A finales del mes pasado, cuando funcionarios estadounidenses se unieron al líder opositor venezolano Juan Guaidó cerca de un puente en Colombia para enviar ayuda a las masas y desafiar el gobierno de Nicolás Maduro, cerca de 200 soldados exiliados estaban revisando sus armas y planeando despejar el camino para el ingreso del convoy.
Dirigidos por el general retirado Cliver Alcalá, que ha estado viviendo en Colombia, iban a hacer retroceder a los guardias nacionales venezolanos que bloqueaban la ayuda en el otro lado. El gobierno colombiano detuvo el plan, ya que temía choques violentos en un evento altamente público que había prometido ser pacífico.
Casi ninguna provisión llegó ese día y las esperanzas de que los comandantes militares abandonen a Maduro no se han vuelto realidad hasta ahora. Aunque Guaidó esté de nuevo en Caracas, y sea reconocido por 50 naciones como líder legítimo de Venezuela, el imprevisto uso de armas muestra que el impulso para eliminar a Maduro, que EE.UU. considera inevitable, se está volviendo cada vez más caótico y arriesgado.
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A medida que el enfrentamiento se prolonga, aumentará la necesidad de buscar algún tipo de solución militar. El propio Guaidó insinuó esta idea inmediatamente después de la fallida misión humanitaria. Sus comentarios tuvieron una buena recepción oficial en Washington, Bogotá y Brasilia, pero el senador Marco Rubio, quien ha ayudado a moldear la política estadounidense sobre Venezuela, parecía animarlos. El presidente Donald Trump ha indicado que todas las opciones permanecen sobre la mesa.
Los valientes
Este artículo se basa en entrevistas con funcionarios estadounidenses y latinoamericanos y exiliados venezolanos, algunos de los cuales pidieron no ser identificados al hablar de asuntos confidenciales. Alcalá, el general retirado, reconoció el plan de acompañamiento de la ayuda a través de la frontera y dijo que entiende por qué los colombianos quisieron evitar conflictos. Un portavoz del gobierno colombiano no respondió a una solicitud de comentarios.
Los funcionarios estadounidenses que han impulsado la política de Venezuela -Rubio, el asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, y el enviado especial Elliott Abrams- continúan poniendo la cara y siendo valientes. Han aumentado la presión económica y diplomática y tuiteado a diario sobre la salida segura de Maduro.
Detrás del escenario, sin embargo, hay preocupación y consternación. En una sesión del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas la semana pasada, Rusia y China vetaron una resolución patrocinada por EE.UU. que solicitaba nuevas elecciones libres y justas y la restauración de la democracia. Además, cuando Guaidó estuvo en Colombia, el presidente Iván Duque expresó frustración. Testigos dijeron que Duque se quejó del fracaso de la promesa de Guaidó de traer a decenas de miles de venezolanos a la frontera para recibir la ayuda humanitaria.
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3,4 millones de refugiados
Ha habido otras preocupaciones. Guaidó tenía contemplado hacer una gira por las capitales europeas esta semana para obtener apoyo internacional, pero EE.UU. le dijo que era importante regresar a Venezuela o perdería el impulso que le quedaba.
Los funcionarios estadounidenses dicen que les preocupa que Colombia, un aliado vital que aún está superando una guerra de guerrillas de décadas, sea especialmente vulnerable a la crisis actual de Venezuela. El número de refugiados venezolanos que escapan de la escasez, la hiperinflación y el hambre probablemente superará los 3,4 millones actuales a más de 5 millones si Maduro sigue en el cargo para final de año, dicen. Muchos terminarán en Colombia.
El tráfico de drogas, que según EE.UU. está dirigido en parte por altos funcionarios venezolanos, podría minar aún más los esfuerzos de Colombia por detener el aumento del cultivo de coca. El impacto tanto del narcotráfico como de los refugiados también perjudicaría a Brasil, que está tratando de superar sus propias crisis económicas y de corrupción.
Debate tras bambalinas
A pesar de las solicitudes de intervención militar, ninguno de los gobiernos principales involucrados (EE.UU., Brasil o Colombia) está contemplando este escenario. Quienes se oponen a la idea dicen que se requerirían decenas de miles de tropas y miles de millones de dólares en un país del doble de Iraq, con un ejército permanente y milicias ciudadanas. Pero a medida que la situación se deteriora y cientos de soldados escapan a Colombia, el debate sobre las operaciones militares dirigidas continúa tras bambalinas.
Hector Schamis, profesor de la Universidad de Georgetown y asesor principal del secretario general de la Organización de los Estados Americanos, escribió un columna la semana pasada para el periódico El País en la que dice que Venezuela está sumido en una crisis similar a las de Bosnia y Kosovo en los años noventa. En ambos casos, la intervención militar extranjera que no fue aprobada por la ONU puso fin a una crisis humanitaria.
"Lo que digo es que el mundo esperó demasiado tiempo en Bosnia y Kosovo", dijo Schamis en una entrevista, y agregó que sus comentarios no reflejan las posiciones de la OEA o de su secretario general, Luis Almagro. “Es importante que los gobiernos latinoamericanos se involucren aquí. Estamos más allá de la guerra fría y la diplomacia de las cañoneras. Esta es la mayor crisis de refugiados en la historia latinoamericana. Tenemos que debatir todas las opciones, sin prejuicios".
Proceso largo y desordenado
El propio Almagro dijo en septiembre que la intervención militar concertada en Venezuela no se debe descartar del todo, aunque cualquier solución sea necesaria para cumplir con el derecho internacional.
Diplomáticos europeos y latinoamericanos dicen que se están preparando para un proceso largo y desordenado en el que Maduro se mantiene en el poder a pesar de una economía que va en caída libre. Un diplomático latinoamericano dijo que Maduro había aprendido de sus patrocinadores, los cubanos, sobre cómo ser resiliente. Las sanciones y la presión internacional pueden terminar fortaleciendo su régimen, al menos en el corto plazo.
"Soy más fuerte que nunca", dijo Maduro en un discurso apasionado y cargado de explosiones el día en que sus fuerzas de seguridad detuvieron la llegada de la ayuda humanitaria. Guardó algunas de sus palabras más duras para el gobierno de Trump y llamó a la iniciativa de ayuda un mero pretexto para la invasión extranjera. "De pie, gobernando nuestra patria, por ahora, y durante muchos años".
El diplomático latinoamericano, que ha estado en contacto con Washington, dijo que parece que la estrategia de EE.UU. continúa provocando inestabilidad en Venezuela con la esperanza de que Maduro tome una decisión que pueda justificar una acción estadounidense más agresiva. Bolton y Abrams comentaron que arrestar a Guaidó provocaría una respuesta severa.
Esto ha generado preocupación en Europa, donde la confianza en Trump es baja. En conversaciones en el Consejo de Seguridad, los aliados apoyaron la resolución de EE.UU. sobre Venezuela solo después de que eliminó el lenguaje que podría haber sido percibido como una justificación para la intervención militar, dijeron diplomáticos.
Los gobiernos latinoamericanos han rechazado oficial y sólidamente cualquier intervención de este tipo. Pero varios funcionarios latinoamericanos y exiliados venezolanos dijeron que tanto Brasil como Colombia están preocupados de que puedan estar más tentados por una operación militar rápida que elimine a Maduro en los próximos meses si nada cambia nada.