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Así trabajaba José Luis Cabezas

El ex director de la revista Noticias recuerda el estilo y la pasión del gran fotógrafo, a 25 años de su asesinato.

José Luis Cabezas
El reportero gráfico y fotógrafo argentino, José Luis Cabezas | CEDOC Perfil

José Luis Cabezas fue uno de los mejores fotógrafos que pasaron por la revista Noticias y por editorial Perfil. Era tanta la ductilidad que le imprimía a su cámara, y tanta su creatividad, que cada producción suya servía para ilustrar más de una nota. Quienes estuvieron del otro lado de su lente, lo saben bien.

En julio de 1996 debía ilustrar una entrevista realizada a Ernesto Sabato. El escritor no quería saber nada con ir al estudio fotográfico de la revista para posar. José Luis le dijo que se conformaba con sacarle unas fotos en alguna plaza. Quedaron en verse una tarde en Plaza Lavalle.

Sabato llegó dos horas después de lo previsto y con poco tiempo que perder. Cuando vio que Cabezas lo esperaba con un telón de fondo en el que se había pintado un sol y una playa de estilo naif, estuvo a punto de dar media vuelta e irse. Nunca supimos cómo lo convenció de posar sentado sobre un banquito, delante de ese fondo insólito y en medio de una plaza convulsionada por la presencia del célebre escritor.

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A Nequi Galotti, la esposa de Bartolomé Mitre, el fallecido director del diario La Nación, la vistió con un deshabillé sexy y la convenció de subirse a una pila de cajones rotos. A Jorge Lanata lo fotografió sentado en cuclillas arriba de su escritorio. A Mario Firmenich lo hizo sonreír, que nunca fue poco, y cuando el ex guerrillero le dijo que su hobby era la carpintería, logró fotografiarlo con un serrucho cortando madera.

A Graciela Fernández Meijide la disfrazó, literalmente, de una maleva con look gardeliano y, tras cartón, de una dama patricia neoclásica. Roberto Devorik, además de ser reconocido como el amigo argentino de la princesa Diana, es un diseñador refinado y exquisito. No salía de su asombro cuando José Luis lo llevó hasta una estación de trenes abandonada para fotografiarlo en una habitación semidestruida.

El recurso de los trenes lo usó también para fotografiar, en 1995, a la fórmula presidencial Octavio Bordón-Carlos “Chacho” Álvarez. Lo sorprendente era ver a los políticos trepar de vagón en vagón siguiendo mansamente las instrucciones del fotógrafo. Álvarez, todo transpirado, le dijo a Bordón por lo bajo: “Viéndolo trabajar a él, uno no se puede negar a nada”. José Luis lo escuchó y le respondió: “Es que yo soy yo, no mi sueldo”.

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En septiembre de 1995 viajó a Canadá para una entrevista con Mario Bunge. El filósofo contaría luego que entablaron una relación especial y que le causaba simpatía que lo llamara “Patrón” cada vez que le indicaba alguna pose determinada. También recordó que el fotógrafo le decía que se sentía un afortunado: “Hago lo que me gusta y además me pagan”.

Y haciendo eso que sabía y le gustaba fotografió también a Raúl Alfonsín, María Kodama, Enrique Nosiglia, Ramón Hernández, Oscar Andreani, Eleonora Cassano, Mario Pergolini, Luis Moreno Ocampo, Menem Junior, Cecilia Roth, Eduardo Duhalde, Gerardo Sofovich, Esther Goris, Miguel Ángel Solá, Les Luthiers y Mirtha Legrand, entre muchísimos protagonistas más de la actualidad.

Un día, tras la renuncia de Domingo Cavallo en julio de 1996, llegamos juntos a las nuevas oficinas del ex ministro de Economía para realizarle una entrevista. Cuando nos hicieron pasar para que lo esperáramos unos minutos, vimos la desolación de una habitación vacía recién pintada de blanco y con un matafuego en el piso como única decoración.

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“Estamos en problemas, José Luis —le dije—, no sé cómo te las vas a arreglar para sacar una buena foto de esto.” “Está perfecto —me respondió—, vos no te hagas problemas.” Así fue, colocó el matafuego petiso y rojo en una de las esquinas de la habitación y le dijo a Cavallo que se parara en la otra. Ahí lo fotografió.

Tuvo razón: no había otra imagen que reflejara mejor la soledad política de aquel hombre, recién echado del Gobierno y pronto a enfrentarse a los incendios judiciales que lo esperaban en Tribunales.

Ése era José Luis. Inquieto, creativo, optimista. Un buen tipo. Un hombre común, simple, que amaba a su familia y soñaba un futuro compartido con su esposa Cristina y su hija Candela, y con sus otros dos hijos de un primer matrimonio, Juan y María.

También era un gran fotógrafo, que había comenzado trabajando en una plaza y que en 1989 ingresó como reportero en Noticias, donde demostró la diferencia que hay entre hacer de fotógrafo y amar la fotografía.

Había nacido en Wilde, provincia de Buenos Aires, el 28 de noviembre de 1961.

Y lo extrañamos tanto.