CIENCIA
Evolucionar o no evolucionar

Sobre el origen de las especies… y las polémicas

El análisis de la obra de Charles Darwin es objeto de nuevas interpretaciones, como si se tratara de un best seller de reciente aparición. Los motivos de un recurrente replanteo científico y su costado religioso.

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| Cedoc

Charles Darwin y su teoría de la evolución constituyen el mejor ejemplo de las muchas contradicciones, y escasas certezas, que caracterizan a este siglo XXI. Si bien sus ideas de la selección natural constituyen la base de la mayor parte del análisis biológico, sondeos de opinión revelan que la mayoría de la población aún cree que los seres humanos fueron creados a imagen y semejanza de Dios. Incluso, han surgido nuevos cultos que comulgan con la idea del denominado diseño inteligente, que no rechazan la evolución en términos generales, pero sí sugieren que algunos procesos biológicos son demasiados complicados para haber surgido sin la mano de un Creador.

La investigadora Janet Browne, autora de “La historia de El origen de las especies” (Debate), sostiene que “el nuevo milenio se ha iniciado con los occidentales más divididos que nunca acerca de las implicaciones de un origen natural de las especies”.

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Al analizar la obra que  Charles Darwin publicó en Londres en 1859, cuyo nombre completo es “Sobre el origen de las especies por medio de la selección natural, o la conservación de las razas favorecidas en la lucha por la existencia”, Browne no sólo destaca que “es sin duda uno de los libros científicos más importantes que se hayan escrito jamás” sino también explica que “las discusiones que desencadenó se extendieron entre la opinión pública como un reguero de pólvora hasta convertirse en el primer debate científico auténticamente internacional de la historia”.

“Fue criticado con vehemencia – agrega - por proponer que los seres vivos eran fruto de procesos enteramente naturales. Simios o ángeles, Darwin o la Biblia, eran dilemas candentes para los victorianos”. Ocurre que Darwin desafió todo lo que se creía sobre los seres vivos, convirtiéndose en un elemento esencial para las transformaciones intelectuales, sociales y religiosas de Occidente a lo largo del siglo XIX.

Y sigue tan vigente como en aquellos años, porque a comienzos del siglo XXI su idea de la selección natural se ha convertido en piedra angular de la mayor parte del pensamiento biológico de todo el planeta.

De la misma forma, las polémicas que provoca siguen siendo de absoluta actualidad. Según un sondeo realizado por The New York Times en noviembre de 2004, el 55 por ciento de los encuestados pensaba que Dios creó a los seres humanos tal como son actualmente. ¿Y la evolución darwiniana?

Por supuesto, el avance de las ciencias hizo que surgieran nuevas áreas de investigación en las ciencias biológicas, por lo que se abordaron espectros de problemas más amplios con técnicas no menos avanzadas. “La tesis original de la selección natural fue modificándose hasta quedar casi irreconocible”, aclara Janet Browne, profesora del centro de estudios sobre la Historia de la Medicina de la Universidad de Londres y autora de la biografía definitiva de Charles Darwin.

Este desarrollo del concepto de evolución también se ha expresado en creencias de tipo religioso relativamente nuevas. Así es como los partidarios del denominado “diseño inteligente”, no lo refutan la evolución en términos generales, sugieren que algunos procesos biológicos son demasiado complejos para haber surgido del modo escalonado propuesto por Darwin.

“Pese a estos retos - concluye Browne -  la síntesis moderna se mantiene firme en el núcleo de las ciencias biológicas. A ningún biólogo se le ocurriría hacer caso omiso de la evidencia. Como dijo Tehodore Dobzhansky en la década de 1960, ´en biología nada tiene sentido ni no es a la luz de la evolución´”.