Hace más de dos años un equipo multidisciplinario de médicos que conforman el Programa Nacional de Alzheimer (PNAz) se abocó a analizar, por primera vez en el país, diferentes poblaciones –una urbana, otra semirrural y otra rural– para identificar los factores de riesgo que podrían ayudar a prevenir y tratar el Alzheimer en la Argentina. Este enfoque más clínico representa una novedad, ya que excede el análisis de las funciones neurológicas o la administración de un fármaco.
El estudio analizó 540 personas de entre 60 y 90 años de las provincias de Córdoba, La Pampa y Misiones. Las conclusiones del trabajo, que serán presentadas oficialmente mañana con motivo del Día Mundial del Alzheimer, mostraron que la obesidad se relaciona en el 70% con el desarrollo y la evolución de la enfermedad, mientras que la presión arterial elevada impacta en el 50%, el tabaquismo en el 47%, la alteración del colesterol y los triglicéridos (dislipemia) en el 40%, y la diabetes en el 20%.
“Nos sorprendió que la obesidad fuera el factor más preponderante, pero aún no podemos sacar conclusiones respecto al porqué. Sin embargo, que un estudio de referencia como el Finger –realizado en Finlandia y publicado en 2014– haya llegado a la misma conclusión marca que evidentemente hay una tendencia al respecto que debería ser estudiada”, sostuvo Fernando Taragano, jefe de la sección de Investigación y Rehabilitación de Enfermedades Neurocognitivas del Cemic, centro que firmó un convenio con el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación para llevar adelante el PNAz.
“Antes se pensaba que el Alzheimer era inmune al efecto de los factores de riesgo que habitualmente se relacionaban con lo cardiovascular, pero afortunadamente hace unos cinco años esa teoría empezó a cambiar y hoy sabemos que esta enfermedad es mucho más que lo que ocurre dentro del cerebro”, agregó Taragano, director del PNAz.
El estudio también analizó el nivel de formación y educación de los participantes. Así, el nivel primario incompleto se relacionó en el 42% con la enfermedad, mientras que el primario completo, el 33%, y el analfabetismo, el 6%. “Conocer en qué medida los factores de riesgo modificables y los no modificables por la acción médica, como la educación, se relacionan con el Alzheimer esporádico o no genético –es decir, el que se presenta con olvidos y sin que existan antecedentes familiares a partir de los 65 o 70 años– brinda la posibilidad de enlentecer o evitar la aparición de los síntomas, así como también la demencia, que es la etapa final de la evolución de esta enfermedad, en la cual quien la padece pierde su autovalía”, explicó Augusto Vicario, coordinador del ICBA y miembro del PNAz.
Justamente, en cuanto a la demencia, los profesionales del PNAz –del cual también participó la Asociación de Lucha contra el Mal de Alzheimer– encontraron que en la población rural su incidencia era mucho mayor que en la urbana (17% versus 8% ).
Uno de los objetivos del PNAz, más allá de conocer qué ocurre a nivel epidemiológico, es capacitar a la comunidad general y a los médicos. “La idea es que tanto los clínicos, los médicos generalistas o los cardiólogos sepan identificar los primeros signos o síntomas para realizar una eventual derivación. Esto es fundamental porque una enfermedad de esta envergadura no puede estar circunscripta sólo a centros específicos”, señaló Daniel Seinhart, del Hospital Italiano de Buenos Aires y miembro del PNAz.
Por otro lado, para los especialistas, incrementar la capacidad de detección de los primeros síntomas redundará en la detección precoz del Alzheimer. “Aun cuando se descubra un medicamento para el Alzheimer no vamos a tener la solución al problema, porque lo más importante es la educación y la prevención”, concluyó Taragano.