Más allá de los nombres, los armados de las listas electorales volvieron a desnudar la imperfección de los análisis y conjeturas básicas que se hacen muchas veces en torno a la política, su dinámica y la interacción de los protagonistas.
A esas defecciones se puede llegar por varios motivos. Entre ellos se destacan la pereza intelectual, el interés partidario y/o económico o la demagogia de darle a la audiencia lo que se cree que ella pide para ratificar su creencia. Hay más, claro.
La realidad, sin embargo, expone la fragilidad de estas lógicas binarias y muestra cuánto más complejos son estos procesos políticos. Como la vida, en verdad.
Por caso, el cierre de las boletas electorales del Frente de Todos en los principales distritos del país terminó por derribar el mito de que Cristina Kirchner manda y Alberto Fernández obedece. Cuidado, tampoco es a la inversa, como ha ocurrido con otros presidentes y sus vices.
Fiel a lo que expresa el conglomerado oficialista, está claro que hubo negociaciones, cortocircuitos, acuerdos y de-sacuerdos acerca de los apellidos y lugares a ocupar en las listas del FdT entre Alberto F y CFK. Y no solo entre ellos: Sergio Massa, gobernadores, movimientos sociales, intendentes y gremios también tuvieron su incidencia (mayor o menor) para parir las listas.
Hay varios ejemplos de estos matices en diferentes distritos, pero pocos son tan contundentes como en Provincia de Buenos Aires y en CABA.
Victoria Tolosa Paz sería más albertista que cristinista, a la inversa que su segundo en el listado, el ministro bonaerense Daniel Gollan. El Presidente la consagró oficiosamente en público vía un consejero externo y resistió los embates internos para que consagrara en ese lugar a Santiago Cafiero, su jefe de Gabinete.
Algo similar ocurrió en la Capital, con la postulación de Leandro Santoro, otro albertista y de orgulloso origen radical. Sectores del PJ porteño y de La Cámpora presionaron para que no encabezara. Fue también en vano.
Algo similar ocurre con las simplificaciones respecto a Juntos por el Cambio.
Primero se sentenció que Horacio Rodríguez Larreta iba a sucumbir ante el “halconismo” de Mauricio Macri y Patricia Bullrich. Ahora que quedó consagrado que impuso las candidaturas que quería (con María Eugenia Vidal en Ciudad y Diego Santilli en Provincia), se apuran en pasar a cuarteles de invierno al ex presidente y a su ministra de Seguridad.
Atención que Bullrich injertó varias postulaciones en diferentes jurisdicciones, donde está construyendo estructura. Y a Macri le cumplieron con su único pedido personal: que en la lista bonaerense para la nacional se incluya a Hernán Lombardi y en la de la Legislatura porteña a Darío Nieto, su secretario privado con ciertas complicaciones judiciales.
Es tan cierto que el resultado obtenido por el sector duro de JxC es módico en relación con sus expectativas como exagerado decir que Macri y Bullrich ya fueron.
Convendría no tener prisa, como ya sucedió cuando en su momento se mandó a retiro a la actual vicepresidenta. Y acá estamos.