Exactamente un siglo debieron esperar los físicos para confirmar una de las grandes predicciones hechas por la Teoría de la Relatividad General de Albert Einstein. El jueves pasado los científicos del observatorio LIGO de EE.UU., contaron cómo lograron en septiembre de 2015 la primera detección directa de las ondas gravitacionales: ondulaciones que se dispersan en el espacio-tiempo y que fueron generadas por la fusión de dos agujeros negros.
La investigación requirió del trabajo colaborativo de más de mil científicos de 16 países, entre los que tuvieron una importante participación tres físicos argentinos que trabajan en Estados Unidos: Gabriela González, Mario Díaz y Carlos Lousto.
“Se trata de un hallazgo fundamental, algo parecido a cuando Galileo usó por primera vez un telescopio, hace 400 años”, resumió visiblemente emocionada la cordobesa Gabriela González, profesora de física y astronomía en la Universidad de Louisiana y también vocera del LIGO. González, quien estudió física en la Universidad Nacional de Córdoba antes de doctorarse en EE.UU., detalló la importancia del paper publicado en la revista científica Physical Review Letters: “Esta detección es el comienzo de una nueva era: el campo de la astronomía de ondas gravitacionales”.
Según le contó a PERFIL el físico Juan Pablo Paz, quien conoce desde sus años de estudiante a González y a su marido y colega, Jorge Pullin: “Gabriela es una persona brillante y su tesis de doctorado fue una de las primeras que se hicieron sobre el observatorio LIGO. Es, además, una persona muy dedicada a su trabajo y, sobre todo, muy buena gente”.
Para el físico Mario Díaz, quien estudió en la Universidad Nacional de La Plata (UNLP) y hoy dirige un equipo de treinta personas en el Centro de Astronomía de Ondas Gravitacionales de la Universidad de Texas (EE.UU.) que colabora con LIGO, “con este hallazgo se abre un nuevo tipo de astronomía que en algún futuro no muy lejano nos permitirá poder escuchar los murmullos del Big Bang”.
Según el experto, lo que se conoce hasta ahora sobre el origen del Universo se remonta hasta 300 mil años tras su nacimiento porque antes de ese momento era opaco a la transmisión de información electromagnética. “Las ondas gravitacionales, en cambio, no son bloqueadas ni por materia ni por energía, por lo que si logramos detectar las generadas durante el Big Bang podremos observar el nacimiento del Universo”, explicó.
Díaz recordó que en el momento en que se confirmó la detección estaba en Córdoba, coordinando la campaña de seguimiento óptico de las alertas de LIGO, algo que se comparte con apenas veinte grupos de astrónomos de todo el mundo (ver recuadro). “Enterarnos nos generó una gran emoción y, justamente, el equipo de operadores del observatorio dirigidos por el doctor Diego García Lambas respondieron a esa alerta. Así que la emoción fue doble”.
Otro argentino que cumplió un rol fundamental para llegar a este anuncio fue Carlos Lousto. Doctor en física de la UBA y en Astronomía de la UNLP, Lousto trabajó en la identificación de la señal registrada con el resultado de la colisión de los dos agujeros negros, cuya energética fusión originó las ondas. “Con estos resultados no sólo se confirma la Teoría de la Relatividad General. También la muestra vigente para una situación particular: los movimientos de masas comparables a la velocidad de la luz. Y ahora podemos afirmar fehacientemente la existencia de los agujeros negros”, le dijo Lousto a PERFIL.
Según el profesor del Instituto Tecnológico de Rochester, estas investigaciones permitirán también explicar la posible existencia de las cuerdas y de otros objetos desconocidos del Universo. “Cuando supe los resultados sentí una excitación indescriptible al poder ver que mis predicciones de los últimos diez años, hechas en supercomputadoras, eran prácticamente idénticas a lo observado por los instrumentos. Fue prácticamente un milagro”, concluyó.