Seis meses después de que Argentina saliera del default, sus nuevos bonos se han desplomado a niveles cercanos a 30 centavos por dólar.
El bajo precio, para ser justos, se debe en parte al resultado de la mecánica de los instrumentos, que tienen tasas de interés artificialmente bajas y un período de gracia generoso, pero también refleja una sombría realidad que está afectando a los acreedores: el acuerdo del FMI que el país necesita desesperadamente está muy lejos.
Sin ese acuerdo, y el nuevo capital que podría aportar, la economía devastada por la pandemia de Argentina permanecerá lánguida y sus finanzas tan precarias que un default, el cuarto del país en este siglo, se vuelve casi inevitable cuando los bonos comienzan a vencer. A los precios de hoy, los bonos rinden más de 1.500 puntos base, o 15 puntos porcentuales, por encima de los bonos del Tesoro de Estados Unidos.
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“Argentina está en un verdadero caos”, dijo Chris Marsh, execonomista del FMI y ahora asesor principal de Exante Data en Londres. “Simplemente reestructuraron su deuda y, sin embargo, la realidad es que no pueden pagarla”.
A pesar de lo indulgentes que eran los términos de ese acuerdo, la condonación de la deuda no fue suficiente debido a lo fuerte que la pandemia sacudió la economía, dijo Marsh.
Tras ese acuerdo, el Gobierno peronista del presidente Alberto Fernández comenzó las negociaciones con el Fondo Monetario Internacional para reestructurar un préstamo de US$45.000 millones y llegar a un acuerdo que podría incluir nuevos fondos. La Administración había dicho que quería lograr la firma de un acuerdo en mayo. Pero seis meses después de las conversaciones, se ha avanzado poco, y Fernández dijo recientemente que no hay prisa para llegar a un acuerdo.
Las elecciones legislativas de mitad de período de octubre solo nublan aún más las perspectivas. A los inversionistas les preocupa que el Gobierno dude en aceptar medidas de austeridad fiscal impopulares que tendrían que formar parte de cualquier acuerdo.
Que los precios de los bonos estén cayendo incluso en medio de un repunte en los precios de la soja, la mayor exportación del país, muestra cuán pesimistas son los inversores respecto de la perspectiva de la segunda economía más grande de Sudamérica, que se contrajo alrededor de 10% en 2020. Se centran en una tasa de inflación proyectada de 50%, un desempleo de dos dígitos y un déficit fiscal que se disparó el año pasado a su nivel más alto desde al menos 1993.
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En mayo, Argentina experimentó el noveno default en sus 200 años de historia. Con el cierre de los viajes aéreos en medio de la pandemia, funcionarios del Gobierno y acreedores afinaron los detalles de la reestructuración a través de llamadas por Zoom. El acuerdo otorgó a Argentina aproximadamente US$38.000 millones en alivio de la deuda en los próximos 10 años, retrasó los pagos de capital hasta 2024 y redujo las tasas de interés iniciales a un nivel tan bajo como 0,125%.
Aun así, los nuevos bonos no han hecho más que caer desde que comenzaron a cotizar en septiembre, perdiendo un 33% de su valor, lo que llevó a Morgan Stanley a considerarlos la peor baja tras una reestructuración de deuda en al menos 20 años. Un grupo de acreedores denominó a los mercados de deuda del país “un páramo virtual”.
En la raíz del pesimismo de los inversionistas está el gasto fuera de control sin planes realistas para controlarlo. La oferta monetaria de Argentina explotó el año pasado cuando activó las imprentas para financiar la ayuda pandémica. El crecimiento monetario se ha desacelerado, pero los controles sobre las monedas extranjeras están restringiendo el acceso a dólares, lo que obliga a las empresas a reestructurar deudas.
Armando Armenta, estratega de mercados emergentes de AllianceBernstein, dice que los precios muestran que los inversionistas en bonos están subestimando la capacidad del Gobierno para mejorar las cuentas fiscales y externas sin un acuerdo con el FMI.
“La inestabilidad macro y financiera de retrasar el acuerdo también puede ser políticamente costosa para el Gobierno antes de las elecciones”, dijo Armenta. AllianceBernestein mantiene bonos argentinos y participó en las recientes conversaciones de reestructuración.
Robert Koenigsberger, director de inversiones de Gramercy Fund Management y tenedor de bonos argentinos desde hace mucho tiempo, capta el consenso con su preocupación de que el Gobierno se quede sin tiempo para cerrar un acuerdo. En medio de la pandemia, el FMI está mostrando signos de ser más indulgente en sus demandas de austeridad fiscal, dijo Koenigsberger, pero esa buena voluntad no durará mucho.
“Argentina debe tener cuidado de no perder esta oportunidad”, dijo.