Gelatina, cuarto año: la vuelta del streaming de calidad

En Argentina se impuso la tendencia de proponer streaming de calidad. Estudios que no están a años luz de canales de televisión, invitados que pertenecen al star system y el proyecto de vivir de esa labor. Gelatina se impuso como uno de los canales que van en serio. Liderado por Pedro Rosemblat, el canal se inserta en la discusión pública y política desde su primer informe. En este cuarto año, el camino parece ser el mismo: tomar partido, reírse, difundir cultura, conversar sobre política, proponer comedia. 

El año de estos canales pareciera estar en sintonía con el ciclo lectivo: son normales las programaciones de verano y los retiros de las principales figuras, que toman carrera y luego vuelven al ruedo. Pedro Rosemblat esperó hasta el 10 de marzo y no solo presentó la programación, sino que compartió un informe que aborda la progresión del canal, desde los 1.700 socios de marzo de 2022 a las más de 40 mil personas que en algún momento le aportaron a Gelatina. En el medio, Rosemblat expuso, mediante gráficos circulares, las fracciones de plata de socios, de entradas y de marcas. Lo destacable, y que explica el modelo del canal, es que la parte más significativa es plata de suscriptores o gente que hace aportes únicos. Y, si bien la fuente de ingresos se presenta como híbrida, hay allí una clave que le permite al conductor resaltar su independencia de cualquier grupo económico o político. Para los oyentes de Gelatina eso podrá ser una obviedad, pero si se consideran los ataques del presidente Javier Milei tanto a la pauta como a artistas que cobraban plata del Estado para participar de festividades nacionales, el dato adquiere otro valor.

Y Rosemblat y su equipo no esperaron. La primera invitada al programa fue Lali. La conversación empezó en la mesa central y se movió a una zona pensada para mantener charlas íntimas. Fue una nota que jugó con los atractivos límites del profesionalismo y el amor, y pronto se consolidó como una entrevista interesante, en la que se abordaron cuestiones relativas a la música y la vida pública, y se permitió una deriva ontológica que los llevó a pensar la frontera entre el ser y el ser digital.

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