La educación superior en Argentina atraviesa una etapa dura. Tras una nueva jornada de movilización en reclamo de la Ley de Financiamiento Universitario, el gobierno nacional mantiene firme su postura de no comprometer el déficit cero, lo que ha derivado en una parálisis que ya impacta en el funcionamiento cotidiano de las universidades.
Lucas Luchilo, profesor de historia latinoamericana en la Universidad de Buenos Aires y director de la Escuela de Educación de la Universidad de la Ciudad de Buenos Aires, analizó en Canal E la situación en diálogo con este medio. “Hay un deterioro sostenido, sobre todo en términos salariales y de financiamiento para la investigación. Y ese desgaste se empieza a notar”, explicó.
Crisis salarial y condiciones de trabajo
“Los docentes universitarios somos empleados públicos, y desde fines de 2023 no se ha recuperado la pérdida de poder adquisitivo”, señaló Luchilo. A esto se suma la situación del personal no docente, que también sufre el estancamiento salarial.
En paralelo, se suma la crisis en los gastos de funcionamiento. “Algunos rubros básicos como la luz están siendo atendidos parcialmente, pero lo más complejo está en las áreas vinculadas a la investigación. Ahí los recursos están prácticamente congelados”, remarcó el académico.
Investigación científica paralizada
Uno de los principales focos de preocupación está en el desarrollo científico y la investigación universitaria. “Antes no había muchísimo financiamiento, pero había. Hoy está todo virtualmente detenido, tanto desde la Agencia Nacional de I+D+i como desde la Secretaría de Políticas Universitarias. Eso va a generar un deterioro que tal vez no se note hoy, pero sí en uno o dos años”, advirtió.
Además del impacto presupuestario, existe un efecto desmoralizador: “No es un clima entusiasmante para quienes trabajan o estudian en la universidad. Se hace lo posible, pero hay un malestar lógico”, resumió.
¿Éxodo científico o reorientación profesional?
Consultado sobre la posibilidad de una fuga de cerebros, Luchilo aclaró que no hay datos estadísticos certeros, pero sí evidencia anecdótica. “Lo que puede pasar es una reorientación profesional: investigadores jóvenes que, ante la falta de horizonte, pasan al sector privado o cambian de rubro”.
Sobre una posible emigración masiva, el profesor fue más escéptico: “No es sólo cuestión de querer irse, también hay que ver si hay mercado laboral en los países de destino. Hoy Europa y Estados Unidos también enfrentan restricciones en sus sistemas científicos. Así que no veo una salida masiva, aunque sí casos puntuales”.
Un sistema bajo presión
Luchilo también hizo referencia a los niveles de calificación docente en la UBA y otras universidades públicas: “Es un proceso de largo plazo. Hay formación de posgrado creciente y una tradición de incorporación de profesionales altamente capacitados. Pero si no se sostiene el financiamiento, mantener esa calidad se vuelve cada vez más difícil”.
El deterioro no es sólo salarial, advierte, sino estructural: “Sostener equipos, instalaciones y laboratorios requiere políticas activas. Y hoy no las hay”.