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TRAYECTORIAS

De Eliaschev a Verbitsky

La insólita decisión de borrar los archivos de notas críticas al Papa Franciscose dio en simultáneo con la muerte de Pepe. Escrache post mortem.

Dos pesos pesados. Pepe Eliaschev y Horacio Verbitsky.
| Dibujo: Pablo Temes

Advertencia: esta nota se autodestruirá en cinco minutos. No se trata de una parodia de aquella serie setentista llamada Misión imposible que transpiraba espionaje desde los primeros acordes de la cortina musical del inmenso Lalo Schifrin. Es simplemente una manera de acoplarme a la flamante doctrina Verbitsky de lo que debe ser el periodismo. Más Topo que Perro, el asesor de Cristina resolvió tomar el camino inverso al que proclamó durante años: el del oscurantismo. El de la cerrazón informativa estalinista. Borró sus propias columnas de la versión digital de Página/12 con la excusa de no darle “información premasticada (sic) a la nube de periodistas europeos que preparan instant books” sobre la vida del papa Francisco. Explicación tan insólita como ridícula. Si fuera cierto, Horacio Verbitsky estaría inaugurando de esa manera una nueva forma de relacionarse con la información por parte de los cronistas: ocultarla. El mismo que escribió Un mundo sin periodistas, como síntesis de los deseos de los gobernantes ahora cambia el rumbo y toma la vanguardia que tanto le gusta. ¿Tendrá pensado quemar algunos de sus propios libros para evitar que le roben su trabajo que no le gusta “regalar”?, tal como confesó.

¿Qué pasaría si todos los periodistas tomaran el ejemplo de Horacio y borraran sus trabajos para “no darle información premasticada” a nadie. ¿Qué tal si los editorialistas que escribieron loas a la dictadura retiraran de circulación esas pruebas? La utilización de todo tipo de archivo y el resto de los periodistas son una de las fuentes informativas que suelen servir para iniciar el camino de cualquier investigación de prensa. ¿O Verbitsky nunca citó el trabajo de algún colega para sus notas? Miles de veces. Una viene a cuento porque levantó información de un libro que escribí en sociedad con José Antonio Díaz en 1989 que se llama  El heredero de Perón: Menem, entre Dios y el Diablo. El ex presidente riojano lo llevó a juicio e intentó silenciarlo porque Verbitsky había contado, entre otras cosas, que mientras estuvo preso en la cárcel de Magdalena se quebró y lloró desconsoladamente la noche en que le informaron que había muerto su madre, Mohibe Akil, y por orden del general dictador Albano Harguindeguy no le iban a permitir viajar a La Rioja a darle el último adiós. Son increíbles las vueltas que tiene la vida. La jueza que lo absolvió con un impecable fallo a favor de la libertad de prensa fue la doctora María Laura Garrigós de Rébori, actual integrante de Justicia Legítima. Y dos de los testigos que aportó la defensa de Verbitsky fueron Mariano Grondona y quien esto escribe. Verbitsky citó aquel libro que le dio “información premasticada” y yo corroboré que todo era cierto. Ya murieron, y por eso podemos revelar nuestras fuentes. Jorge Vázquez y Diego Ibáñez, los compañeros de celda de Carlos Menem, nos habían contado con lujo de detalles aquel momento. Menos mal que no se nos ocurrió borrar los originales y sacar de circulación los libros. La cita de Verbitsky hubiera quedado sin sustento, pedaleando en el aire.  

No creo que este tema sea algo menor. O merezca apenas un recuadrito titulado: “Fui yo”, como intentó resolver la controversia la estrella de Página/12. Sobre todo porque lo que el diario bloqueó de su versión digital no son textos menores. Son aquellos en los que colocó al entonces cardenal Jorge Bergoglio en el lugar de colaboracionista del terrorismo de Estado. Eran tiempos en que Estela de Carlotto y Cristina nutrían su pensamiento de esas palabras. Eran tiempos en que Néstor y Cristina habían colocado al entonces arzobispo de Buenos Aires en el lugar de “jefe de la oposición y diablo con sotana”. Luego se produjo el milagro más importante del Papa: hizo más papistas que él mismo a los kirchneristas que eran sus principales enemigos.

El kirchnerismo logró dinamitar incluso los códigos periodísticos más aceptados y compartidos, los que sostuvieron este oficio maravilloso a lo largo de los años. El intento de aplicación de la Ley Antiterrorista a un colega de Santiago del Estero, el procesamiento de otro de Bahía Blanca porque se negó a revelar sus fuentes, el escrache y los ataques sistemáticos desde el aparato propagandístico del Estado, la extorsión con publicidad oficial y a los anunciantes privados, la utilización de la AFIP y la SIDE como instrumentos de espionaje y castigo, en fin, la lista es larga y nefasta.

Pero la autocensura reconocida de Verbitsky agrega un elemento novedoso. Igual que la despreciable necrológica que el mismo diario publicó contra Pepe Eliaschev. No está mal tener una mirada crítica de una persona muerta. Un fallecimiento no puede cambiar la opinión que se tenía de esa persona en vida. Yo fui muy duro con Néstor Kirchner el día de su muerte. No creo que las personas que fueron malas se conviertan en buenas por el solo hecho de dejar de respirar. Lo que sí creo es que en situaciones tan extremas hay que poner los huevos y la firma sobre la mesa. De hecho, tuve que pagar las consecuencias por no callar mi opinión ni siquiera en un momento tan doloroso para su familia y sus militantes. Trescientas personas desaforadas con bombos y palos estuvieron en la puerta de la radio amenazando y gritando que era yo el que tenía que morir. Tuve que salir custodiado por la policía junto a Fernando Bravo. Fue horrible. Pero pagué el costo de decir mi verdad.

Lo que sí es de pésimo gusto, casi una traición a la condición humana, es matar a un muerto sin hacerse cargo de lo que se dice. La página 33 de Página/12 merece estudiarse como una de las bajezas que se pueden cometer en nombre de la revolución kirchnerista. Nadie suscribe la nota que titulan: “Un periodista con oscilaciones”. Se entiende entonces que ésa es la opinión de los editores del diario alimentado con cataratas de publicidad oficial pero que no logra acusar peso en la balanza de las ventas en los kioscos. El panfleto anti-Eliaschev cita varias veces a Horacio Verbitsky. Allí “denuncia” que Pepe escribió en la revista de Montoneros y que algunas de sus opiniones estuvieron a la izquierda de la izquierda y justificaban la lucha armada. Por eso dicen que pasó de un extremo al otro.

“De la izquierda proguerrillera y peronista hasta posiciones conservadoras antikirchneristas”. Lo acusan de travestismo y de negar su propia historia, cuando fue notoria la profunda y sincera autocrítica que Pepe hizo de aquella experiencia y su adhesión fervorosa y sin fisuras a la democracia republicana y pacífica. Para Página/12, parece que aprender de los errores que llevaron a una generación a la muerte producto de un militarismo  y un foquismo criminal es renegar de su pasado. En realidad la reconversión de Eliaschev, como la de tantos jóvenes de aquella época, se trata del reconocimiento más sensato de un hombre que revaloriza la democracia, la libertad y el debate para siempre. Por aquellas ideas, Pepe fue amenazado por la Triple A y debió exiliarse. Luego la dictadura de Videla censuró sus apariciones radiales desde Estados Unidos. El kirchnerismo lo silenció y lo eyectó de Radio Nacional por orden directa de Néstor Kirchner (testimonio de Luis Juez que estaba presente en el lugar) y el sector de la colectividad judía que tributa a los K no dejó de ensuciarlo cuando llevó su primicia internacional sobre el pacto de Timerman y los iraníes a la tapa de este diario. Fue desmentido y atacado por el canciller de la traición y varios de sus amanuenses comunitarios. Luego, todo se confirmó, con lujo de detalles y nadie tuvo la dignidad de pedirle disculpas.

Al revés de Pepe Eliaschev, a Horacio Verbitsky le salvó la vida y lo ayudó a irse por un tiempo del país un alto oficial de la Fuerza Aérea. Y eso que Verbitsky no era un mero redactor de El Descamisado. Era uno de los responsables de la temible estructura de inteligencia del grupo guerrillero.

Aprovechen a tomar nota los colegas. Sobre todo respecto de la forma en que Horacio Verbitsky fue protegido por parte de la Aeronáutica durante el genocidio.

Esta nota será borrada de la versión digital de Perfil en las próximas horas. No me gusta regalar mi trabajo ni darle información premasticada a nadie. Fui yo.