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Armas para el pueblo

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Ramos. El tirador de Uvalde, en Texas, un joven perturbado con un fácil acceso a armas letales. | CEDOC

En A Man Within, documental de Yoni Leyser sobre Burroughs en el que popes del rock como Patty Smith e Iggy Pop participan con testimonios, el uso de armas ocupa un lugar top. El escritor no estuvo solo en su afición por los tiros: el pack de figuras públicas amantes de ellos que Estados Unidos exportó al mundo incluye a personajes tan disímiles como Hemingway, Lemmy Killmister o Hunter Thompson. Pero es cierto que la relación del autor de Almuerzo desnudo con pistolas y escopetas es más problemática debido a haber matado de un disparo involuntario a su esposa. 

Tal vez la versión de la Smith & Wesson que vimos en los westerns sea el celular

La tragedia, sin embargo, no lo hizo recular, como se comprueba en el documental de Leyster cuando lo muestra anciano y derruido, pero con fuerzas suficientes para gritar “Denme algo a qué dispararle”. Tampoco renegó de su famosa frase: “No quiero vivir en una sociedad donde los únicos que usen armas sean los policías”, celebrada en su momento por los mismos sectores que hoy asocian la portación de armas al republicanismo más duro, con la consecuencia inevitable de repudiarla, sin matices ni debates posibles. “En Estados Unidos un pibe mata a sus compañeros de clase, si no tuviera armas no pasaría”, argumentan las voces pacificadoras sin pensar mucho en la multiplicidad de factores que hay detrás de episodios así de aberrantes, a tono con una época obsesionada con los síntomas y esquiva a la hora de ir al meollo de las cosas.

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Ahora, la portación de armas se cataloga taxativamente como mala y peligrosa (despojándola de su histórica relación con movimientos revolucionarios) y su tenencia se consolida como un sueño húmedo de manos duras y fachos que Burroughs hubiese detestado. 

Tal vez la versión contemporánea de la Smith & Wesson que conocimos por los westerns sea el celular, dispositivo que cada vez tapa más huecos en la vida de pobres y ricos. En el campo de batalla de las redes (especialmente Twitter) gana quien desenfunde más rápido para subir algo que perjudique al oponente. Con un posteo certero cualquiera puede verse culpable automáticamente. La velocidad y la puntería para ejecutarlo son tan importantes como lo eran en los duelos al pie de los Mittens de Arizona.

Ya no está en juego la vida, pero sí la reputación, algo que a Burroughs nunca pareció importarle demasiado.