En el reportaje a Mauricio Macri el viernes en Radio Perfil que publicó ayer este diario hubo dos preguntas que sintetizaron el núcleo de la problemática política actual:
1) En países presidencialistas como el nuestro, no funcionan las bicefalias. No funcionaron con Perón y Cámpora, Kirchner y Duhalde, Fernández y Cristina. Con la actual experiencia, los argentinos han comprendido que un presidente con una jefa trae problemas, van a querer elegir un presidente que no esté subordinado a nadie. Al protagonizar usted el liderazgo de Cambiemos, decir que aprobará o no al candidato, anunciar en su libro lo que debe hacer el nuevo presidente, ¿no hay el riesgo de que los electores crean que si el nuevo presidente es de Cambiemos, va a estar supeditado a usted? ¿No hay el riesgo de que la gente quiera elegir un presidente? Si usted protagoniza la campaña y opaca al candidato, ¿eso ayuda a su candidato o a sus opositores?
2) Con la sola excepción de Lasso en Ecuador, que tampoco defendió ninguna tesis liberal en la segunda vuelta, Bolivia, Chile, Perú, Colombia, eligieron presidentes populistas o de izquierda. El presidente de México, también de izquierda, es el único que conserva gran popularidad después de cuatro años de gobierno. Han tenido éxito opciones populistas como Giorgia Meloni en Italia, Le Pen en Francia, Bolsonaro en Brasil, Trump en EE.UU., incluso Magdalena Andersson en Suecia. En ningún lado han ganado candidatos defendiendo programas de gobierno con propuestas que pretendan racionalizar la sociedad con ajustes. ¿Será Argentina el único país que vote por un programa inspirado en la ética protestante de Weber?
Los mismos dos dilemas de Juntos por el Cambio comparte el Frente de Todos. En su caso, en lugar de promesas electorales que incluyan ajustes económicos que hagan perder las elecciones de 2023, están las consecuencias electorales que podrían tener las acciones económicas recesivas previas a los comicios en el ejercicio del último tramo de su gobierno.
Y, el más importante, cómo superar el agotamiento del sistema que coloca a quien sea candidato presidencial del oficialismo como dependiente del poder de Cristina Kirchner.
Dos son las soluciones a este último dilema: que Cristina Kirchner y Mauricio Macri sean ellos mismos los candidatos a presidente en 2023 o que fueran derrotados en internas como precandidatos a presidente para 2023. Esta última es la perspectiva de Horacio Rodríguez Larreta, quien aspira liderar Juntos por el Cambio con la autoridad y las credenciales que le otorguen vencer a Mauricio Macri en unas PASO.
Un escenario probable es que ni Mauricio Macri ni Cristina Kirchner sean ellos mismos candidatos a presidente y en ese caso Rodríguez Larreta dentro del PRO y quien surja del no kirchnerismo como precandidato del Frente de Todos tengan que competir y eventualmente ganarle a un significante de Macri y Cristina.
Que, por ejemplo, Alberto Fernández/Daniel Scioli (fórmula que los últimos días fue muy comentada por la repetición de eventos públicos donde el Presidente sumó a su embajador en Brasil) o Sergio Massa compitan contra Wado De Pedro en el caso del Frente de Todos. Y que Rodríguez Larreta compita con Patricia Bullrich, ungida como delegada oficial de Mauricio Macri. La propia Bullrich salió a rechazar que Macri la designe como su preferida, comprendiendo que ese “dedazo” sería como una forma de “abrazo del oso” que termine restándole potencia al candidato que lo reciba.
Quienes pretendan gobernar la Argentina a partir del 10 de diciembre de 2023 tendrán que resolver primero el problema que en forma de “pecado original” aqueja a Alberto Fernández al haber sido elegido por la sola voluntad de un tercero. Rodríguez Larreta podría solucionar el problema si lo acompañara en la fórmula presidencial un vicepresidente claramente crítico de Macri, como fue Gerardo Morales y más aún Facundo Manes, quien es el entrevistado del reportaje largo de esta edición de PERFIL bajo el título “La interna del PRO me supera”. En el caso del Frente de Todos, el destete de Cristina Kirchner tendría que producirse no solo en las PASO, sino también en el ejercicio mismo del gobierno por parte de Alberto Fernández y Sergio Masa.
Economía en su dicotomía ajuste-crecimiento, por un lado, y gobernabilidad en clave de superación generacional o no de los líderes de la década anterior por parte de sus continuadores, serán los vectores que ordenarán el mapa político y electoral 2023. Las dos coaliciones comparten la misma agenda de temas para resolver, lo que promete un año electoral intenso y decisivo.
El año próximo se cumplirán veinte años de la irrupción del kirchnerismo en 2003, de los cuales 16 fueron de gobiernos kirchneristas, hegemonía que fomentó la formación reactiva de Cambiemos/Juntos por el Cambio. En la política como en el espectáculo el aburrimiento es un componente letal y quizás la sociedad llegue al año próximo queriendo dar por superada la etapa surgida del estallido de 2002 con sus dos creaciones más emblemáticas. O no, y Macri y Cristina Kirchner sigan siendo los dos grandes protagonistas y primus inter pares de la política nacional. En su suerte se define el futuro de la Argentina.