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legitimidades

A repudiar mi amor

El "Monitor Junio" de Taquion ratificó que la grieta política agobia a los argentinos y la mayoría responsabiliza "a los políticos en general".
El "Monitor Junio" de Taquion ratificó que la grieta política agobia a los argentinos y la mayoría responsabiliza "a los políticos en general". | Taquion

Soy incapaz de decir algo que no se haya dicho sobre el atentado contra CFK, pero no de una reflexión sobre lo inquietante de algunos gestos, cuando la incitación a la violencia y el odio están en debate. La primera señal de alarma me llegó poco después que la noticia trascendiera, con un communnity manager que maneja las redes de un artista cercano a mi familia, fallecido hace varios años. “Posteo un repudio ¿No?”, dijo, dando por sentado que repudiar lo que uno repudia en lugar de otro está bien, sin preguntarse por la legitimidad de hablar por los demás o decir cómo deberían hacerlo, por más vivos o muertos que estén. 

“Lo que tenés que repudiar es la violencia que genera la grieta, de un lado y del otro se incita al odio”, me dijo, al día siguiente, una colega, enfatizando el imperativo, sin preguntarse por lo que yo preferiría repudiar en concreto. Promediando la semana, una amiga oficialista me gritó: “¡No repudiaste el atentado, y ahora no repudiás la teoría del montaje!”, sin siquiera recordar que no tengo, a excepción de una cuenta privada de Instagram, redes sociales con las que repudiar. Por izquierda, centro y derecha seguí escuchando subjetividades de todo color, pero inexorablemente pegadas a la idea del repudio, tipo “¡Repudiá, pudo ser femicidio!”, “¡Repudió hasta Etchecopar!”, “Repudiemos también la cifra de pobreza” o “¿Por qué no repudiaron cuando proponían matar al rabino Bergman?”. 

Los oídos amenazaron con sangrarme. El repudio de ayer era repudiado por los repudiadores de mañana. Aunque pueda parecer civilizador y noble tranquilizando conciencias, con sus dosis de odio y violencia a punto de eclosionar, el repudiómetro me parece repudiable.

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