Desde el sábado 30 de julio se puede visitar en el Museo Nacional de Bellas Artes la muestra "Ernesto Deira. Identificaciones" en la que se reúne un conjunto de siete pinturas del artista argentino expuestas por primera vez en 1971 y que se consideraron perdidas para siempre entre los años 1973 y 2003.
Las obras tienen al asesinato del Che Guevara en la selva boliviana como evidente hilo conductor, a partir de las conocidísimas fotografías de Freddy Alborta en las que se ve el cuerpo yaciente del Che con los ojos entreabiertos y rodeado por militares del ejército boliviano, que fueran publicadas en distintos periódicos y revistas de la época.
La noticia de que las manos fueron amputadas del cadáver para ser enviadas a miembros de la policía federal argentina con el objeto de confirmar la identidad del Che a través de sus huellas digitales tuvo un visible impacto en Deira.
Con estas imágenes en mente el artista produjo una serie de pinturas en blanco y negro con estilo naturalista en las que también aparecen hechos de violencia política y social muy puntuales que fueron un corolario casi inevitable de los procesos de descolonización en el tercer mundo, la participación de los Estados Unidos en la guerra de Vietnam con el uso de armas químicas, la guerra de independencia de Bangladés y la profundización de los actos represivos de organizaciones y grupos para-estatales que darían marco al inicio de la década del 70 en nuestro país.
Junto a estas temáticas aparecen referencias al arte clásico como El hombre de Vitruvio, de Leonardo, o el Cristo Muerto de Andrea Mantegna.
"Es una serie muy intensa en el sentido de que compendia toda esta serie de conflictos que afecta al tercer mundo pero que a principios de los años 70 empieza a tener repercusiones muy concretas dentro de la sociedad Argentina y que son también toda esa espiral de violencia, por citar a Helder Camara, que llevan a lo que posteriormente va a ser el golpe del 76" reflexiona Mariana Marchesi, directora artística del museo y curadora de la muestra, en diálogo con Perfil.com.
Junto a las obras se ven publicaciones originales de revistas científicas y de interés general y diarios sensacionalistas que inspiraron a Deira para la producción de esta serie.
Niños en estado de desnutrición como consecuencia del llamado genocidio de Bangladés, soldados heridos en batalla durante la guerra de Vietnam o la imagen del cuerpo sin vida de Juan Pablo Maestre –asesinado por fuerzas de la represión y esposo de Mirta Misetich, quien permanece desaparecida hasta hoy y es uno de los primeros casos en que se tuvieron pruebas en el momento de que los autores de su secuestro pertenecían a grupos paraestatales– acompañan a las pinturas y ayudan a entender el contexto en que el artista presentó esta serie de pinturas.
Aunque desde un principio Deira dio a la serie una intención clara de denuncia en la que da testimonio del sinsentido de la violencia entre seres humanos, más de cincuenta años después de su primera exhibición, las obras adquieren una dimensión más amplia y un carácter casi premonitorio.
“Era un momento donde era cuestión de tomar una postura ideológica más que política, si se quiere, porque Deira tampoco era un militante político pero sí tenía un compromiso muy fuerte con las situaciones del presente”, explica Marchesi.
“Eso ya se da desde que él es integrante del grupo de la neofiguración. Recordemos la serie de los campos de concentración del 63, los cuadros que realiza con motivo del bloqueo norteamericano a Cuba, hay un espíritu de época y un interés muy sensible suyo desde el lado humano más que político, si se quiere, de denunciar las injusticias sociales. Es decir, es el compromiso con ese presente que a él le toca vivir”.
La historia de las obras
Las obras fueron exhibidas por vez primera en la sede de la galería Carmen Waugh de Buenos Aires en 1971 (“una galería que en cierto sentido se apartó del propósito comercial que tienen las galerías”, señala Marchesi) y en noviembre de ese año se presentan en el Instituto de Arte Latinoamericano de la Universidad de Chile, donde permanecieron tras el cierre de la exposición.
“Lo que me parece muy interesante comparar es que las muestras en Argentina y en Chile se mostraron en dos contextos totalmente diferentes”, explica la curadora.
“Mientras tenía lugar la muestra en la Argentina se daba uno de los episodios de censura que la historiografía marca como paradigmáticos, que fue el retiro de las dos obras premiadas en el II Certamen de Investigaciones Visuales del 71 que son Picana de Colombres y Celda de Jorge Santa María. Estábamos en la época de la dictadura del general Lanusse, empezaban a aparecer las primeras denuncias sobre desaparición de personas. En cambio, en Chile se mostró en coincidencia con la primera visita de Fidel Castro para celebrar y saludar al gobierno de Unidad Popular, y en el contexto de lo que fue el Instituto de Arte Latinoamericano, un espacio que surgió junto con la llegada de la Unidad Popular al gobierno en el 70 con el objetivo de generar ese campo cultural para la revolución socialista que había significado el triunfo de Allende”.
Aún así, algunas de las obras fueron vandalizadas durante su exhibición en Chile pero no llegó a saberse con certeza quiénes fueron los responsables.
Martín Deira, hijo del artista, relata que tras el golpe militar de Augusto Pinochet en 1973 que significó el inicio de la dictadura militar chilena, se quemaron muchas obras de arte con el consentimiento –y muchas veces con el impulso– del gobierno, de forma tal que su padre consideró que las pinturas habían sido destruidas a causa de su contenido explícito de denuncia y las dio por perdidas.
En 1986, Ernesto Deira falleció en París sin saber que las obras aún existían. En 2003, el artista Luis Felipe Noé (quien en la primera mitad de la década del 60 integró el grupo de la Nueva Figuración junto con Rómulo Macció, Jorge de la Vega y Deira) se interesó por el destino de las pinturas en ocasión de hacer un viaje a Chile. Allí supo que la serie estaba en perfecto estado de conservación merced a los cuidados del personal del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile y que formaban parte del patrimonio de esa institución. A partir de entonces se iniciaron las gestiones entre funcionarios de los dos países que terminaron con la restitución de las obras a la familia del artista.
“Esto fue posible gracias a la colaboración de los gobiernos de Argentina y Chile, después de casi dos décadas de tratativas para la devolución de las obras a la familia Deira” explicó Andrés Duprat, director del Museo Nacional de Bellas Artes.
“Por eso es muy importante que el público argentino pueda apreciar en el Museo la exhibición de esta serie, acompañada de un estudio que da cuenta de la historia de estos cuadros, una historia que es tan importante como la obra misma”.
La muestra “Ernesto Deira. Identificaciones” se exhibe en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473, CABA, de martes a viernes de 11.00 a 20.00, y los sábados y domingos de 10.00 a 20.00, con entrada libre y gratuita.