En internet, todos tenemos una localización geográfica y una posición espacial de la que poco conocemos. Por eso, el geógrafo Gustavo Buzai, investigador del Conicet y director del Grupo de Estudios sobre Geografía y Análisis Espacial con Sistemas de Información Geográfica de la Universidad Nacional de Luján, provincia de Buenos Aires, elaboró el primer mapa del ciberespacio visto desde Buenos Aires.
Para lograrlo, utilizó el software VisualRoute (trazador de rutas) y conectó su computadora a por lo menos una página web de cada país integrante de la red mundial, lo que le permitió marcar una línea de recorrido. “Mediante el empleo del software obtuve los datos de la cantidad de routers que la conexión fue transitando, su nombre y número identificatorio (IP), su localización geográfica en latitud y longitud, zona horaria mundial y tiempo del viaje (total y en cada tramo de la red) en milésimas de segundo”, explicó Buzai.
Este recorrido por el ciberespacio le permitió visualizar los lugares por donde transita la información de internet cuando cualquier persona realiza una búsqueda virtual.
Para el investigador, lo que claramente muestra el mapa es que ninguna conexión ciberespacial realizada desde Buenos Aires fue directamente al lugar de destino. “Por ejemplo, la conexión a un host de Montevideo no cruzó en línea recta el Río de la Plata, sino que comenzó en Buenos Aires y pasó por Miami, Atlanta, New York, Newark, Baltimore y Fairfax para llegar a Montevideo”, sostuvo. Esto sucede porque la red busca la ruta más eficiente para llegar al destino, y la mayoría de los grandes proveedores de contenidos está alojada en Estados Unidos, con lo cual casi cualquier conexión cotidiana pasa por allí.
Fronteras. Cuando las computadoras entran en red generan un nuevo espacio radicalmente diferente al que conocemos. Una de las mayores curiosidades que muestra el mapa elaborado por Buzai es que mientras en el espacio geográfico los países limítrofes con Argentina son Uruguay, Brasil, Paraguay, Bolivia y Chile, en el ciberespacio son Estados Unidos, Italia y Francia. A la vez, Oslo, Copenhague, Londres o Montecarlo se ubican más cerca de Buenos Aires que cualquier ciudad de América latina. Y, más sorprendente aun, el segundo país más lejano en el ciberespacio es Paraguay.
Para el geógrafo, este circuito de flujos ilustra que el ciberespacio presenta sitios claramente jerarquizados y que Argentina tiene una posición periférica. “Todas las páginas web buscadas pasaron primero por lugares que concentran el tráfico, llamados puntos de control. Estos puntos están ubicados en los países centrales, es decir que cualquier conexión realizada desde Buenos Aires pasa primero por alguno de estos países para llegar virtualmente a cualquier otro lugar del mundo. De todas las conexiones solicitadas, el 27,27% pasó primero por Pennsauken (New Jersey, Estados Unidos), el 25,75% por Tysons Corner (Virginia, Estados Unidos), el 15,91% por Italia, el 15,15% por Middletown (New Jersey, Estados Unidos), el 11,36% por Miami (Florida, Estados Unidos) y el 4,56% restante por Estados Unidos y Francia”, describió.
Propuestas. Frente a este panorama, existen algunas iniciativas que buscan optimizar las conexiones de internet. En este sentido, desde hace unos años la Cámara Argentina de Internet (Cabase) está instalando puntos neutrales de acceso (NAP, por sus siglas en inglés) en distintas ciudades del país, lo que permite que los proveedores intercambien tráfico en un punto neutral de la misma ciudad sin necesidad de viajar a los países centrales. Hoy el proyecto NAP incluye 11 ciudades de Argentina y busca generar intercambios con otros países (funciona con Uruguay y está en trámite con Chile, Brasil y Colombia).
“Los NAP acercan el contenido a quien lo consume y de este modo promueven ahorro de costo. El resultado es una mejora en la calidad del servicio porque hay mayor disponibilidad de ancho de banda y la información llega más rápido”, explicó Hernán Seoane, gerente general de Cabase. Para cambiar el paradigma vigente se necesita que los grandes proveedores de contenidos y buscadores repliquen su estructura o permitan el acceso a su contenido en estos puntos de intercambio locales. “Si lo logramos, en unos años Estados Unidos debería tener menos preponderancia en el ciberespacio”, concluyó Seoane.
El caso Snowden y el debate sobre la soberanía tecnológica
Las grandes potencias siempre intentaron tener un dominio mundial a través del control del territorio, pero actualmente las nuevas batallas se libran en el ciberespacio. El reciente caso del ex técnico de la CIA Edward Snowden, puso en evidencia que el gobierno de Estados Unidos utiliza un programa de espionaje para vigilar las comunicaciones de millones de personas en todo el mundo.
Este escándalo, relacionado con el espionaje cibernético mundial, develó, además, que las potencias mundiales realizan procedimientos de control a través del uso de tecnologías de la información con claras finalidades de posicionamiento económico y geopolítico. Para Buzai, los riesgos radican en el control de la dimensión espacial por parte de algunos pocos países. “Las ciberguerras a partir de la guerra de Kosovo y el ciberespionaje desde el ataque a las Torres Gemelas demostraron que el justificativo de la lucha contra el terrorismo habilita un contexto de sospecha generalizado donde resulta admisible cualquier avance sobre la privacidad”, opinó.
Por su parte, Beatriz Busaniche, miembro de la Fundación Vía Libre y docente de la UBA, aseguró que hoy sólo unos pocos jugadores concentran el acceso a la información. “El hecho de que la gran mayoría de las comunicaciones pase por servidores alojados en territorio norteamericano pone a los ciudadanos de todo el mundo bajo la órbita de su sistema legal”, explicó.
Por esta razón propuso pensar en una soberanía tecnológica como parte de una estrategia regional que logre revertir la situación actual. “Es claro que dependemos enormemente de algunos servicios que concentran gran parte de la información. Por ejemplo, si algo no aparece en los resultados de la búsqueda en Google, no existe. Eso es un poder demasiado grande como para no mirarlo con un mínimo de cuidado”, advirtió la especialista.