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El caso del barco ruso varado durante varios días en la Antártida desató críticas entre los científicos y dejó en evidencia los riesgos del turismo en el continente blanco, según expertos. La semana pasada, Yves Frenot, director del Instituto Polar Paul-Émile Victor, se indignó por las molestias que sufrieron los científicos franceses, chinos y australianos debido a las operaciones de rescate del barco ruso Akademik Chokalskiy. “No se trata de poner la Antártida bajo una campana de vidrio y conservarla exclusivamente para los científicos, pero es necesario que el turismo esté controlado para tener la certeza de poder organizar la ayuda en caso de problemas”, dijo Frenot.
La Antártida es uno de los últimos lugares que ofrece a los turistas de alto poder adquisitivo una inmensidad de nieve, hielo y témpanos poblada por pingüinos, focas y ballenas. Pero, como descubrieron los pasajeros del buque ruso, las nevadas, los icebergs y las condiciones climáticas extremas pueden perturbar la excursión. “El caso debe recordarnos que se trata de un medio extremo, tanto para las expediciones científicas como para los cruceros turísticos”, dijo Daniela Liggett, especialista del turismo en la Antártida de la universidad de Canterbury, en Nueva Zelanda.
El Akademik Chokalskiy quedó varado en la víspera de Navidad a un centenar de kilómetros de la base francesa Dumont d’Urville. El rompehielos chino que lo socorrió quedó a su vez bloqueado en el hielo. Ambos navíos pudieron salir de la zona el martes pasado. En el barco ruso había turistas y científicos que reproducían un siglo después la experiencia del explorador australiano Douglas Mawson. Era “una expedición seudocientífica”, afirmó Yves Frenot.
En 24 años, el número de turistas en la Antártida se multiplicó por siete, pasando de cinco mil en 1990 a 35 mil en 2013, según cifras de los operadores turísticos. La mayoría de los turistas visitan la Antártida en barco y pagan hasta US$ 11 mil dólares por una cabina de lujo en alta temporada, entre noviembre y marzo. Otros turistas admiran el paisaje desde el aire, en vuelos especiales. El desarrollo del turismo en ese continente virgen y frágil alarma a muchos especialistas, que destacan los riesgos y problemas que implica la ayuda a los barcos en dificultad. “El aislamiento es algo específico de la Antártida y si le ocurre algo a un gran navío es casi imposible ayudar a todos los pasajeros rápidamente”, advirtió Daniela Ligget