El científico argentino Christian Gerdes, que es uno de los tantos "cerebros" que se fueron del país, regresó para quedarse. Fue uno de los creadores de un anticuerpo monoclonal recombinante que se utiliza como “terapia innovadora” en pacientes con leucemia linfática crónica y linfoma folicular, estuvo en Buenos Aires y trajo aires de esperanza.
“Si avanzamos en la formación científica acá, la Argentina podría volverse un hub tecnológico. El potencial es increíble. Lo único que falta es gente que lo quiera hacer”, dijo sin más durante la conferencia que, como biólogo molecular y biotecnólogo, dictó en el Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina (IUDPT).
“En la actualidad, la rentabilidad de lo invertido en investigación y desarrollo por las grandes farmacéuticas no supera el 2%. Es decir que está por debajo del rendimiento de los bonos del Tesoro de los Estados Unidos. Ése es un gran problema, que no se ve en las noticias”, indicó Christian Gerdes.
“Por lo tanto, hay que mejorar la estrategia de ‘industria más desarrollo’ en farmacología. ¿Cómo? Bajando los costos de desarrollo, que superan los 3.000 millones de dólares por cada fármaco, y aumentando los índices de éxito, que no llegan al 10% del total de moléculas desarrolladas”, sostuvo.
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De acuerdo con el científico, que se fue del país en 1997 para hacer un doctorado en la Universidad de Manchester, la tercerización de estudios preclínicos in vitro o in vivo que está llevando adelante el sector de la industria farmacológica representa una oportunidad gigantesca para nuestro país.
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“En la actualidad, la Argentina es más barata que la India y que China. Sólo necesitamos gente que sea capaz de dirigir esos estudios. Por eso es tan importante la función que cumple un instituto universitario como el IUDPT para su formación”, explicó Christian Gerdes.
“Los chinos y los indios tienen la infraestructura, pero necesitan mejorar sus capacidades para hacer esos estudios” abundó Gerdes, cofundador de la empresa suiza Glycart Biotechnology en la que desarrolló una tecnología desconocida hasta entonces, patentada como GlycoMAb, una plataforma que permite modificar los azúcares de anticuerpos terapéuticos para aumentar su actividad biológica.
Una vez en marcha, Gerdes vendió su empresa al Laboratorio Roche, en 2005, por 235 millones de francos suizos, pero no se desvinculó de sus proytectos e investigaciones ya que pasò a ser jefe de Farmacología de Roche durante 13 años, hasta 2018.
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Fue entonces cuando Gerdes desarrolló el Obinutuzumab, un anticuerpo monoclonal recombinante anti-CD20 humanizado tipo II del isotipo IgG1, modificado por glicoingeniería, que es indicado como terapia, en diferentes combinaciones, para pacientes con leucemia linfática crónica y linfoma folicular.
Y este desarrollo fue muy bien recibido por la comunidad médica ya que, en 2013, fue el primer fármaco aprobado por la Administración de Alimentos y Medicamentos de los Estados Unidos (FDA, por sus siglas en inglés) bajo el régimen de “terapia innovadora”.
Gerdes regreó al país y participó del ciclo de conferencias abiertas a la comunidad que organizó el Instituto Universitario para el Desarrollo Productivo y Tecnológico Empresarial de la Argentina (IUDPT). Entre un centenar de asistentes, disertaron Guillermo Gómez Galizia, presidente de la Fundación DPT; Mariano Álvarez, rector del IUDPT; Cintia Hernández, secretaria de Ciencia y Tecnología del instituto universitario; representantes de las cámaras argentinas de Biotecnología y Bioinsumos y otros referentes del sector.
Una de las mayores ambiciones de Christian Gerdes, en este momento, es desarrollar un proyecto de estudios preclínicos en industria farmacológica en la Argentina.
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“Ya lo hice en España, usando la infraestructura de la Universidad de Málaga. Acá tenemos toda una infraestructura científico-tecnológica que no está abocada a este objetivo en forma primordial. Por lo tanto, lo único que se necesita hacer es usar infraestructura que ya existe con mejor criterio estratégico”, expresó.
Como ventaja, el científico insistió en que la Argentina cuenta con los recursos humanos necesarios para estar a la altura de este desafìo. “Se necesita gente idónea, que haya trabajado en ciencia básica y que solucione los problemas. En un proyecto de este tipo, sus servicios se van a cobrar a precios internacionales, como los que gana un experto de Globant, por ejemplo”, concluyó para tentar a más de uno que seguramente ya estará armando su CV.