En el 2010, mediante la ley 26.652, el Congreso de la Nación instituyó al 4 de septiembre como Día Nacional de la Historieta Argentina. La fecha elegida tiene un motivo muy especial: el 4 de septiembre de 1957 salió a la calle el primer número de la revista “Hora Cero semanal”, editada por H. G. Oesterheld y su hermano, donde el guionista publicaría “El Eternauta”, con dibujos del maestro Francisco Solano López.
Es importante aclarar que, aunque Oesterheld es considerado la figura central de la historieta argentina gracias a títulos como "Mort Cinder" y "Sherlock Time", y por eso se le rinde este merecido homenaje, existen dos autores que, posiblemente, merezcan más que él el título del mejor guionista nacional. Se trata de Robin Wood y Carlos Trillo.

Aunque Wood nació en Paraguay, desarrolló la mayor parte de su trabajo en Argentina, donde se convirtió, desde la década del sesenta, en la figura central de Editorial Columba, publicando títulos fundamentales para el género que tuvieron repercusión mundial, como “Nippur de Lagash”, con dibujos de Lucho Olivera, “Pepe Sánchez”, con el maestro Carlos Vogt, “Savarese”, con Cacho Mandrafina, “Mojado”, de nuevo con Vogt, y “Dago”, con Alberto Salinas. Esto le permitió ganar el “Yellow Kid”, considerado el premio Nobel de la historieta, otorgado todos los años en Italia.
El otro autor fundamental del género es Trillo, que tuvo un gran suceso gracias al “Loco Chávez”, el personaje que creó para la contratapa del diario Clarín, junto al dibujante Horacio Altuna, mientras, en paralelo, para Ediciones Récord, construyó una lista insuperable de antihéroes como “Alvar Mayor” y “El peregrino de las estrellas”, junto a Enrique Breccia, “Buscavidas”, “El viajero de gris” y “Un tal Daneri” con el maestro Alberto Breccia; “El iguana”, con Cacho Mandrafina, “Cibersix”, con Carlos Meglia, y “El último recreo”, con Altuna.

Los cinco guionistas injustamente olvidados de la historieta argentina
Existen otros autores que merecen la pena recordarse en el Día de la Historieta Argentina, comenzando por Carlos Albiac que, en sus historias, mezcló fantasía, terror, intriga y humor, creando títulos inolvidables como la imprescindible “A través de Oceanía”, con Lito Fernández, “Los Aventureros”, con Ernesto García Seijas, “El delirio de Lope de Aguirre”, con Alberto Breccia, “Aquí, la muerte”, con Oswal, e “Inspector Bull”, con Horacio Lalia. Una muestra de su arte: “El mar sin arrugas, el sol en su lugar. ¡Ah, felicidad!”.

Por su parte, el poeta y cuentista Eugenio Mandrini se centró, esencialmente, en historietas cortas de horror, con final sorpresa. En formato extenso solo escribió una miniserie que, lamentablemente, suelen ignorar los críticos, llamada “La maga”, donde despliega todo su talento con las palabras para meter al lector de cabeza en una historia de terror moderno.
Una muestra de su arte: “Tres. Son tres. Y tres es el número total. El alma de todas las cosas. Tres son el padre, la madre y el hijo. Tres los rostros del universo: cielo, tierra y agua. Por tres días se tolera el hambre, y otros tantos la sed. Tres fueron los primitivos augures. Tres los libros de las Sibilas. Y tres las Gracias. Y tres las Parcas. Y tres las Gorgonas. Y tres son las cabezas de los Perros Cancerberos. Todo es tres. Tres hijos engendraron Job y Noé. Tres veces fue tentado Jesús. A la tercera hora fue crucificado. Tres cruces hubo en el Gólgota. Y todo es tres. Para siempre. Pasado, presente y futuro. El nacimiento, la vida, la muerta. El sueño, la vigilia y la pesadilla. Tres”.
Ray Collins, otro guionista que supo llenar de poesía sus trabajos, contó en sus historietas las vidas de antihéroes empeñados en pelear hasta el final, aunque sepan que están, desde el comienzo, destinados a fracasar y ser derrotados. Esto aparece en sus mejores títulos, obras como “Precinto 56”, con Lito Fernández, “El cobra”, con Arturo del Castillo, y “Águila negra”, con Francisco Solano López.

Una muestra de su arte: “Dicen que van a matarte, amigo... todo porque eres libre y no te pareces a ellos. Dicen que te prefieren muerto a que los desafíes. Es el precio, ¿sabes? Pero no te engañes. No hay nada detrás del horizonte... El garañón es como un hombre: hace lo que debe hacer, aunque no tenga ningún sentido”.
Alfredo Grassi trabajó durante tres décadas para Columba, pero sus mejores trabajos aparecieron en Récord, donde publicó su trilogía de ciencia ficción con dibujos de Lucho Olivera (“Yo, ciborg”, “Planeta rojo” y “Ronar”) que narra aventuras protagonizadas por personajes angustiados, como el astronauta que sufre un accidente en el espacio y viaja 20.000 años al pasado… o, tal vez, al futuro, algo que no queda claro en una historia donde aparecen bárbaros, bellas doncellas y ángeles vengadores con espadas llameantes.
Pablo de Santis es uno de los últimos grandes guionistas de la historieta argentina: descubierto en 1984 por Juan Sasturain en la primera etapa de la “Revista Fierro”, el escritor formó una formidable dupla con el joven dibujante Max Cachimba, que entonces tenía solo 15 años, creando una serie de unitarios fantásticos, en un clima melancólico, que recuerda a autores como Mario Levrero o, por momentos, a J. G. Ballard. Afortunadamente, estos primeros trabajos fueron recopilados en el libro “Rompecabezas”.
Una muestra de su arte: “En este hotel nadie deja rastros. Cuando uno deja una habitación, abre una puerta hacia otra vida. Los pasajeros se van por túneles secretos, con otra ropa, con otro nombre, hacia lugares lejanos, por eso es imposible seguir a nadie. ¿No quiere usted también tomar un cuarto? ¿No está aburrido de su nombre y de su profesión? ¿No quiere ser otro?”.
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