La estrella pop Ariana Grande cerraba su concierto en el Manchester Arena el pasado lunes por la noche cuando el atacante suicida Salmon Abedi, de 22 años, detonó un dispositivo casero dentro del edificio, que causó la muerte de 22 personas e hirió a un centenar. Este trágico atentado –un nuevo golpe a Europa de extremistas islámicos– inevitablemente abre muchos interrogantes: ¿cómo y por qué actúan los terroristas? ¿Qué los lleva a cometer estos crímenes?
Ahora, una investigación liderada por científicos argentinos del Conicet, la Fundación Ineco y la Universidad Favaloro se mete en el cerebro de los terroristas y nos da algunas pistas para tratar de entender el fenómeno: su razonamiento moral difiere del juicio del resto e, incluso, del de criminales comunes. “El estudio reveló que terroristas extremos juzgan moralmente las acciones de los otros focalizándose en los resultados de la acción más que en las intenciones subyacentes, sugiriendo que su moral prioriza el fin sobre el medio”, le resumió a PERFIL Agustín Ibáñez, director del Instituto de Neurociencia Cognitiva y Traslacional (Incyt).
En el trabajo publicado en la revista Nature Human Behaviour los científicos realizaron pruebas cognitivas y psicológicas a un grupo de 66 paramilitares colombianos que habían sido condenados por actos de terrorismo, con un promedio de 33 víctimas por persona. Luego compararon los resultados con un grupo control y, además, con asesinos (no terroristas) encarcelados. “Hicimos más de treinta pruebas en las cuales evaluamos distintos aspectos de los procesos mentales, por ejemplo, las funciones ejecutivas, el reconocimiento de las emociones y las conductas agresivas”, explicó Ibáñez.
Los científicos encontraron que los terroristas exhiben niveles mayores de agresividad y niveles más bajos de reconocimiento emocional que los no criminales. Sin embargo, las diferencias más significativas se registraron en la cognición moral. Para esto, se presentó a los participantes del estudio una serie de escenarios en los que los personajes deliberadamente o accidentalmente podían dañar a los demás, y cuyo resultado finalmente terminaba o no en un daño real. A cada participante se le pidió que calificara el escenario en una escala que iba desde “totalmente prohibido” a “totalmente permitido”.
Habitualmente los individuos tienden a atribuir mayor importancia a las intenciones que a los resultados al juzgar la moralidad de una acción. “Siempre que se detecta una acción intencional de dañar se tiende a juzgar moralmente como más malo un acto que si no existe dicha intención. Si Pedro está celoso de Juan y lo quiere asesinar; ya el acto va a ser juzgado como malo, independientemente de su resultado. Ese proceso es sistemático en múltiples culturas”, sostuvo Ibáñez. En cambio, en el grupo de terroristas era todo lo contrario. “Ellos juzgaban que si la intención era matarlo y no se había muerto, entonces el acto no era tan malo. Una moral basada en el resultado. Bastante consistente con las teorías sociológicas que sostienen que los terroristas priorizan el resultado por sobre las intenciones y los medios”, remarcó.
Esta es la primera vez que se investiga el terrorismo extremo desde la perspectiva de las ciencias cognitivas. “Este trabajo proporciona evidencia sin precedentes sobre el perfil sociocognitivo de los terroristas, mostrando que el juicio moral es la medida que mejor distingue entre terroristas y no criminales. Desde una perspectiva traslacional, nuestros hallazgos tienen implicaciones legales y forenses. El razonamiento moral podría ser esencial para el correcto funcionamiento social y quizás para poder caracterizar el comportamiento delincuente”, concluyó. Además de Incyt, del estudio participaron: la Universidad Autónoma del Caribe, la Universidad de los Andes y la Universidad Icesi de Colombia, la Universidad Adolfo Ibáñez de Chile y el Boston College de EE.UU.