CICLO DE ENTREVISTAS
USBA

Nicolás Massot: “La Ley Bases se va a aprobar”

El diputado de Hacemos Coalición Federal participó del Ciclo de Entrevistas organizado por estudiantes del Posgrado de Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador (USAL). La posición esquizofrénica del Presidente para descalificar el disenso.

Nicolás Massot participó del Ciclo de Entrevistas
Nicolás Massot participó del Ciclo de Entrevistas | Ciclo de Entrevistas del Posgrado de Periodismo de Investigación

Nicolás Massot participó de una conferencia de prensa organizada por estudiantes del Posgrado en Periodismo de Investigación de la Universidad del Sur de Buenos Aires (USBA) y la Universidad del Salvador (USAL), en la que anticipó la sanción del proyecto que impulsa el oficialismo. "La Ley Bases va a ser aprobada. Estimo que en tres o cuatro semanas, como mucho, ya habrá vuelto del Senado y quedará para la revisión de Diputados", sostuvo.

El diputado de Hacemos Coalición Federal también indicó que Javier Milei se muestra intolerante frente a las críticas. "Es el único caso de un presidente que decidió abrir veinte batallas simultáneas, con una posición un tanto esquizofrénica. La de descalificar el disenso. La casta, los zurdos, las ratas, son todos adjetivos que tienen un solo patrón común: los que osan cuestionar a su gobierno”, señaló Massot en el Ciclo de Entrevistas coordinado por Rodrigo Lloret, director de vicerrector de USBA.

Recientemente usted expresó que la Ley de Bases ya no es de Milei, sino que es una ley del Congreso. ¿El Gobierno hizo poco para la lograr la aprobación?

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—Me refería principalmente a que la ley de Milei fue la que se presentó en enero. Si no, parece que cada vez que el Congreso sesiona autónomamente, está haciendo un favor al gobierno de turno. Y eso es una visión absolutamente inmadura e incorrecta. Precisamente, quería destacar que la ley de Milei era muy mala. La ley que vino en enero incluía cuestiones como la cuadruplicación de las retenciones a la industria, la eliminación absoluta de la desindexación jubilatoria, 17 superpoderes que, de haberse aprobado, habrían cerrado virtualmente el Congreso por cuatro años, y la autorización para privatizar, sin ningún tipo de control del Congreso, la totalidad de las 41 empresas públicas, incluyendo YPF y muchas otras que funcionan muy bien. También incluía capítulos enteros de reformas en la cultura y el Código Civil que eran absolutamente secundarios. Esa era la ley de Milei, una ley que no tuvo aprobación precisamente por tener errores sencillos y discusiones poco urgentes. Entonces, la ley que está saliendo no es la de Milei. A partir de la propuesta del Gobierno, el Congreso consideró oportuno adecuarla, manteniendo, por supuesto, la línea de lo enviado por el Gobierno. Mi declaración fue una reacción a una pregunta simplificada o a un eslogan simplificado, que es la idea de que todo lo que se vota, se vota como una concesión. La verdad es que muchas de las cosas que se están votando forman parte de lo que en otros partidos venimos sosteniendo desde hace tiempo.

—¿La no aprobación del proyecto de la Ley de Bases puede afectar a la gobernabilidad?

La Ley Bases se va a aprobar. Pero hay ahí otro gesto de inmadurez que yo veo, que le viene bien al Gobierno en su estrategia de victimización, y es sostener que cualquier cambio en el Congreso respecto a la ley es en contra del Gobierno. Como si los poderes ejecutivos mandaran leyes infranqueables que son indiscutibles y el Congreso básicamente estuviera ahí para ratificarlas o rechazarlas, sin ningún punto intermedio. Este gobierno tuvo gobernabilidad desde el primer momento. El Congreso sesionó sin parar desde el 3 de enero, y no lo hizo antes porque el gobierno no enviaba la ley. Esta es una ley que, en términos de gobernabilidad, si el gobierno la hubiera tenido preparada cuando asumió, enfocándose en las cuestiones tributarias, fiscales, de privatizaciones y previsionales, probablemente el ejecutivo se hubiera ido antes de las fiestas con la ley sancionada. Hubo una gran mala praxis de parte del gobierno y una enorme falta de priorización de los temas a tratar. Lo que también es cierto es que, ya sea por falta de experiencia o errores no forzados, el Gobierno demoró el tratamiento. Es común que, en una crisis de esta envergadura, el propio Ejecutivo o el oficialismo en el Congreso propicien que Diputados y Senadores trabajen a la par. En este caso, los Senadores hubieran introducido sus propias observaciones en la versión de la Cámara de origen, y la revisión hubiera durado dos semanas. Eso no pasó aquí. El Senado estuvo olvidado, hubo dos divisiones separadas totalmente desvinculadas, y eso es lo que estamos viviendo hoy. Pero no, retomando la pregunta, esto no afecta la gobernabilidad. La ley va a salir. Estimo que en tres o cuatro semanas como mucho ya va a haber vuelto del Senado y quedará a revisión de Diputados.

Alumnos del Posgrado de Periodismo de Investigación durante el Ciclo de Entrevistas

—Guillermo Francos dijo que es insólito que el Congreso no haya sancionado hasta ahora ninguna ley a Milei. ¿Qué opinión le genera esta apreciación?

—Son apreciaciones exentas de autocrítica. El gobierno ha cometido muchos errores y ha trabajado de manera contradictoria. Principalmente, el Presidente ha repetido en varias oportunidades que la ley era irrelevante y que no la necesitaba, transmitiendo ese sentimiento a los funcionarios, quienes recurrentemente han sido desautorizados en su rol de intermediación con otras fuerzas políticas necesarias para sancionar una ley. Durante semanas, incluso meses, en el caso de Diputados, faltaron interlocutores válidos. Ante la primera oleada de propuestas de modificación, que eran todas mejoras desde mi punto de vista, se respondió con una campaña comunicacional de acusación a los opositores como pocas veces se ha visto. La cantidad de errores durante el proceso ha sido demasiada para decir que la responsabilidad recae en el otro. Los gobiernos anteriores tuvieron leyes mucho antes que éste porque fueron simplemente mejores.

—¿Milei no recibió la tradicional "luna de miel" que suele darse a los presidentes electos?

—No, yo no creo que no se le haya dado. Es el único caso de un presidente que decidió abrir veinte batallas simultáneas y una posición un tanto esquizofrénica de descalificar el disenso porque la casta, los zurdos, las ratas son todos adjetivos que tienen un solo patrón común: los que osan cuestionar su gobierno. A todos los que cuestionan los ubica en ese lugar. A muchos que siendo célebres integrantes de la casta los tiene dentro de su gobierno, o son los candidatos que propone para a la Corte o como empresarios amigos a los que no se les toca cuestiones escandalosas, solamente por alabarlo o hablar bien de él los excluye automáticamente de esa categoría. No es que se le esté negando la luna de miel, es que el escenario de suma cero y de conflicto permanente que plantea él también es un escenario que no se ha vivido nunca y, te diría más, hay bastante madurez de la oposición para recibir tanta descalificación, tanto agravio y, aun así, acompañar y votar a conciencia de lo que necesita la Argentina y no de lo que necesita Milei. La idea es abstraernos de ese agresor que parece querer boicotear las cosas y avanzar, respetando que restan tres años y medio de este mandato.

—En febrero el presidente calificó al Congreso como un "nido de ratas" y hace poco lo reafirmo en un tuit donde posteo una imagen creada con IA de unas ratas en el Congreso ¿Qué le generan esas descalificaciones del presidente?

—Me genera una mezcla de tristeza y vergüenza. Pero no, a mí no me interpela.

—¿Milei se podría poner más violento con el correr de los meses?

—El único basamento de esa opinión es la apreciación de lo que hemos visto de sus reacciones ante situaciones de estrés o de tensión. Lo que observo, como patrón común de comportamiento de su personalidad, es que, ante un contrapunto, una crítica o una idea alternativa, nunca se observé una contra argumentación. Es raro ver a Milei contra argumentando una idea. En general lo que se ve es a un Milei que descalifica al emisor de la idea, que acusa o difama o que simplemente con algún adjetivo, difama al emisor sin contra argumentar la idea. Entonces, frente a esta observación, que ha sido recurrente en estos meses y en la campaña, habiendo numerosos altercados con periodistas en ruedas de prensa ante una sola repregunta o directamente ataques de ira, uno ve que, frente a una realidad que puede empezar a mostrar caras adversas en algunos puntos, no se ha visto a un presidente que haga una pausa, que reflexione, que recapacite o que busque apoyo en actores intermedios, sino que vemos que elige el tono de la descalificación y los ataques.

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—Si la crisis social aumenta, ¿Milei terminará su mandato?

—Sí, Argentina vive inmersa en un fetiche por la interrupción de mandatos con una facilidad que resulta alarmante. Aunque es una buena noticia que los pesos y contrapesos en el sistema funcionen, también considero indispensable abandonar esa fantasía, que tiene un fundamento histórico reciente, y entender que debe ser una condición sine qua non que se acepten los resultados de las elecciones, que estas sean transparentes y que los mandatos se cumplan. Debería ser una situación extraordinaria, casi una violación flagrante de la Constitución, por ejemplo, la intervención de provincias sin justificativos, siendo este el único argumento posible para volver a discutir dicho tema. Ahora bien, lo que definitivamente puede ocurrir, y en el caso de Milei no sería una anomalía o rareza, ya que le ha sucedido tanto a Alberto Fernández como a Macri, es que el avance de una realidad adversa impacte sobre la legitimidad del gobierno, quitándole potencia e iniciativa. El gobierno de Juntos por el Cambio terminó, entre comillas, antes de la finalización de su mandato: en diciembre de 2017, perdimos una cuota importantísima de capital político, lo que nos dejó sin la iniciativa política para proponer una agenda; los dos años siguientes fueron más de resistencia que de implementación de cambios. A Alberto Fernández le sucedió lo mismo después de la pandemia. Entonces, si bien los gobiernos ya no enfrentan interrupciones institucionales, lo cual es digno de celebrar, no significa que conserven su vigor y su capacidad para marcar agenda durante cuatro años. Esto está estrechamente vinculado a la construcción política que cada gobierno pueda llevar a cabo y al nivel de cumplimiento de las expectativas que haya generado.

—Firmaron dictamen por el presupuesto universitario junto al bloque de Unión por la Patria. ¿Esto significa que se puede trabajar en conjunto con dicho bloque?

—Va a depender del tema. Obviamente que como los paradigmas cambian más lento que la realidad hay todavía muchos actores que la grieta anterior, por haber rivalizado tantos años con Unión por la Patria, les genera como un freno cualquier tipo de coordinación con quien hasta hace poco era su principal adversario, pero creo que hay temas que tienen la suficiente potencia como para superar esos prejuicios y lograr coordinación. A veces los errores tan groseros del gobierno terminan salvando distancias que hasta hace poco eran insalvables. Cuando el gobierno, tan solo con impulsar algunas auditorias prácticamente se lleva puesta la financiación más básica de todo el sistema universitario, bueno se vio con la masiva marcha, que sería un error de calificarla como opositora, había infinidad de gente que había sido votante de Milei, y que tal vez lo vuelva a votar, pero que le estaba poniendo un límite en las calles, como así lo hizo el Congreso y la Justicia dentro de lo que es el sistema republicano.

—En ese sentido, hay un debate muy interesante en torno a si Milei sostiene el nivel de apoyo que lo llevó al gobierno o si esto no es así por las medidas que ha tomado. ¿Qué lectura hace al respecto?

—Esta observación surge de mediciones de métricas, de encuestas que, obviamente, si están bien realizadas, tienen cierto rigor científico; son datos concretos. Entonces, más que una mera opinión, lo que me interesa cuando se presentan datos en el medio, son datos alternativos. Una medición muy prestigiosa de la Universidad Di Tella, por ejemplo, no indaga por nombres específicos, sino por la confianza que el gobierno genera en un momento dado, lo cual constituye una métrica fácil de comparar entre distintas administraciones. Es destacable el hecho de que Milei, a tan solo cinco meses de haber asumido, tenga más de 50 puntos de imagen positiva, lo cual resulta algo anómalo y digno de resaltar. Por lo tanto, al considerar los casos de Néstor Kirchner y Mauricio Macri, que representan polos opuestos en la política nacional y en dos momentos distintos de la historia del país, ambos empezaron con niveles bajos de confianza y rápidamente alcanzaron los 65 o 70 puntos, manteniéndose en ese rango durante su primer año de gobierno. En contraste, Milei comenzó con un índice muy alto, 59 puntos, y ahora se sitúa en 50, lo que indica que aún se mantiene en niveles elevados, pero también revela que este gobierno comenzó con una desventaja en términos de percepción pública, a diferencia de los anteriores. Al poner esta situación en perspectiva, es importante destacar que Milei ha enfrentado estos seis meses iniciales en condiciones adversas, marcadas por una recesión severa, una inflación elevada y una disminución del ingreso familiar. Sin embargo, es relevante notar que tanto Néstor, como Alberto y Macri, a los seis meses de gobierno, estaban mejor posicionados que Milei en la actualidad, a pesar de haber comenzado desde niveles más bajos. Esto sugiere que lo que está ocurriendo no es tan excepcional. Además, es notable que los niveles de confianza de Néstor se mantuvieron durante tres años, mientras que los de Macri solo duraron año y medio, y los de Alberto se vieron afectados en el momento en que la cuarentena se volvió más rigurosa, aproximadamente a los ocho o nueve meses de su mandato.

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—¿Hay una fractura en el PRO o son simplemente diferencias?

—No estoy seguro de si hablar de una fractura sería adecuado. Lo que parece haber, como suele suceder en los diversos partidos políticos, son posturas divergentes en cuanto al rumbo que el partido debería tomar. Todas las instituciones cuentan con mecanismos para resolver estas cuestiones, como órganos de gobierno donde se toman decisiones por mayoría, y el resultado de estas votaciones no necesariamente significa que el partido se fracture o se divida. Sin embargo, creo que aún queda mucho por ver. Probablemente sea necesario esperar hasta las próximas elecciones para tener un panorama más claro. Es evidente que existe una coalición parlamentaria entre el PRO y Libertad Avanza, lo cual es bastante notorio. Si esta alianza tendrá repercusiones electorales está por verse, pero vale la pena recordar que el próximo año las elecciones no serán de carácter nacional. Por lo tanto, no debemos nacionalizar la discusión, ya que habrá 24 elecciones provinciales. Es completamente posible que en algunas provincias el PRO y Libertad Avanza compitan juntos, mientras que en otras no lo hagan, y esto no debería ser motivo de sorpresa para nadie.

—¿El PRO podrá sobrevivir a Milei? Porque si el Presidente acierta, podría experimentar una situación similar a la que vivió la Ucede durante el menemismo, pero incluso si no acierta, podría enfrentar un destino como el del Frepaso con la Alianza.

—No sé si indemne, creo que el PRO tiene a esta altura más recorrido que el que tuvo la Ucede y el Frepaso particularmente en términos territoriales. El PRO tiene tres gobernadores, decenas de intendentes, algunos muy significativos como en Mar del Plata, Vicente López, Tres de Febrero. Desde ese punto de vista ha quedado a otra distancia ya. La territorialidad te da transcendencia en los procesos electorales que han nacionalizado como los que vivió el Frepaso o la Ucede. De manera que desde ese lugar me animaría a decir que tiene más recorrido, más vuelo. Lo que sí sin duda le ha pasado, y eso va a tener consecuencias en el escenario, es que hoy no lidera su propio electorado. Por el momento lo tiene compartido y eso puede generar una discusión secundaria en su interior, y eso siempre supone situaciones incomodas.

—Teniendo en cuenta que el Pro no lidera su propio electorado, ¿con Mauricio Macri no alcanza y sin él no se puede?

—No lo sé. Hoy en el planteo hacia adelante surgen dos dimensiones importantes: en el ámbito parlamentario, tanto el PRO como la UCR, Hacemos Coalición Federal y algunos otros bloques han sido determinantes para proporcionar herramientas a este gobierno. En este sentido, el PRO es especialmente relevante, ya que ha desempeñado un papel casi equiparable al de La Libertad Avanza. En cuanto a la segunda dimensión, la electoral, el próximo año dependerá en gran medida del territorio que pueda movilizar Macri. Es crucial considerar si La Libertad Avanza decide presentar candidaturas propias en la Ciudad de Buenos Aires, Tres de Febrero, Mar del Plata o la Provincia de Entre Ríos. ¿Cuál será la reacción territorial del PRO en esos casos? ¿Cómo responderán Jorge Macri, Montenegro o Valenzuela? No es tanto cuestión de preguntarse qué hará Macri, ya que el próximo año se trata de elecciones provinciales, donde solo cuentan los partidos de cada distrito. Es probable que exista una voluntad de acuerdo con La Libertad Avanza, dado que cualquier división en su electorado podría hacer que estos gobernadores o intendentes pierdan el control de sus legislaturas locales. En mi opinión, no deberíamos centrarnos tanto en la figura de Macri; el PRO es un partido con autonomía y diversos intereses que guiarán estas decisiones.

Agradecemos su participación en este Ciclo de Entrevistas con estudiantes de USBA y le damos la oportunidad de cerrar con un comentario final.

—Les agradezco la invitación, creo que no es la primera vez que participo, porque hace unos años me había tocado también. Espero verlos, en unos años, en uso de las armas y recibirlos en el Congreso en sus desempeños profesionales. Todos los éxitos.

Juan Manuel López y Federico Pretzel
Estudiantes del Posgrado en Periodismo de investigación
Universidad del Sur de Buenos Aires