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EEUU esposó a Huawei. China tiene encadenado a EEUU: Tim Culpan

Imagine que es un ingeniero de producto de una marca de dispositivos estadounidense con sede en China. Tuvo que enviar su pasaporte para la renovación anual de su visa.

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Imagine que es un ingeniero de producto de una marca de dispositivos estadounidense con sede en China. Tuvo que enviar su pasaporte para la renovación anual de su visa.

Sin él, no puede viajar. Y con el aumento de las preocupaciones por la seguridad y una campaña contra las VPN (que permiten a los usuarios eludir la censura china de internet) su empresa decretó que todas las discusiones confidenciales sobre productos se hicieran en persona en las oficinas centrales. Pero la renovación de la visa está tardando mucho tiempo, usted queda atrapado en Shanghái y el ciclo de su producto se extiende día tras día.

En Shenzhen, donde se ensamblan sus dispositivos, la fábrica acaba de ser registrada por tercera vez ese mes. Los inspectores buscan infracciones a la seguridad y la salud laboral.

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Ha trabajado duro para cumplir con las normas, aunque las reglas parece que cambian constantemente. Una tubería un poco oxidada en la parte posterior de la instalación era todo lo que las autoridades necesitaban para cerrar la planta a la espera de que sea reparada. El responsable de la instalación ni siquiera puede encontrar una mención de óxido en la normativa, y la tubería no está en peor estado que en las dos inspecciones programadas anteriores. Ahora es un problema y se detiene la producción.

Un nuevo enfoque en los controles de capital congeló las remesas fuera del país. Las ganancias locales no se pueden enviar al extranjero y usted está teniendo dificultades para mandar dinero a los proveedores en Japón y Corea del Sur. No harán envíos a su fábrica en China sin ellas.

Podría tratar de obtener un préstamo de un banco japonés para cubrir, pero eso lleva tiempo y la temporada de compras navideñas se acerca. Es posible que se vea obligado a abastecerse localmente, pero nada hecho en China cumple con sus especificaciones. Para conseguir proveedores locales que cumplan con su estándar, necesitaría invertir bastante tiempo y dinero, y probablemente comprar equipos en su nombre.

Y no piensen que estos escenarios hipotéticos son mera ficción.

La preocupación por el futuro inmediato de Huawei Technologies Co., con su directora financiera detenida, es más que justificada. El suministro de componentes estadounidenses de su compatriota ZTE Corp. se vio amenazado, lo que puso a los ejecutivos en modo de pánico. Lo mismo podría pasar con Huawei si Estados Unidos escalara la detención de Meng Wanzhou a algo más amplio, como quieren algunos congresistas.

Las empresas estadounidenses tienen mucho que perder si ese escenario desencadena una reacción violenta en China. Apple Inc. es la más obvia, ya que los dispositivos de la empresa se arman allí. Va más allá: los enrutadores de Cisco Systems Inc., las computadoras de Dell Inc. y los cableados para Ford Motor Co. provienen de China. Incluso los servidores instalados por Facebook Inc., Alphabet Inc. y Amazon.com Inc. se pueden encontrar en la profunda cadena de suministro del país.

Donald Trump ha hecho de los aranceles a las importaciones chinas un pilar fundamental de su presidencia, y fueron parte de las discusiones con el presidente de China, Xi Jinping, la noche en que Meng fue detenida en Vancouver.

A pesar de la retórica de ambos lados, hasta ahora ha prevalecido la razón: los estadounidenses todavía están recibiendo sus iPhones y los chinos pueden comprar chips de Qualcomm Inc.

Pero cada vez más, los componentes extranjeros están siendo reemplazados por versiones locales. No se puede decir lo mismo de las esperanzas de EE.UU. de reemplazar la mano de obra, las fábricas y las cadenas de suministro chinas. Una planta de Foxconn Technology Group de US$10.000 millones en Wisconsin no reemplazará ni el 10 por ciento de la capacidad de la empresa taiwanesa en China, suponiendo que alcance la escala que se propuso. El lento progreso después de más de una década de trabajo en automatización muestra que los robots no están ni cerca de compensar la diferencia.

El punto medio ha sido que las empresas vayan a otro lado, como Vietnam, Taiwán y México. Eso tomará tiempo e, irónicamente, puede requerir financiamiento estadounidense para acelerar las cosas.

Mientras los políticos estadounidenses debaten un bloqueo de algunos productos a China, deberían considerar lo contrario. Es cierto, China no podría tomar una acción así contra los intereses de EE.UU. sin dañar también su propia economía. En un momento en que el crecimiento se ha desacelerado y aumentan las presiones a nivel mundial, no podría permitirse ese golpe.

Sin embargo, si EE.UU. continúa jugando duro con Huawei –un campeón nacional y pilar fundamental de las ambiciones tecnológicas estratégicas de China– no descarte que Pekín al menos le recuerde a las autoridades estadounidenses que tiene una bazuca en su alacena.

Puede que EE.UU. haya tenido éxito en poner a una ciudadana china en la cárcel. Pero China tiene sectores de la industria estadounidense encadenados.

Esta columna no necesariamente refleja la opinión de la junta editorial o de Bloomberg LP y sus dueños.