El puntapié inicial del próximo mundial de futbol será recordado durante décadas. Y no por el resultado del partido, sino porque, si todo va bien, tres mil millones de personas verán a un joven discapacitado motriz levantarse por sí solo, caminar 25 pasos y patear la pelota Brazuca, gracias a un sofisticado traje robótico que manejará con su mente. Sus movimientos no serán un truco de magia, sino la primera gran demostración pública de un ambicioso proyecto científico que reúne a los máximos expertos en neurología, robótica y biomedicina de EE.UU., Alemania, Suiza y Brasil. “El experimento le demostrará a una audiencia global que controlar una máquina robótica, usando en forma natural el cerebro, es un concepto que ya dejó atrás a las películas de ciencia ficción. Estamos entrando en una era donde será común interactuar con herramientas inteligentes, capaces de aportar movilidad a pacientes discapacitados por un traumatismo o una enfermedad”, describió entusiasmado Miguel Nicolelis, profesor de Neurociencias en la Universidad de Duke. Este experto, nacido en Brasil y fanático del fútbol, es el coordinador de Walk Again Project, un consorcio de instituciones científicas reunidas con un objetivo a corto plazo: entrenar a un discapacitado motriz, con una lesión en su médula espinal, para que logre controlar con su mente los movimientos de un exoesqueleto robótico y pueda caminar.
Paso a paso. “Este proyecto, por ahora, está planteado para poder ser aplicado en personas parapléjicas, con lesiones en sus vértebras dorsales e inferiores”, le explicó a PERFIL José Corderi, jefe de Kinesiología y experto en rehabilitación de la Fundación Favaloro. “No es poco, ya que suelen ser lesiones asociadas, por ejemplo, a accidentes de esquí o de tránsito”.
Sin embargo, Nicolelis ya mira a futuro: “Quizás en la próxima década este tipo de interfases, que hoy estamos desarrollando para re-unir el cerebro con las extremidades del cuerpo en un ida y vuelta de señales nerviosas, podrá ser usado para darles movilidad a personas afectadas por Parkinson, esclerosis lateral amiotrófica y otras patologías que impiden la locomoción, las actividades manuales y la fonación”.
“En esta línea de trabajo, el tema más complejo a resolver no es la parte robótica, o el hardware, sino poner a punto el software: lograr la interacción entre las neuronas de la corteza motora cerebral y el chip implantado, que debe recoger y enviar las señales de las neuronas para activar el robot”, precisó Ricardo Armentano, decano de la Facultad de Ingeniería y Ciencias Naturales en la Universidad Favaloro.
Ese chip tiene, además, una doble función, ya que para lograr que la marcha autónoma funcione, el cerebro también debe recibir y procesar en tiempo real el input de lo que está pasando con el cuerpo. La información sobre la cantidad de movimiento, el balanceo, cómo es la superficie y la presión de apoyo la recibe a partir de una cantidad de sensores mecánicos ubicados en las extremidades robóticas. Estos datos, a su vez, se traducen en información eléctrica que será volcada en las neuronas implicadas, que luego dispondrán del feedback imprescindible para seguir actuando.
Los chips que ya está probando el Consorcio logran interacturar con grupos de cinco mil neuronas. “El número no es tan importante, como sí lo es el encontrar dónde está ubicado el grupo neuronal responsable de cada función motora, algo que se hace laboriosamente a través de técnicas de neuroimágenes”, explicó Sergio Di Yelsi, coordinador de la carrera de Kinesiología y Fisiatría de la Universidad Favaloro.
Nicolelis viene trabajando esta temática hace casi dos décadas, y sus ideas no sólo podrán aplicarse a la rehabilitación médica. “Nuestros experimentos con interacciones entre el cerebro y una máquina, inclusive algunos que hicimos entre laboratorios ubicados a miles de kilómetros de distancia, nos permitirá manipular robots en espacios peligrosos o imposibles. Por ejemplo, reparar a distancia una fuga en una planta nuclear. U operar un enfermo usando un microrrobot cirujano desde adentro mismo del cuerpo”, vaticinó Nicolelis, para quien no hay imposibles