“Ha sido un año interesante”, dice al otro lado de la línea Lino Barañao sobre sus primeros doce meses a cargo del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva en el gobierno de Cambiemos. “Nos adaptamos a una forma de gestión distinta y logramos conformar un buen equipo y también integrarnos al gabinete”, reflexiona el único funcionario kirchnerista que continuó con Macri.
Luego del acuerdo alcanzado con los investigadores del Conicet, por el cual el Gobierno se comprometió a extender casi 500 becas hasta fines de 2017, Barañao ratificó su continuidad en el cargo y denunció que hubo “un uso político” del conflicto con el Conicet. “Los años anteriores había críticas a la gestión pero se hacían en la oficina, ahora todos esos investigadores se quejan públicamente. Hubo años que no hubo fondos, hasta que se tuvo que saltear una convocatoria y ningún científico se manifestó. Ahora ante cuestiones de menor envergadura hay miles de personas en la calle. Se critica a la agencia para criticar la política del Gobierno. Es insólito: hay un sector que pide mi renuncia para que venga un funcionario peor”.
En un contexto de reducción presupuestaria, Barañao sabe que el 2017 no será fácil: “Va a ser un año que va a exigir habilidades políticas para conseguir presupuesto. La diferencia que tenemos con respecto a otras áreas es que hay compromisos asumidos. Eso se entiende y me han dado la garantía de que voy a contar con los fondos necesarios”.
—¿Cómo se implementará la integración de doctores a distintos organismos?
—A fines de enero empezaremos las reuniones con los becarios. El Conicet es el único organismo que forma doctores, pero estos son necesarios en todas las instituciones científicas y también en la administración pública. Lo que pasa es que no había hasta ahora un camino efectivo para insertarlos adecuadamente. Va a ser una primera experiencia pero apostamos a que sea uan política a largo plazo. El Conicet tiene una capacidad limitada de recursos, tiene que hacer una selección por calidad. No pueden entrar todos. Cada postulante implica una inversión del Estado muy grande. Cada doctor (cinco o seis años de becas), más los insumos, infraestructura y demás, insume entre un millón y un millón y medio de pesos.
—¿Por qué hacer un recorte ahora si el Conicet venía en un proceso de expansión?
—Se planteó originalmente para el Conicet un máximo de 14 mil investigadores, que es una cifra bastante superior a otras partes del mundo. Lo que pasa es que el Plan se hizo hace varios años, en ese momento se necesitaba una renovación generacional. Seguir incrementando un 10% al año implicaría que al cabo de siete años el Conicet tendría que duplicar su personal. Eso sería la muerte del organismo. Lo que se pensó para esta etapa, pero no se comunicó adecuadamente, es que haya menos ingresos pero que sean constantes en el tiempo.
—Durante el conflicto hubo un ataque a través de las redes a los investigadores en ciencias sociales. ¿Qué opinión le merece?
—Creo que es poco serio juzgar un trabajo por el título, cada disciplina tiene sus criterios. Hay muchos esquemáticas que tienen que ver con la formación de arquetipos a través de los medios y la cultura popular. Pero hay que ver el detalle, uno no puede juzgar livianamente eso. Sí es cierto que tenemos entre los que buscan ingresar al Conicet mayoría de ciencias sociales. Eso refleja lo que pasa en la educación universitaria donde hay una población muy grande de graduados en ciencias sociales. Las ciencias exactas, ingeniería, etc., son disciplinas necesarias para el desarrollo del país. Creo que tenemos que pensar, y vamos a comenzar en breve una discusión en este sentido, qué tipo de investigador necesitamos, qué información requiere el país y de esa forma priorizar la formación de recursos humanos.
