CIENCIA
marcelo rubinstein, quimico

“La obesidad se puede revertir si se la trata en forma temprana”

El investigador del Conicet recibió el premio de la Academia Mundial de Ciencias por sus aportes.

Experto. Marcelo Rubinstein es investigador del Conicet en el Ingebi. Estudió química biológica en la UBA.
| Pablo Cuarterolo

En el mundo hoy a tres millones de personas con sobrepeso, de las cuales 700 millones son obesas. Los cambios de hábitos, la oferta de alimentos ricos en grasas y azúcares y los factores genéticos se identifican como las principales causas de esta pandemia. Pero, ¿qué pasa en el cerebro? ¿Cómo funcionan los circuitos cerebrales que regulan el apetito y la motivación? ¿Por qué no podemos parar de comer? Estas son algunas de las preguntas que el científico Marcelo Rubinstein, del Instituto en Investigaciones en Ingeniería Genética y Biología Molecular (Ingebi-Conicet), intenta responder en su laboratorio a través de estudios en ratones transgénicos.

Egresado de la UBA, donde estudió Química Biológica, Rubinstein fue premiado esta semana por la Academia Mundial de Ciencias junto a otro argentino: el físico Daniel de Florián (ver recuadro). Fue elegido en la categoría Biología “por su significativa contribución para la comprensión de los genes involucrados en los comportamientos asociados al apetito, la adicción y la obesidad”. Es que desde hace casi veinte años este profesor de la UBA junto a su equipo vienen estudiando los genes que controlan el circuito de la saciedad. “Trabajamos con el gen POMC –la sigla de proopiomelanocortina–, que produce neuropéptidos cerebrales que actúan como aneroxígenos; esto es, como inductores de la saciedad alimentaria”, le explicó Rubinstein a PERFIL. “Una de las cosas que se descubrió en los últimos 15 años fue que la saciedad es un fenómeno activo. Los animales estamos todos cableados, preparados evolutivamente y condicionados genéticamente para tratar de comer todo el tiempo. ¿Por qué? Porque necesitamos la comida, ya que es nuestra única fuente de energía. Lo que tenemos es un freno que activa circuitos saciatorios. Estos son clave, y en los últimos años estamos empezando a estudiar cómo funcionan”.

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—¿Podría ser que en las personas obesas este circuito saciatorio funcionara mal?
 —Las personas obesas tienen un circuito saciatorio normal, pero el problema es que están viviendo en un mundo obesogénico. Estamos invadidos por la comida todo el tiempo. Es muy difícil no desarrollar sobrepeso. La contribución genética al desarrollo de obesidad varía en los diferentes estudios, hoy se estima que es dos tercios. Pero a pesar de que existen factores genéticos, la fuerza motriz generadora de la pandemia de obesidad es de origen cultural. Si esas personas, con esa genética, hubieran vivido 100 mil años atrás no serían obesos porque estarían luchando por los alimentos. Hoy, en cambio, pedimos comida por teléfono, sin tener que levantarnos de la silla o de la cama.

Cuestión de peso. Para determinar si la obesidad es reversible, Rubinstein y su equipo generaron en el laboratorio, por ingeniería genética, un ratón que tenía inactivo su circuito de saciedad y desarrollaba obesidad extrema. Al revertir la mutación, el animal empezaba a perder peso. Sin embargo, observaron que la obesidad era más severa y difícil de corregir cuanto mayor era el animal y más antiguo su exceso de peso.

“Se cree que uno puede comer sin parar y después ponerse a dieta, que uno lo maneja. No es así. Nuestro trabajo muestra que la obesidad es reversible sólo cuando se ataca de forma temprana. El cuerpo acumula en su memoria todo lo bueno y lo malo. A medida que aumenta el porcentaje de masa corporal, se disparan mecanismos cerebrales que recalibran el control de la ingesta para defender un peso mayor al normal”, sostuvo el profesor de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA. “Por eso nosotros acuñamos la frase de que la obesidad es una condición que se autoperpetúa, cuanto más se aumenta de peso mayor será la resistencia a recuperar el peso normal anterior”, concluyó el experto.

Reconocimiento a más científicos argentinos

La Academia Mundial de Ciencias (TWAS, por sus siglas en inglés) premió este año a dos científicos argentinos: el químico Marcelo Rubinstein y el físico Daniel de Florián. Además, incorporó como miembros permanentes a la bioquímica Ana Belén Elgoyhen y al astrónomo Félix Mirabel. De Florián, doctor en Ciencias Físicas, investigador principal del Conicet y ganador del Premio Houssay a la investigación científica (2005), fue premiado por su “fundamental contribución para comprender la producción del Bosón de Higgs en el colisionador de hadrones”. De Florián también realizó importantes aportes en otros campos como cromodinámica cuántica y el análisis de los mecanismos de fragmentación.

Los ganadores recibirán un premio de U$S 15 mil y expondrán sus trabajos en la asamblea general de la TWAS durante 2015. La TWAS es una academia de ciencias global con sede en Trieste, Italia, y se dedica al avance de la ciencia y la ingeniería para el crecimiento sustentable de los países en desarrollo.