CIENCIA

La reinvención de Turing, el genio olvidado del siglo XX

Por Ezequiel Del Bianco | La película The Imitation Gameredescubre la vida del matemático que ayudó a ganar la Segunda Guerra y luego fue condenado por homosexual. Las imprecisiones del film.

Alan Turing (izquierda) al lado de quien lo interpreta en el cine, Benedict Cumberbatch
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Estrenó este jueves y está protagonizada por Benedict Cumberbatch. El matemático que descifró el código de las comunicaciones alemanas durante la Segunda Guerra, y que sufrió la presión del Estado por ser gay lo llevó al suicidio. “Quise rendir justicia a un ser extraordinario”, dijo el actor. Tiene ocho nominaciones al Oscar, pero sus biógrafos y los expertos en el tema afirman que muchos hechos están tergiversados.

Alan Turing fue uno de los científicos más influyentes del siglo XX. Aunque sea algo difícil de cuantificar, se podría decir que su importancia rivaliza con la estrella pop de la ciencia Albert Einstein.

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Turing (1912-1954) nació y vivió en Gran Bretaña, y en su corta vida se desempeñó como matemático y criptólogo. Asentó las bases de la computación moderna, exploró conceptos utópicos en aquel momento como la inteligencia artificial y, como anécdota, creó el primer software capaz de jugar al ajedrez en 1948 -aunque no encontró ninguna computadora lo suficientemente potente para correrlo-. Hoy es más conocido por tener un rol fundamental en la creación de una máquina que permitió descifrar las comunicaciones del Tercer Reich (encriptadas con una máquina llamada Enigma), lo que le dio una ventaja estratégica a los Aliados, y que probablemente les hizo ganar la Guerra.

Pero tenía un problema con la ley: le gustaban los hombres, y en la sociedad terriblemente conservadora de ese momento, la homosexualidad estaba penada con la cárcel. Lo condenaron a dos años de prisión o, como alternativa, un tratamiento experimental con estrógeno para eliminar su líbido. El genio sabía que no la iba a pasar bien en el encierro, y se decantó por la otra opción, que lo destruyó física y mentalmente, y se terminó suicidando. El personaje fue escondido bajo la alfombra hasta la publicación de su primera biografía, por el matemático de Oxford Andrew Hodges en 1986, Alan Turing: The Enigma. Libro que fue mencionado como uno de los “50 más escenciales” según The Guardian en 2002, e inspiró a los guionistas de este nuevo filme.

Una película sobre la vida de Turing era una oportunidad única de llevarlo a las masas, el mismo Cumberbatch dijo que con el filme quiso “rendirle justicia” a un personaje que “debería estar hasta en los billetes”. Y hace días inició una campaña para que Reino Unido perdonara a los casi 50.000 hombres homosexuales que fueron sometidos a torturas y persecuciones similares a la del Genio.

Pero los guionistas quizás pensaron que la biografía de Turing no era lo suficientemente impresionante para la pantalla grande, y se dieron el lujo de tomarse algunas licencias poéticas.

El primero en alarmarse fue Andrew Hodges, por el rol de Keira Knightley. La actriz interpreta a Joan Clarke, una matemática, criptoanalista y amiga de Turing que estuvo casada con él en 1941. “No quiero ser rudo con ella, pero no era tan glamorosa”, declaró el biógrafo, y explicó que Turing mismo decía que le gustaba porque “podía hablar con ella como si fuera un hombre”.

Lo realmente grave es, quizás, cómo muestran a las mujeres en la película. En una escena, Joan Clarke llega a una charla introductoria del trabajo secreto que realizan en el centro de investigación Bletchley Park, y le dicen: “Señorita, usted no puede estar aquí, las secretarias están en el piso de arriba”. Lo cierto es que de las 8900 personas que trabajaban en el lugar, unas 6600 eran mujeres. En enero de este año salió un libro llamado Women Codebreakers at Bletchley Park en el que saca a la luz el importante rol que tuvieron las mujeres en la institución. La autora, Kerry Howard, cuenta que al principio contrataban mujeres porque muchos hombres estaban enrolados en el ejército, pero luego se dieron cuenta que ellas eran incluso mejores en matemáticas y el desciframiento de códigos. En la película, este hecho no se menciona ni al pasar.

Lo que más preocupó al biógrafo es la cuestión del espionaje. En la película, John Cairncross es un espía soviético infiltrado en el equipo de Turing, y cuando éste lo descubre, Cairncross le dice: “Si cuentas mi secreto, yo contaré el tuyo. ¿Y sabes lo que les hacen a los homosexuales?”. Hodges cuenta que John Cairncross realmente existió, y era un espía, pero trabajaban en equipos distintos, y no hay pruebas de que se haya contactado nunca con Turing. Por lo que el genio nunca se vio en la disyuntiva de tener que traicionar a su país o que se ventile lo que hacía en su vida privada.

Los nietos del Comandante Alastair Denniston (interpretado por el actor Tywin Lannister) tampoco quedaron muy contentos con el rol que interpreta en la película. Escribieron una carta al Daily Telegraph diciendo: “Está muy mal representado, necesitaban a un personaje malo, y lo pusieron a él sin investigar sobre las contribuciones que hizo”. Denniston había sido criptólogo durante la Primera Guerra, y fue el responsable de reclutar al equipo de matemáticos y analistas de Bletchley Park. Según sus nietos, no era un tipo arrogante como lo pintan, sino más bien humilde y muy devoto del trabajo.

Alan Turing tampoco está bien representado. En la película, el personaje es básicamente Sheldon Cooper, un genio que no comprende los sentimientos y las interacciones humanas, y parece tener síndrome de Asperger. Turing bautiza a su máquina como Cristopher, en honor a un amigo de la infancia del cual estaba enamorado. Y la trama juega un poco con eso, ya que la traducción literal del título es El juego de la Imitación, en donde el personaje humano parece una máquina, y la máquina parece una persona.

Si bien el concepto del síndrome de Asperger no se utilizó hasta 1981, no hay ningún indicio de que Turing lo haya padecido. Según sus biógrafos, sí sabía hacer bromas y tenía amigos y amantes. La primera máquina tampoco se llamaba Cristopher, sino The Bombe. Y dicho sea de paso, el nombre fue heredado de máquinas previas que venían desarrollando los polacos desde hacía más de una década cuando capturaron la primera Enigma en 1929. Una década de investigación que fue resumida en un simple: “Los polacos la consiguieron de contrabando en Berlín”, dicho por el arrogante Denniston.

El director, Graham Moore, se defendió en una entrevista con el Huffington Post diciendo que: “Algunos críticos no entienden de qué se trata el arte”, y explicando que su objetivo no era relatar una lista de hechos: “Pasó, esto, y luego aquello, y después eso”, sino mostrar el trasfondo de qué sintieron los personajes, y el drama de la situación.

El Código Enigma deja un sabor agridulce a los fanáticos de la vida de Turing, ya que como película es excelente, y la sola idea de llevarlo al cine es una forma de hacer justicia. Pero tiene demasiadas licencias para considerarse biográfica. Vale la pena ir a verla, y usarla como excusa para investigar más sobre su vida.

También hubiera sido interesante que mencionen cómo se quitó la vida: mordió una manzana bañada de cianuro. Hoy millones de personas tienen celulares y computadoras con manzanas mordidas, y nunca se preguntaron por qué.

 

(*) Ezequiel Del Bianco, especial para Perfil.com | Twitter: @proyectosandia