Mientras los equipos de campaña libraban la última batalla, la ciudadanía no esperó a que empiecen los comicios: tomó posiciones en un mercado que a toda velocidad iba asimilando novedades y descontando opciones futuras. Esta pulseada final no difiere de lo que ocurre en otras democracias del mundo, pero lo que sí es distintivo en este caso es la intensidad con la que los agentes económicos interactuaban para protegerse de un futuro incierto.
La última semana, por ejemplo, puso a prueba la capacidad del Gobierno para tapar agujeros, realizar el control de daños en el mercado cambiario, ejecutar allanamientos y así entorpecer el funcionamiento del denostado, pero observado segmento marginal, anunciar la puesta en práctica de otro tramo del préstamo chino en yuanes y por último hasta generar una virtual paralización del sector bancario intentando un paro de La Bancaria. El viernes pasado, el dólar se cotizaba a tantos valores diferentes que el objetivo distracción se logró: no se sabía si el "blue" valía $900, $1050 o hasta $1200 como se llegó a registrar alguna operación en el ámbito cripto.
El fin de semana, también se registró movimiento inusualmente alto en shoppings, sitios de compra online y todo aquello que permitiera "quemar" pesos y si fuera en cuotas, tanto mejor. La consigna: si el dólarse escapó hace unos días, al menos protegerse de alguna manera de la erosión inflacionaria, desde agosto con un piso de 12% mensual.
Casi el triple de lo que nuestros vecinos tienen de inflación...en todo un año. Los mismos países que también sufrieron la pandemia, que están endeudados, vieron modificado el mercado internacional por la guerra en Ucrania y hasta padecieron una sequía parecida. Sin embargo, el vértigo de este 2023 tiene marca registrada argentina.
Desde diciembre de 2019 hasta septiembre último, el IPC nivel general acumuló un 713% de aumento, un estrepitoso fracaso de las promesas electorales del Presidente que dejará su cargo el próximo 10 de diciembre.
Desde diciembre de 2019 hasta septiembre último, el IPC nivel general acumuló un 713% de aumento, un estrepitoso fracaso de AF
Hubo otras variables que también mostraron una tendencia negativa, pero es, quizás la inflación, la que termina condicionando al resto: el ingreso por habitantes, el nivel de pobreza, la presión impositiva, la caída en las reservas del Banco Central, el salto del dólar... Todo cuenta, pero es la inflación el factor que se convirtió en el eterno verdugo de los planes elaborados y la razón por la cual los gobiernos terminan haciendo cortoplacismo explícito. Un juego elusivo que cada vez rinde menos porque el ciudadano medio ya conoce, sobre la propia experiencia, cómo termina el juego.
No son pocos los analistas que sostienen que, en realidad, lo que terminó naufragando fue el esquema inicial del Gobierno: los objetivos enunciados eran incompatibles entre sí y los avatares posteriores a los que el azar, las inclemencias climáticas y la propia impericia sólo potenciaron la tensión sobre los delicados equilibrios económicos. De todas las razones esgrimidas para tales incumplimientos quizás los efectos de La Niña sobre la actividad agropecuaria fue el empujón final para lo que se venía tambaleando. El reconocimiento de la mala performance en la política económica terminó por despegar, incluso, al candidato oficialista y ministro de Economía actual de su antecesor Martín Guzmán, ahora señalado como poco efectivo a la hora de tomar decisiones en tiempo y forma. Pero nombres aparte y mirando un horizonte temporal mucho más extenso, hay evidencia que la economía argentina que llegó a esta instancia electoral sobre pies de barro, acumuló en el último medio siglo tantos desequilibrios que sólo encontraron válvulas de escape en grandes crisis: 1975 (rodrigazo), 1982-1985 (pos Malvinas), 1989-91 (período de hiperinflación), 2001-2 (implosión de la convertibilidad). ¿Será este 2023 el final de un ciclo corto iniciado con la devaluación de 2018? O bien, podrá tornarse en un punto de inflexión de una corrección mayúscula que aleje el fantasma de otra hiperinflación sobre las bases de un nuevo modelo productivo y distributivo.
En esto, mientras la élite política negocia y toma posiciones, las personas interactuando entre sí, también deciden: compran, venden, asignan probabilidades de ocurrencia. En ajedrez, diríamos que las negras también juegan, pero se supone que en democracia los contendientes están todos del mismo lado.