Canopy Growth, el mayor productor de cannabis del mundo quiere impulsar el mercado de la marihuana medicinal en Europa. Para liderar la batalla, ha recurrido a una condesa inglesa que una vez perforó un agujero en su cabeza para drogarse. En una casa de campo apodada "Brainblood Hall", donde ha experimentado con drogas alucinógenas, Amanda Feilding evoca la imagen de la aristocracia inglesa excéntrica. Sin embargo, la Condesa de Wemyss y March no es una hippie nostálgica de los los viajes con ácido la década de 1960: es una destacada defensora del uso de drogas psicodélicas en la medicina, estudia sus efectos en la conciencia y asesora a los gobiernos sobre políticas.
Los tratamientos derivados del cannabis ya se han adoptado para enfermedades como la epilepsia, y Canopy, con sede en Canadá, reclutó a Feilding en una empresa de investigación de US$9,6 millones para estudiar el dolor del cáncer y la dependencia de los opioides. El cultivador está intentando superar a sus rivales, incluidos Aurora Cannabis Inc. y Tilray Inc., en el mercado europeo para la marihuana medicinal, que los analistas de Prohibition Partners proyectan alcanzará US$65.000 millones para 2028.
"Su capacidad para analizar científicamente lo que de otro modo se consideraría una terapia controversial la convierte en una muy buena socia", asegura Mark Ware, director médico de Canopy. "Ella es lo suficientemente valiente como para entrar en aguas relativamente inexploradas con nosotros, pero lo suficientemente científica como para proporcionar información realmente confiable".
Canopy tiene grandes planes para Europa: solo el Reino Unido tendrá ventas anuales de marihuana legal por aproximadamente US$800 millones en cinco años, según su fundador, Bruce Linton, a la par con los niveles canadienses actuales. El cultivador planea gastar US$115 millones en instalaciones nuevas en Italia, Grecia o España, junto con un sitio en Dinamarca, casi terminado, que producirá hasta 200 kilos por semana a finales de este año.
Europa se ha rezagado con respecto a EE.UU. y Canadá en la legalización de la marihuana. Muchos países aún amenazan con penas de cárcel por posesión para uso personal y recreativo. Sin embargo más de 10 naciones ahora permiten su uso médico, y otras 15 permiten la marihuana medicinal en ciertos casos, como la esclerosis múltiple, cuando los pacientes han agotado otras opciones.
"Ahora hay un impulso global imparable detrás de la reforma del cannabis medicinal", dijo Feilding en una entrevista en su mansión, rodeada de budas en miniatura, velas y tapices del sur de Asia inspirados por su padrino, quien dejó Gran Bretaña para vivir como monje budista en Sri Lanka. "Pronto se apoderará de Europa". Canopy espera aumentar las ventas, estimadas en US$182 millones este año, alentando a los reguladores europeos a otorgar licencias a más productos de salud basados en marihuana y persuadiendo a los médicos para que los receten.
Una empresa conjunta con la Fundación Beckley, de Feilding, planea analizar el contenido químico de varias cepas utilizadas en condiciones como el dolor, la adicción y la ansiedad; dos ensayos próximos sobre el dolor y la dependencia de las drogas incluirán alrededor de 250 pacientes, con resultados iniciales esperados en 2020. Los socios también están formando una compañía, Spectrum Biomedical UK, para vender productos de marihuana medicinal como aceites y cápsulas de gel suave en Gran Bretaña.
Feilding, de 76 años, quedó fascinada con los efectos cognitivos de la marihuana a fines de la década de 1960, cuando fumó su primer cigarrillo mientras escuchaba la música de Ray Charles. En 1996, creó la Fondation to Further Consciousness, a la que luego llamó Fundación Beckley, con el objetivo de investigar las drogas psicodélicas. Fue una idea controversial en ese momento.
"Durante mucho tiempo, ni siquiera se podía hablar de estos compuestos de manera positiva", dijo Feilding en una entrevista en su casa de campo. "Simplemente no era aceptable". Afortunadamente para Feilding, ha tenido la privacidad para experimentar en Beckley Hall, el nombre formal de su propiedad, rodeada por tres fosos al final de un camino sinuoso.
Además del cannabis, Feilding ha intentado el trepanado, una práctica en la que se perfora un agujero en el cráneo para exponer la duramadre, la vaina protectora del cerebro. Se trata del procedimiento quirúrgico más antiguo para el cual los arqueólogos han encontrado evidencia, usado en algunas culturas para tratar enfermedades mentales. En la década de 1960, los entusiastas dijeron que el trepanado induce un flujo sanguíneo cerebral y un estado de conciencia más alto y tranquilo.
En 1970, se filmó a la condesa realizandose el procedimiento a sí misma con un taladro de dentista antes de envolver su cabeza en una bufanda, comer un filete para reemplazar el hierro de la sangre perdida y dirigirse a una fiesta. Se postuló sin éxito para el Parlamento en 1979 y 1983, en una campaña para que el Servicio Nacional de Salud del Reino Unido ofreciera la trepanación a los pacientes.
Feilding aboga por una reforma política a la guerra mundial contra las drogas, que comenzó en 1971 bajo la presidencia de Richard Nixon en Estados Unidos. Durante las siguientes décadas, formó una red de científicos, políticos y analistas de políticas de drogas para tratar de lograr un cambio. En 2011, escribió una carta abierta a los gobiernos de todo el mundo recomendando la revisión de la convención de las Naciones Unidas sobre narcóticos de 1961 para que los países pudieran explorar políticas que se adecuen a sus necesidades domésticas.
Desde entonces, ha asesorado a Naciones Unidas y gobiernos, a la vez que trabaja con investigadores de Imperial College of London, Johns Hopkins University y otras escuelas en aproximadamente 40 publicaciones científicas, una de las cuales fue el primer estudio de imágenes del impacto del LSD en la conectividad cerebral. Mientras asesoraba al gobierno de Jamaica sobre la regulación de la industria de cannabis del país, comenzó a reunirse con funcionarios de Canopy; después de 18 meses de discusiones, nació la empresa conjunta.
Para el hijo de Feilding, Cosmo Feilding-Mellen, es muy diferente a su infancia, cuando las opiniones de su madre eran consideradas extravagantes. "La gente solía llamar a mi madre loca", cuenta Feilding-Mellen, de 34 años, director general de colaboración, "y ahora la ven como una visionaria".