opinión

El abuelo

Admiración. Alberto junto a Agustino, uno de sus nietos. Foto: marcelo silvestro

Algunas personas logran traspasar los límites afectivos normales para convertirse prácticamente en familia. Son pocas las que logran eso en forma masiva, y Alberto Fontevecchia, mi abuelo y cofundador de Editorial Perfil junto con Jorge Fontevecchia –mi padre– era una de ellas. No era solamente en los pasillos de Perfil donde muchos se referían a él como “el abuelo” cuando me hablaban a mí. A través de toda la industria periodística, pero especialmente donde cala hondo la cultura gráfica, Alberto dejó su marca, como en incontables restoranes de la Ciudad de Buenos Aires donde lo cuidaban a él y a su esposa, “la abuela” Nelva, como si fueran familia.

Como buenos hijos de inmigrantes, arrancaron bien de abajo y a través del esfuerzo y el trabajo se fueron ganando su lugar hasta consolidarse en la industria gráfica. Contaba Alberto que en su primer trabajo en un taller gráfico luego del secundario lo llamaban “lechita”, porque el jovencito venía siempre con una botella de leche, supuestamente para inocularse frente a una posible intoxicación de plomo, con el que se trabajaba en las máquinas de linotipo. Un par de años después, ese jovencito era el dueño del taller. Él trabajaba en la planta y Nelva administraba.

Su pasión por el trabajo y también por el club de sus amores, San Lorenzo, lo convirtió en editor, lanzando la revista El Ciclón y luego varios títulos deportivos. Allí nació el instinto periodístico de la familia Fontevecchia. El título que más lo enorgullecía siempre fue Weekend, con el cual cumplió su sueño de ser el único editor en dirigir una misma revista por cincuenta años.

Todos los que lo conocimos sabemos que fue un distinto, combinando un carisma especial con la disciplina y el orden. Era a través del ejemplo junto con el convencimiento y la seducción, y no la fuerza, que construía autoridad. Es por eso que le ponía la misma dedicación y amor a cocinarles un asado a sus “chicos de Weekend” como los que nos cocinaba a nosotros los domingos. En ambos casos estaba cocinado para su familia.

Esos valores son los que el abuelo nos transmitió a nosotros y todos los que lo rodeaban y sobre los cuales se construyó Perfil. Continuaremos intentando seguir su ejemplo.