Antonela Semadeni, economista de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA), explicó en diálogo con Canal E cómo se distribuye la renta agrícola y por qué la carga impositiva sigue siendo un factor crítico para el sector.
El último informe de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina (FADA) volvió a poner el foco sobre la presión fiscal que enfrenta el sector agropecuario. Según los datos de diciembre, el 56,3% de la renta agrícola se destina al pago de impuestos, una cifra que supera ampliamente lo que finalmente percibe el productor.
“Un productor obtiene ingresos por la venta del cultivo, pero también incurre en gastos como fertilizantes, insumos, mano de obra, fletes y maquinaria”, explicó Semadeni. En ese marco, detalló que “la diferencia entre ingresos menos gastos es lo que llamamos resultado económico o renta agrícola”.
Sobre esa renta, el reparto es desigual: el Estado se queda con más de la mitad, mientras que el productor apenas accede a un margen reducido. “En el promedio de los cuatro principales cultivos a nivel nacional, el 56,3% es pago de impuestos, el 28% corresponde al alquiler y solo el 16% queda como resultado económico del productor”, subrayó la economista.
Impuestos nacionales: el mayor peso sobre el agro
Uno de los puntos más relevantes del informe es el peso de los impuestos nacionales, especialmente los no coparticipables. “Este tipo de informes muestra que el 56% son impuestos nacionales no coparticipables, como las retenciones”, señaló Semadeni, remarcando dónde debería ponerse el foco del debate fiscal.
Además, explicó que “el 37% corresponde a impuestos nacionales coparticipables, como IVA y Ganancias; el 6% a impuestos provinciales y apenas el 0,7% a impuestos municipales”. Esta distribución deja en evidencia que las decisiones del Gobierno nacional son determinantes para la rentabilidad del sector.
Otro factor clave es el alquiler de la tierra. “En la región pampeana centro, el 70% de los campos son alquilados”, indicó Semadeni, lo que reduce aún más el margen del productor. Y agregó: “Este índice lo medimos desde 2007 y casi siempre da por arriba del 60%, e incluso más del 90% en años de sequía”.
Cultivos y provincias: la rentabilidad marca la diferencia
El informe también analiza el impacto por cultivo. “Vimos una mejora en soja, maíz y girasol, pero una suba del índice en trigo”, explicó Semadeni. La razón: “Tuvimos una cosecha récord de trigo, hubo exceso de oferta y el precio cayó casi 20 dólares”.
En cuanto a las provincias, aclaró que un mayor índice no siempre implica más impuestos. “Tiene que ver con la rentabilidad: si el resultado económico es menor, el peso de los impuestos es mayor”, sostuvo. Por eso, provincias con suelos menos productivos muestran índices más elevados, aun con esquemas impositivos similares.