París – La vida de los mamuts lanudos, los legendarios paquidermos prehistóricos venidos del frío, perdió en los últimos tiempos algunos de sus principales misterios: es que los científicos saben cada vez mejor cómo crecieron, prosperaron o sufrieron a lo largo de su existencia, antes de desaparecer hace 10 mil años.
“Hoy podemos reconstituir casi a diario la vida de un mamut de cero a 45 años”, sostiene el director del International Mammouth Committee, Bernard Buigues, consultado después de la cuarta conferencia internacional del mamut en la que participó en los últimos días en Yakutsk (capital de la república siberiana de Saja).
Para este explorador francés, organizador de misiones en el medio polar que consagra desde hace unos años la mayor parte de sus actividades a los mamuts, los avances realizados en materia de análisis de los esqueletos de estos animales extraídos del suelo congelado de Siberia permitieron obtener últimamente innumerables informaciones inéditas.
El examen de los anillos de crecimiento en las defensas de los mamuts realizado desde hace ocho años en la península de Taimyr por un equipo norteamericano de la universidad de Michigan da de por sí mucha información.
Y es que igual que los anillos de un árbol, los de los mamuts han permitido seguir el crecimiento, las actividades de adulto y sus temporadas de reproducción. Pero también dan indicaciones acerca de los desplazamientos y periodos de malnutrición que sufrieron esos animales.
“En su crecimiento –explica Bernard Buigues– el marfil de las defensas fija una serie de elementos químicos que permiten reconstituir la intensidad de la vida del animal. Sabemos lo que ha comido, cuándo estaba en celo un macho, en gestación una hembra y hasta a qué altitud vivían en función de los trazadores isotópicos (los isótopos de nitrógeno e hidrógeno sobre todo) absorbidos con la alimentación”
“Estamos en una etapa de comprobación –continuó explicando el científico– pero ya podemos decir que los mamuts siberianos vivieron a 60 grados de latitud media, en regiones donde es de noche tres meses y muy cortos los días durante cinco meses. Y contrariamente a lo que se imaginaba, no emigraban al sur durante los periodos más difíciles del año. Ninguno de los animales analizados salió de una zona de entre 700 y 800 kilómetros de diámetro”, añadió el investigador.
La reunión de Yakutsk estuvo marcada además por las investigaciones en el ámbito de la genética gracia a los nuevos medios de secuenciación de análisis genéticos y de ADN (ácido desoxirribonucléico, soporte de la herencia).
Hoy se sabe que el mamut lanudo estaba más cerca del elefante asiático que del elefante africano, aunque la separación entre los tres se produjo casi al mismo tiempo. Así, los elefantes africanos abandonaron la familia común hace seis millones de años y los asiáticos poco después de la escala de la evolución, es decir, sólo 440 mil años después.
Con estos avances, “es factible obtener un mamut por inseminación de una elefanta asiática a partir de un cultivo de células reactivas, extraídas de una osamenta bien conservada. En la tercera conferencia sobre los mamuts, en 2003, la idea provocaba risas generales”, recuerda Bernard Buigues. “Pero en Yakutsk, decir que quizás lleguemos a ver un mamut caminando ha
dejado de considerarse algo descabellado”, concluyó el científico.