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Presidentes memes

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Presidentes memes. | cedoc

Por estas horas, circula una broma interna en algunos despachos de la Casa Rosada, en la que se apuesta cuántos días puede durar la actual abstinencia oral de Alberto Fernández.

Tras la última patinada presidencial con los orígenes argentinos versus los de otros pueblos latinoamericanos, seguida de disculpas y aclaraciones que solo evidencian la magnitud del error no forzado, su equipo más cercano de colaboradores encendió la luz de alerta en torno al impacto negativo en su credibilidad, encima en el arranque de la campaña electoral.

El que debió convencer a Alberto F de abrir un paréntesis en su verborragia fue Santiago Cafiero, jefe de Gabinete y uno de los pocos que puede encarar ese pedido sin ser enviado al demonio.

Para quien no lo crea aún, hay asesores comunicacionales y de discurso alrededor del Presidente. Sucede que él cree que sabe de todo, incluido improvisar. Hay allí autosuficiencia pero también prejuicio: estar entrenado en comunicación es ser macrista.

El derrotero de su antecesor en el cargo podría desmentir ese preconcepto. O remarcar qué pasa cuando se sale a decir algo sin prepararse para ello.

Que Alberto F y Macri se desboquen habla también de nuestra crisis dirigencial y de la baja calidad política

En Mendoza, Mauricio Macri volvió a hacer gala de su impunidad como orador. Ya sin Marcos Peña ni Jaime Duran Barba al frente de su nutrido equipo de coachs, el ex presidente se expone a mostrar lo que es, su verdadera cara, brutalmente sin disimulo.

Así fue como devaluó (un concepto del que es fan) lo que significa el covid y el efecto devastador en el mundo y en la Argentina. Al revés de Alberto F, que puede desbocarse en nombre de lo “quemado” que está por los problemas de estos tiempos (tal como explicó la ministra bonaerense Teresa García), Macri dijo lo que dijo en una visita promocional y sin estrés. No hay justificación.

Recién se disculpó y buscó aclarar qué quiso decir cuando tomó nota del vendaval de rechazos que causó. Lo hizo a través de las redes sociales, donde sí tiene quien le escriba.

Además de ofender la memoria de las 85 mil víctimas fatales por covid en el país y a sus familiares y amistades, Macri causa un grave daño político-institucional a la principal fuerza de oposición, necesaria para el equilibrio de nuestro sistema democrático. Sigue pensando como líder –o mejor dicho, CEO– de un equipo, cuando ya no lo es salvo para demostrar cuánto poder de daño todavía concentra. En especial para los propios.

En Alberto F los efectos son más evidentes. La palabra presidencial debería ser resguardada y un eje de referencia, para coincidir o no, pero sustantiva. Sus pifies quedan más expuestos ante la centralidad que adquiere cada aparición de su vice Cristina.

Que en un país voraz como el nuestro los presidentes (en funciones o ex) pasen a convertirse en carne de memes, una suerte de cruel caricatura posmoderna, habla de la crisis dirigencial tanto como de la baja calidad política de una república con la mitad de la población bajo la línea de pobreza. Y eso le abre una puerta peligrosa a la antipolítica. Ya sabemos que la mejor salida no es por ahí.