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Villana Canosa

Viviana Canosa
Viviana Canosa | Captura

Como ocurre con otras figuras públicas, Viviana Canosa da la impresión de acaparar mayor atención entre quienes la odian que entre quienes suscriben a sus planteos. Los cascotazos le caen tanto por parte de ignotos usuarios de redes, como de prestigiosos opinadores con acceso a medios masivos de comunicación. Para los primeros, defenestrarla con toda la saña posible, con burlas e insultos, es rentable en términos de followers y likes provenientes de sectores identificados con el oficialismo o las izquierdas, mientras que los otros, menos tendientes a la falacia ad hominen que la argumentación fundada, parecen tomarla demasiado en serio, convencidos de que es genuinamente “peligrosa”, adjetivo que pegan a su nombre con sorprendente liviandad. Inflado, el peligro que se adjudica a influencers o comunicadores (como las ofensas que hiperbólicamente aseguran padecer las crecientes tribus de hipersensibles usuarios de redes) termina oficiando, acaso, de involuntaria tapadera de peligros mayores. Pero para muchas personas, Canosa es una villana más temible que cualquier político u operador, y justifica que se gaste tiempo en desmenuzar lo que dice y hace. 

Fueron sus detractores los encargados de poner en evidencia que su estilo es el de la famosa conductora republicana Laura Ingraham, con la expectativa aparente de restarle puntos por falta de originalidad, cosa que, ante una tendencia al calco predominante en todos los medios de comunicación vernáculos, no importa si son hegemónicos o independientes, no hizo rasgar las vestiduras de nadie, ni sirvió para desprestigiarla entre quienes la bancan. Y fueron sus detractores los que han pasado más horas hablando de ella, tanto en relación a temas graves, como cuando se la acusó de “asesina” por tomar dióxido de cloro en cámara, como por trivialidades supremas, tipo qué filtros usa en Instagram. Muchos de ellos, sin embargo, habían llegado a sentirla casi “propia” tan solo un par de años atrás, cuando entrevistaba con la mejor onda del mundo a la promesa de conciliación que parecía representar Alberto Fernández, y ambos lucían sus risas níveas en el primetime de América. Pero Canosa volanteó y hoy parece entender muy bien que la polémica le rinde más que cualquier otra cosa y que el odio se puede capitalizar. A su actual empoderamiento mediático, se sumó la presunta censura, en una movida cuyas consecuencias el turco Asís definió sabiamente: “Sin inteligencia estratégica, en América le produjeron un perjuicio innecesario al ministro de Economía que debería cuidarse más de los amigos”.  “La Vivi”, la llama, además, Asís, y agrega que es una “diva de Almodóvar con la pasión de Juana de Arco". Es que en una época en que la información se reconvierte al ritmo de las nuevas tecnologías, y en la que nuestras divas históricas se acercan al final de sus trayectorias por cuestiones etarias, Canosa parece aspirar a ese puesto. Y son sus enemigos, no sus fans, quienes mejor patrocinan la concreción de tal empresa, quienes mejor abonan a su visibilidad y ascenso.