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GOBIERNO

Cambiar para ganar

Ya hay danza de nombres en el Gabinete Nacionalpara tratar de mejorar ciertos resultados que tardan. Internas a full.

Delivery de hostias, Papa Francisco.
| Dibujo: Pablo Temes<br>

Hace varios meses, un conspicuo político argentino se entrevistó con Michelle Bachelet. Durante el diálogo, la mandataria chilena lo interrogó: “Dime, ¿cómo es el gabinete de Macri?”. A lo que el visitante respondió: “Casi todos los ministros son Ceo del sector privado, ensaya un modelo nuevo de gestión”. Entonces, Bachelet lo miró sonriente y, con su mejor tonada trasandina, recordó: “Igualito, entonces, al primer gobierno que yo formé en su momento”. Para agregar, tras el pique de sus palabras: “Fue notable. Empecé con más del 50% de aprobación y al poco tiempo me bajaron la estima al 20%”. Si bien las experiencias nunca son comparables y Mauricio Macri mantiene un volumen optimista de adeptos, a seis meses de transcurrido el mandato ya suenan tambores de cambio: demasiados tropiezos, varios ministros para un mismo cargo, internas obvias (José Torello vs. Marcos Peña, preferido de cuanta crítica planea; Prat-Gay vs. Melconian, Melconian vs. Frigerio; Sturzenegger contra el mundo) y cierta desazón por resultados que la arrogancia no contemplaba. Sobre todo si se parte de esa manía distorsiva que fija números desopilantes (inflación de 20% a 23%, corregida por último a 42% para escándalo del Ejecutivo) o establece plazos semestrales de dudosa ejecución para alcanzar la felicidad, promesas que no se cumplen y que a fin de año –si no hay datos que entusiasmen– habilitarán una sangría o diversos enroques en el núcleo duro conocido como el círculo rojo. Para ganar, a veces se debe cambiar. Aunque, como dicen que “Mauricio está en todo, se preocupa por todo y mastica chicle a cada rato”, mucho antes tal vez se produzca una partida de un área sensible que el periodismo no suele recorrer: la titularidad de Salud, por ejemplo, donde Jorge Lemus parece ubicarse en la punta de la planchada. No sería una novedad: cuando estuvo con su jefe y amigo en la municipalidad, también fue despedido como amenazan hacerlo ahora. Nadie sabe si es una señal anecdótica o el anticipo de un iceberg en ese mar de funcionarios que ya se quejan por tener sueldos de camioneros pero con una responsabilidad mayor.

Extrañamente contrario a lo que se imaginaba, a Macri le va mejor en la política que en lo económico. Gracias a la diáspora cristinista y al fenómeno de la renovación peronista forjado por dos insignias del partido, Lázaro Báez y, sobre todo, José López y sus bolsos. Pampásico el frente peronista, entonces, ya que se van del desierto cientos de intendentes, todos fotografiados orgullosamente con el ahora preso López, quien gustaba de registrar instantáneas con sus favorecidos de la obra pública (al revés de lo que ocurre hoy con el solitario Néstor Grindetti, jefe comunal de Lanús, criado a la vera de Mauricio y en proceso de descomposición por los Panamá Papers).

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Se pasan también arrepentidos gobernadores, ni hablar de parlamentarios, tránsfugas en general que juran su mudanza por indignidad ante el pasado que protagonizaron, igual que algunos empresarios de fuste que alegan haber sido narcotizados por Cristina. Macri se beneficia, agranda la casa, el cándido Estado ofrece cargos que los contribuyentes pagan, reparte generoso. Por si alguno protesta, este mes devolverá a los gremios un monto gigantesco de las obras sociales que CFK ni les permitía oler y, de paso, organiza una ley para la familia que debería bendecir el Papa.

Confusión. Igual se confunde con la vorágine invasiva, se le destrozan los cálculos políticos: debe tachar, por ejemplo, como candidata y líder a la dama que más temía, vigila a Sergio Massa por la asistencia carísima que le brinda a María Eugenia Vidal, ni computa al sanjuanino Gioja, medroso para dirigir el partido, no irrita a la ex y ni siquiera confirma o desliga a Ricardo Echegaray de la Auditoría General de la Nación.

En los planes, sin embargo, prosperan los misiles contra Daniel Scioli, ya irrescatable del escándalo –entienden–, a quien Elisa Carrió riega de imputaciones sobre campos vecinos a la familia de Macri en Tandil o posesiones presuntas en Italia, hasta en un mismo lugar de veraneo que compartieron con Macri. Por si no alcanza, el bombardeo llueve sobre su ex jefe de Gabinete, Alberto Pérez, ahora experto en plástica y colecciones artísticas, y afecta al ex responsable de seguridad Ricardo Casal, quien no parece haber abandonado en estos seis meses su influencia sobre áreas penitenciarias bonaerenses que dicen responder a la gobernadora. Siguen los nombres.

Hay temas en los que nada puedo hacer, previene el mandatario antes de que le pregunten. Ni se ocupa de José Manuel de la Sota, dañado en apariencia por affaires brasileños, y mucho menos del salteño de la farándula Juan Manuel Urtubey, quien ha ganado fama de pródigo al tomar un préstamo con tasas de 9, 5% para la provincia, que podría superar récords africanos.

Tiene en apariencia el Presidente la pista libre de oposición para el año próximo, sin contar la limpieza que le brinda una Justicia liberada de traumas y presiones, al igual que los empresarios, sindicalistas y otros mandantes, según el nuevo manual de hipocresía. Le quedaba el escollo de Francisco, un enigma. Pero decidió su resolución, dejó el traje de civil, desechó el clergyman y hasta se calzó una sotana en la Eucaristía de Tucumán. Nunca se vio tanta jerarquía eclesiástica aplaudirlo cuando expresó su pensamiento sobre la concepción, una llave –se supone– que abriría el corazón del Papa.

Un primer gesto, más una carta para felicitarlo por el Día del Sumo Pontífice (raro que no lo incorporaron como feriado), justo cuando se formaliza el ingreso de dos nuevos miembros de la Corte Suprema, uno contra el aborto (Horacio Rosatti), el otro por los eufemísticos derechos de la mujer (Carlos Rosenkrantz). Y justo cuando desde Roma se reprocha la distribución del ingreso que favorece a los bancos (fue el sector con más rendimiento en lo que va del año, aunque habría que descontarle la tasa de inflación que no afecta a otros rubros) y la influyente presencia de Peña, Jaime Duran Barba y Fabián Rodríguez Simón (alias Pepín) en las inmediaciones de Macri.

Le imputan lo que no son, hasta que se rinden o sirven a Clarín. Casi como los cristinistas, que dicen que se gobierna para los ricos y para el poder mediático, slogans de repercusión pero que no alteran a los peronistas que hacen las maletas rápido para no hacer cola en las entradas. No se sabe de Francisco, aunque él está en todas partes.