Hace unos días, un cuidador de animales caminaba cerca de la jaula de los primates en el Zoológico Nacional Smithsoniano, en Washington DC, cuando oyó un silbido. El empleado pensó que uno de los visitantes del parque había entrado al área restringida, e ingresó para investigar. Fue ahí que se dio cuenta de que no era un intruso, sino uno de los residentes más antiguos del zoológico: la simia Bonnie.
El descubrimiento causó conmoción entre los primatólogos (estudiantes de los primates), que hasta ahora asumían que los orangutanes no podían silbar. Sergei Wich, del Great Ape Trust, que estudia a Bonnie desde que se conoció la noticia, cree que copió la habilidad de los guardianes.
La orangutana, de 30 años, no puede entonar una melodía y al parecer no silba para llamar la atención ni pedir nada, sino que "parece que lo hace por su propia satisfacción", explicaron los científicos al diario británico The Guardian .
Esto prueba, dice Wich, que los orangutanes pueden aprender nuevos sonidos, lo que puede significar que diferentes poblaciones simiescas, viviendo en estado salvaje, pueden tener distintas culturas vocales.