José Gabriel Funes recuerda que conoció por primera vez a Jorge Mario Bergoglio cuando todavía era estudiante de astronomía en la Universidad Nacional de Córdoba y se entrevistó con él, por aquel entonces rector jesuita, para confirmar su vocación de servicio e ingresar a la Compañía de Jesús. Luego, no volvieron a cruzarse por muchos años. Hasta el 14 de julio último, cuando se reunieron en la localidad italiana de Castel Gandolfo: Funes como director del Observatorio Astronómico del Vaticano y Bergoglio ya como el papa Francisco.
“La visita del Sumo Pontífice a la sede histórica del Observatorio fue muy importante para nosotros. Se mostró muy interesado por nuestro trabajo. Estuvo viendo los libros antiguos que tenemos, le enseñamos un meteorito que cayó cerca de Buenos Aires y al final de la visita firmó un pergamino, tal como hicieron sus predecesores desde Pío XII”, le cuenta a PERFIL el argentino José Gabriel Funes desde Tucson, EE.UU., donde se encuentra la otra sede del Observatorio Vaticano.
“Tenemos un grupo de investigación que está asociado a la Universidad de Arizona y un moderno telescopio en el Mount Brown. Por eso, dos o tres veces al año viajo a Estados Unidos, pero sino mi lugar de trabajo es Castel Gandolfo. Allí tenemos cuatro telescopios que ya no se usan para investigación pero tiene un valor histórico y un laboratorio con alrededor de 1.200 meteoritos donde se hace investigación científica. Además, cada dos años hay escuelas de posgrado en donde participan alumnos de todo el mundo”, explica al otro lado de la línea telefónica con su hablar pausado.
Sacerdote jesuita, astrónomo e investigador, Funes dirige el Observatorio Vaticano, conocido popularmente como “La Specola” desde el año 2006, cargo en el que fue nombrado por Benedicto XVI. “Mi tema de investigación específico es la formación estelar de las galaxias cercanas; es decir, las galaxias que no están más lejos de 100 millones de años luz. Estudiar galaxias cercanas y cómo es su estructura nos ayuda a entender cómo se formaron las galaxias en el pasado y cómo han evolucionado hasta ahora”, sostiene.
—¿Por qué la Iglesia se interesa por el Universo?
—El primer interés “oficial” de la Iglesia por la astronomía nace en la segunda mitad del siglo XVI, cuando en 1578, el papa Gregorio XIII hizo erigir en el Vaticano la Torre de los Vientos y encargó a los jesuitas astrónomos y matemáticos del Colegio Romano que preparasen la reforma del calendario promulgada después en 1582. En la actualidad, el papa Francisco ha invitado a toda la Iglesia a salir de sí misma e ir a la periferia. En ese sentido, una periferia es ir lejos en el pasado, explorar el Universo. El Observatorio es un puente, no el único, entre la Iglesia y la ciencia. Con nuestros trabajos mostramos que no hay contradicción entre ciencia y fe, sino que se complementan.
—Como sacerdote y científico, ¿cuál cree que es el origen del Universo?
—No soy cosmólogo, no me especializo en el tema. Pero puedo decir que, hasta el momento, la mejor explicación científica que tenemos sobre el origen del universo es la teoría del Big Bang. Quedan algunas cosas por explicar. Por ejemplo, todavía no sabemos qué es la materia oscura, qué es la energía oscura, conceptos importantes en la teoría del Big Bang. De todos modos, por ahora, es la mejor investigación científica sobre el origen del universo. Desde el punto de vista de la revelación, podemos decir que Dios es el Padre, que la existencia del Universo depende de Dios. No veo contraposición entre estas dos maneras de entender el origen del Universo.
—¿Podrían existir otros seres en el Universo?
—Como posibilidad existe. En un Universo que tiene 100 mil millones de galaxias, cada una de las galaxias con 100 mil millones de estrellas, cada una de ellas podría tener planetas posibles de alojar vida. Entonces, es posible que exista vida extraterrestre. Pero, hasta el momento, no tenemos ninguna prueba científica de la existencia de vida y menos de vida inteligente. Pero si algún día sucede, esto no representaría, en mi opinión, gran dificultad para la teología cristiana. Dios creador, en su libertad, pudo haber creado a otros seres.