar con gran legitimidad. Por su parte, los demócratas estuvieron a la defensiva, respondiendo con improvisaciones y perdiendo el sentido de la discusión. Fue Barack Obama, y su gran capacidad comunicativa, quien los traería de vuelta a la escena nacional recién en 2008.  

Javier Milei apuntó con violencia contra la oposición: "Sí, soy cruel, 'kukas' inmundos"

Los triunfos de Javier Milei en 2021 y 2023 no pueden entenderse sin aludir al desastre que fue el último gobierno kirchnerista, marcado por el empobrecimiento de la clase media, la alta inflación, la disociación de la realidad de aquellos dirigentes, y todo lo que ya sabemos. 

Pero las circunstancias actuales son muy parecidas a aquellas que llevo a la publicación de Lakoff. Hoy, la centroizquierda carece de un discurso que presente sus ideas. Una clara muestra de ello fue el eslogan de campaña “Frenar a Milei”, empleado con el solo objetivo de mantener a los pocos propios. 

Milei no solo le habla a quienes ya están ahí, sino que los provoca continuamente estigmatizando todo lo referido al Estado" 

La narrativa libertaria debe su éxito a que logró instalar las grandes cuestiones políticas a partir de sus propios términos. 

Milei presentó la idea de libertad en un sentido exclusivamente económico. En ese sentido, el presidente glorificó con sus palabras una identidad económico-laboral menospreciada: el autónomo o emprendedor, quien era víctima del peso impositivo estatal. Ellos buscaban una representación en el espacio público y la encontraron. Como bien lo expone Pablo Semán en su libro Está entre nosotros, era una identidad latente, que se venía construyendo hacía tiempo.   

'Planeros, ñoquis, parásitos, fracasados, casta', una estigmatización que se constituyó en referencia estable y válida en la sociedad y, en un hecho insólito, dio el triunfo electoral a un gobierno en crisis"

Asimismo, el discurso de Milei no solo le habla a quienes ya están ahí, sino que los provoca continuamente estigmatizando todo lo referido al Estado. 

Con esa intención se emplean las palabras “planeros, ñoquis, parásitos, fracasados, casta”. Esta estigmatización se constituyó en una referencia estable y válida en la sociedad y, en un hecho insólito, dio el triunfo electoral a un gobierno que se encontraba en plena crisis económica y con fuertes acusaciones de corrupción. 

'Estado presente', 'justicia social' o 'derechos laborales', ¿cómo explicárselo a un joven precarizado laboralmente, que fue testigo de cómo unos pocos se divertían en pandemia a costa del Estado?"

Por su parte, la centroizquierda argentina es incapaz de encuadrar el debate con sus propias palabras y se aferra a discursos caducos. Un ejemplo de ello es la torpeza narrativa al intentar darle contenido propio a la idea de libertad, lo que la empuja a caer en el reduccionismo económico libertario y discutir en los términos impuestos por Milei. 

Lo mismo ocurre con otras frases, como “Estado presente”, “justicia social” o “derechos laborales”. Como explicárselo a un joven precarizado laboralmente, que fue testigo de cómo unos pocos se divertían en pandemia a costa del Estado. La centroizquierda argentina sigue tartamudeando sus ideas con viejos discursos, apelando a un pasado que solo trae malos recuerdos.  

El gobierno de Milei, envalentonado con el resultado electoral y la calma económica que le brindó el apoyo de Trump, toma la iniciativa de gobierno y plantea reformas estructurales para las cuales la oposición se quedó sin discurso propio. 

La renovación de la centroizquierda no solo debe ser de “rostros”, sino también de cómo presenta sus ideas frente a la ciudadanía. Sin una narrativa política eficaz que convoque a la sociedad, la centroizquierda no tiene capacidad de disputar el sentido a las futuras discusiones legislativas que se avecinan.