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Dilema peronista

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Sabios. Lavagna y Pichetto, reserva intelectual del PJ. | Cedoc Perfil

Le preguntaron a Margaret Thatcher cuál había sido su gran triunfo en la política, y ella respondió: “Haber logrado que la oposición (el Partido Laborista, equivalente al peronismo) incorporara ideas de los conservadores (equivalentes a Cambiemos)”. Macri no puede decir lo mismo. Thatcher, con el éxito de sus políticas económicas, logró que el laborismo tuviera que incorporar conceptos de la derecha e irse al centro para volver a ganar las elecciones, algo que finalmente logró, recreando el partido de los trabajadores inglés que pasó a llamarse New Labor (Nuevo Laborismo), con Tony Blair.

Un eventual acuerdo de Massa con Cristina revolucionaría al PJ no K debilitando su futuro y renovación

Quizá Jaime Duran Barba logre el doble imposible: haber hecho primero presidente a una persona como Macri en 2015 y lograr que sea reelegido en 2019 a pesar de fracasar económicamente. Pero, de conseguirlo, y aun con lo más difícil de esta segunda tarea, siempre sería un triunfo pírrico si fuera apostando a la polarización con Cristina Kirchner. Luego le quedará una mayor cantidad de legisladores kirchneristas dificultando aún más la posibilidad de llegar a acuerdos parlamentarios para producir las reformas que la economía precisa.

En diciembre de 2019 puede darse un escenario inimaginado para la política argentina. Como la mayoría de los gobernadores peronistas adelantaron sus elecciones provinciales para no quedar atados a Cristina Kirchner o a la falta de un candidato a presidente del PJ no K que le pueda competir, lograrían la paradoja de ganar las elecciones locales y ser reelectos en sus provincias pero perder gran parte de su poder en el Congreso, ya que los nuevos diputados y senadores elegidos en 2019 serían kirchneristas porque la boleta de legisladores nacionales va junto con la de presidente. Una situación inédita en la política argentina: varios gobernadores importantes casi sin representantes en el Congreso Nacional.

El macrismo tiene otra lectura; supone que ganándole en un ballottage a Cristina Kirchner, la ex presidenta, después de acumular dos derrotas seguidas, comenzaría su progresiva obsolescencia porque ya no sería una candidata expectable para 2023 ni traccionaría futuros votos para intendentes y gobernadores, haciendo que los propios legisladores kirchneristas se “borocotizaran” (por el diputado de Macri que se pasó al kirchnerismo en 2005) y Cambiemos podría conseguir mayoría en el Legislativo cooptando “ex” kirchneristas que se sumaran más o menos disimuladamente al bloque macrista. Un sector del PRO cree que “el gran error de Macri” fue colocar de presidente de la Cámara de Diputados al pluralista Emilio Monzó en lugar de a un comisario que le comprara diputados de la oposición para aprobar sus reformas, pero se olvidan de que, si eso fuera posible, aún le quedaría una derrota en el Senado, con mayoría de la oposición.

La misma lógica alienta a la oposición no kirchnerista pensando que Cristina, al ver que pierde en el ballottage, desistirá de ser candidata y se ilusionan con un peronismo unido sin la candidatura de Cristina. Pero aun perdiendo en un ballottage Cristina podría salir más favorecida que no siendo candidata pues, a diferencia de Scioli, sería la jefa de la oposición porque la lista de legisladores la armaría ella, asegurándose de que fueran todos 100% kirchneristas sin margen para ser cooptados.

Respondiendo al eficaz Teorema de Baglini, que señala  que cuando un candidato se acerca a poder ser electo se vuelve más responsable, Cristina se estuvo reuniendo con economistas razonables para consultar qué debería hacer para que su candidatura no provocara una corrida sobre el dólar. Los economistas le recomiendan que haga como Bolsonaro, que anuncie con mucha anticipación quién será su ministro de Economía, dándole superpoderes a un economista de gran prestigio que tranquilice a los mercados.

Pero sabe que aun si encontrara un equivalente a Paulo Guedes, a ella no la creerían prescindente como a Bolsonaro, y el solo hecho de que ese gran ministro le reporte a ella destruiría las mejores credenciales y los mercados no confiarían. Le asignan a De la Sota decir que el kirchnerismo era como el tabasco, que alcanza con una pequeña porción para teñir cualquier plato con su gusto.

Y si la economía de Macri implosionara porque la propia amenaza de triunfo de Cristina Kirchner generara una estampida hacia el dólar, podría no ser un escenario positivo para la ex presidenta porque en el medio de una crisis como la de 2002 el miedo de los votantes podría afectar tanto a Macri como a ella misma y, en ese caso, darse la posibilidad de que quien lo capitalizara electoralmente fuera una persona como Roberto Lavagna, probado piloto de tormenta en 2002.

Pero como Lavagna no piensa asumir un papel activo sino solo ser candidato si lo vienen a buscar porque el país estalló, es probable que, de producirse ese eventual estallido, ya Lavagna no pudiera ser candidato porque las listas y alianzas ya estuvieran cerradas y no pudiera estar habilitado para ser candidato. Tendría que mover sus fichas ahora, algo que Lavagna rehúsa, para estar preparado en el caso de que se diera el escenario de búsqueda de un salvador.

Schiaretti, el único de los cuatro referentes no K que puede ser reelecto en su distrito, sería quien los ordene

Cuando Cristina le dijo el jueves a Grabois “voy a hacer lo que sea mejor para ganar en 2019”, sustentó la esperanza de quienes creen en la unión del peronismo sin la candidatura de la ex presidenta ya que varias encuestas indican que otros candidatos del peronismo tendrían la posibilidad de ganarle a Macri en un ballottage mientras que ella no. El talón de Aquiles de esa hipótesis es que los mismos candidatos que vencerían a Macri en un ballottage sacarían muchos menos votos que Cristina en primera vuelta y no llegarían al ballottage, sin poder prever qué pasaría si se profundizara la polarización electoral y la primera vuelta se transformara en un ballottage. El mismo dilema se presenta entre Massa y Urtubey, el primero obtendría más votos en primera vuelta y menos en el ballottage y muchos creen que Massa sería el único de la mesa de los cuatro, los dos mencionados más Schiaretti y Pichetto, que aceptaría una unión con el kirchnerismo en la medida en que Cristina no fuera candidata.

El verdadero dilema del peronismo es que lo que puede ser bueno para aumentar la cantidad de votos y legisladores en 2019 no lo sea para 2023, cuando el halo de Cristina Kirchner haya podido menguar incluso por efecto de la biología. Para construir un nuevo peronismo a lo Tony Blair que le permita volver a ganar varias elecciones seguidas, el PJ requeriría arriesgarse a perder votos en 2019 pero ganar identidad y consistencia ideológica para resurgir.