CIENCIA
un sentido casi olvidado

La pérdida del olfato, un mal peligroso que afecta al 12% de los porteños

Las personas que padecen el problema temen no detectar un escape de gas y no disfrutan el sabor de la comida. El trastorno puede ser síntoma de enfermedades como Alzheimer.

Prueba. Consiste en identificar con los ojos cerrados diferentes olores para rehabilitar sentidos.
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“Desde que tuve un fuerte resfrío en agosto de 2010, nunca más pude sentir el perfume de mi mujer”, se lamentó José Allo Cores. José padece hiposmia, es decir, la reducción de la capacidad para percibir olores. Este trastorno es una de las alteraciones más comunes que afectan el olfato, un sentido casi olvidado y cuya pérdida impacta fuertemente en la calidad de vida de quien la sufre. Una investigación realizada por el Grupo de Estudio de Olfato y Gusto (GEOG) de Argentina reveló que las alteraciones del olfato afectan al 12,2% de los porteños.

El relevamiento de 2011 contó con la participación de 1.223 voluntarios de entre 20 y 88 años. El interés, explicó la especialista Graciela Soler, surgió a raíz del profundo desconocimiento respecto a la anosmia (falta total del olfato) y la ageusia (pérdida del sentido del gusto). De hecho, debido a la multiplicidad de causas que pueden provocar el desarrollo de ambas, desde un cuadro gripal y un traumatismo de cráneo hasta la exposición a ciertos tóxicos, son muchos los pacientes que deambulan por diferentes consultorios hasta dar con el diagnóstico correcto.

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“Las alteraciones del gusto y el olfato están muy vinculadas con la contaminación ambiental, sobre todo por los cuadros de rinosinusitis y la exposición a sustancias tóxicas; aunque también se relacionan con enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer, con patologías endocrinológicas o pueden desarrollarse por causas genéticas”, sostuvo Soler, miembro fundadora del GEOG y médica del Hospital de Clínicas.

Tratamiento. Cuando una persona presenta anosmia, hiposmia o ageusia, lo primero que debe hacer es consultar al especialista. Tras una serie de interrogatorios y estudios, comienza con la rehabilitación, que consiste en la toma de umbrales (para saber cuánto olfato se perdió) y la realización de ejercicios de identificación de olores “a ojos cerrados”, para lo que se utilizan frascos con talco, jabón en polvo, café, chocolate, vinagre y alcohol.

Este camino recorrió Gustavo Posse, quien trabajó durante más de diez años en cuartos de revelado fotográfico y, como consecuencia de ello, sufre actualmente de hiposmia. “De a poco empecé a darme cuenta de que no percibía los olores que para mis compañeros eran inaguantables. Tampoco advertía cuando en casa se quemaba una comida. Ahí decidí consultar y hace seis meses que estoy en rehabilitación”, dijo.

El tratamiento por lo general se extiende entre tres y cuatro meses y en muchos casos la recuperación es total. “Además de la rehabilitación, muchas personas recurren a opciones alternativas como la acupuntura o la homeopatía”, sostuvo Soler, una de las organizadoras de la 1ª Jornada Argentina de Olfato y Gusto, que tendrá lugar el 23 de agosto en la Federación Argentina de Sociedades de Otorrinolaringología.