Florencia tiene 40 años y está en tratamiento por un tumor mamario. “Para mí el trauma arrancó con el pelo. Al principio tenés miedo de morir, pero cuando te sentís mejor empieza a importarte lo físico y te sentís horrible, para nada sensual. Se te va la libido, perdés lubricación y pensás: ¿No me atrae más mi pareja? Te hablan de los tratamientos pero, ¿y después? Pensás que es algo que te pasa sólo a vos”.
Florencia no es la única que sufre trastornos sexuales vinculados con el cáncer. Según una encuesta reciente del Macmillan Cancer Support de Inglaterra, un tercio de quienes padecen la enfermedad tienen problemas en la cama y el 70% no lo habla con los médicos. Una revisión de la literatura coincide: entre el 35% y 50% de quienes reciben tratamientos oncológicos experimentan disfunciones sexuales.
De estos temas se ocupa una nueva especialidad: la oncosexología. En nuestro país, son los psicooncólogos quienes tomaron la posta, aunque los especialistas coinciden que tanto oncólogos, como clínicos y ginecólogos deberían ocuparse. “Es tarea del profesional conocer la historia sexual anterior y evaluar cómo la afectará el cáncer.
Lamentablemente, muchas veces no sucede porque el profesional no está capacitado, por pudor o tabúes”, explicó Antonio Lorusso, profesor titular de Ginecología de la UBA y director médico de Lalcec.
Miedos. Cuando la mujer pierde los ovarios a causa del cáncer o recibe quimioterapia, radioterapia o terapias hormonales los problemas afloran.
“Las terapias antiestrógenos inhiben el deseo, disminuyen la lubricación y alteran la excitación y el orgasmo”, indicó Lorusso. Para Elsa Diggs, psicooncóloga de Macma, en el caso de los tumores mamarios, entra en crisis todo lo que representa la mama: la maternidad, la identidad femenina, lo estético y lo erótico. “El rechazo es lo que más preocupa a las mujeres; les es muy difícil mirarse y tocarse, especialmente si están mastectomizadas”, sostuvo.