No sólo los descubrimientos científicos más importantes del mundo pueden aspirar a un premio Nobel. También los más extravagantes e insólitos. Para ellos existe el galardón Ig Nobel, algo así como el “lado B” de los descubrimientos científicos que reconoce, como dicen sus organizadores, la ciencia que “arranca una carcajada y luego hace pensar”. En una ceremonia cargada de humor, que se realizó como cada año en la Universidad de Harvard, se distinguieron las diez investigaciones más estrafalarias del año ante mil asistentes.
Usar panceta modificada para frenar hemorragias nasales, el cálculo del coeficiente de fricción entre una cáscara de banana y el suelo o el peligro para la salud mental de tener gatos fueron algunos de los más insólitos estudios premiados durante la velada.
En biología, los ganadores son investigadores alemanes y checos que probaron que los perros prefieren el eje norte-sur para hacer sus necesidades en la vía pública, trabajo hecho con la ayuda de “ciudadanos-científicos” con mascotas que instalaron una app en sus smartphones. El elegido en el campo de la neurociencia es un equipo chino-canadiense que estudió qué ocurre en el cerebro de una persona que ve el rostro de Jesús en una tostada.
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Para ganar los Ig Nobel, no vale hacer una investigación disparatada a propósito. De hecho, usualmente los investigadores se dan cuenta de lo desopilante de su trabajo cuando se les comunica que lo han merecido. Un caso resonante fue el del ruso Andrei Geim (investigador de la Universidad de Manchester), que obtuvo el Ig Nobel en el 2000 por hacer levitar una rana mediante un efecto magnético y diez años más tarde recibió el Nobel de Física por el descubrimiento del grafeno.
Los Ig Nobel están organizados por la revista de humor científico Anales de investigación improbable. La ceremonia contó con la asistencia de cinco auténticos Premios Nobel: Dudley Herschbach, Rioy Glauber, Eric Maskin, Frank Wilczek y Sheldon Glashow.
