En una era de populismo y extravagancia, Rodrigo Maia no parece exactamente una figura política en ascenso. Con la cara redonda y la voz suave, el presidente de la cámara baja del Congreso de Brasil se ve un poco incómodo en su propia piel, jugueteando repetidamente con su corbata, su chaqueta, su anillo de bodas y su cabello ralo durante una entrevista de una hora de duración.
Sin embargo, Maia está en su mejor momento tras la histórica aprobación de un proyecto de ley de reforma de la seguridad social por el que es ampliamente reconocido. Voló a Nueva York para recibir el Premio al Servicio Público de Wilson Center, también tuvo una bienvenida de héroe entre los financieros de Wall Street que ahora lo ven como crucial para la estabilidad económica de Brasil.
Y Maia, de 49 años, no tiene miedo de revelar la escala completa de sus ambiciones: no solo planea usar su coalición centrista para impulsar otras reformas clave durante el próximo año, sino que habla abiertamente sobre cómo está coqueteando con una eventual campaña presidencial.
Reconoce que esa conversación es un poco prematura: después de todo, las próximas elecciones aún están a tres años de distancia y está lejos de tomar una decisión sobre si postularse, pero señala con cierta satisfacción que una encuesta local mostró recientemente que el 25% de los brasileños califican su desempeño como “bueno” o mejor.
Si bien eso no es exactamente una muestra abrumadora de apoyo, representa, según Maia, un gran salto con respecto a los números que obtuvo hace unos años (en comparación, el presidente del Senado está por detrás con solo 9%).
“Si me pregunta si me gustaría ser candidato a la presidencia de Brasil, por supuesto que sí”, dijo Maia. Si no logra presentar una candidatura viable en 2022 –algo que admite sin problema es posible, incluso probable–, espera poder al menos lograr suficiente apoyo entre los políticos moderados para influir en la carrera. “He podido construir un espacio en el centro que es mío”.
‘Una tercera vía’
La creencia de Maia en su posible candidatura se basa en parte en su precepción de que el surgimiento de políticos radicales en todo el mundo, que ayudó a llevar al populista de extrema derecha Jair Bolsonaro a la presidencia brasileña el año pasado, eventualmente se desvanecerá, ya que la gente ve el costo económico de un conflicto político constante. Una posible escalada de ataques entre Bolsonaro y el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva, un líder izquierdista popular que pronunció un discurso que Maia calificó de “demasiado radical” tras su liberación de la prisión a principios de este mes, puede acelerar este proceso, preparando el escenario para un candidato centrista.
“Si el radicalismo prevalece en ambos lados, la gente buscará una tercera vía”, dijo Maia, tomando prestada una línea del exprimer ministro del Reino Unido Tony Blair. Si Maia lograra de alguna manera encontrar un camino viable hacia la presidencia brasileña, probablemente se vería como Fernando Henrique Cardoso, un hombre que, como el presidente de la cámara, era un político poco natural, casi rígido, que se ganó el apodo de gran reformador económico.
En el caso de Cardoso, los logros fueron monumentales. Ideó el plan que aplastó la hiperinflación a mediados de la década de 1990 y marcó el comienzo de un período de estabilidad económica que ha durado en gran medida hasta hoy.
Maia sabe que sus victorias son, al menos por ahora, más modestas. La reforma a la seguridad social, su éxito histórico hasta el momento, le ahorrará al gobierno corto de efectivo unos US$190.000 millones durante la próxima década y ayudará a evitar que el déficit presupuestario se descontrole. Si bien el proyecto de ley fue propuesto por la administración Bolsonaro, es a Maia a quien se le atribuye ampliamente su aprobación, porque encontró una manera de lograr un consenso en la cámara baja dividida.
Nacido en Santiago, Chile, donde su padre estuvo en el exilio durante la dictadura militar de Brasil, Maia asistió a la universidad en Río de Janeiro, pero se fue antes de graduarse. Después de una breve carrera en la banca, siguió a su padre a la política y está en su sexto periodo como representante del estado de Río.
‘Gran centro’
Elegido por primera vez presidente en 2016, después de la acusación polarizadora a la presidente Dilma Rousseff, que sucedió a Lula, Maia demostró ser experto en el manejo de las facciones en guerra de la cámara. Entre ellas se incluyen algunos que detestan a Bolsonaro y apoyan al Partido de los Trabajadores de Lula y Rousseff; otros que apoyan a Bolsonaro y detestan al Partido de los Trabajadores; y, el “gran centro” amorfo, un grupo de partidos ideológicamente flexibles que gravitan hacia el dinero o el poder.
Lo siguiente en la agenda de Maia son una serie de reformas destinadas a estabilizar las finanzas del gobierno y poner en marcha una economía lenta. Entre ellas se incluye abordar el código tributario notoriamente complicado del país –lo que Maia considera tiene más potencial para impulsar el crecimiento que la reforma de las pensiones–, así como un conjunto de proyectos de ley destinados a limitar el gasto público y un cambio en las leyes de saneamiento que busca atraer inversiones en proyectos de infraestructura.
Maia es abiertamente optimista de que puede lograr la aprobación de todo esto para julio de 2020. ¿Poco realista? La historia ciertamente lo sugeriría. Renovar el código tributario, por ejemplo, ha sido un problema durante décadas y representa un duro desafío. Pero a Maia le gusta señalar la historia más reciente –la aprobación de la reforma de la seguridad social– como evidencia de lo que es posible.
“Todo el mundo dijo que no aprobaríamos la reforma de pensiones, especialmente una tan considerable y con tantos votos”, dijo Maia. “Tengo que ser optimista sobre las reformas restantes”.