"No le haga caso a la gilada y sea orgullosa miembro de esta comunidad" (Spot de Argentina Unida)
¿Qué gobierno nos va a dejar esta pandemia? Cuando todo empezaba, la ecuación parecía sencilla: la administración de la pandemia requiere tomar medidas enérgicas y hacerlas respetar, eso requiere que el gobierno se fortalezca, y ese fortalecimiento inevitablemente incrementará en el autoritarismo. En efecto, es lo que ha ocurrido en otros lugares del mundo: Hungría, Turquía, la propia China. Pero en Argentina, no. Las medidas enérgicas fueron aceptadas, soportadas por meses, y hoy son rechazadas incluso antes de implementarse. No tenemos autoritarismo sino una patológica falta de autoridad.
No podemos hablar de un solo momento puntual en el que el gobierno haya perdido su autoridad, porque esta crisis responde a una larga serie de errores, de desmanejos, y sobre todo problemas de comunicación. Hoy, se insinúan medidas, como la vuelta de la cuarentena, o se anticipan otras, como el toque de queda, o se llegan a anunciar otras, como la vacunación en una dosis, pero todas quedan en la nada. Es el juego de ir y venir, de asumir los errores y echarse atrás, al que nos había acostumbrado el macrismo. Si de Macri se dijo que era “kirchnerismo con buenos modales”, de Alberto podemos decir que se trata de “macrismo con malos modales”.
Si una continuidad se puede ver entre ambos gobiernos son sus enormes problemas a la hora de comunicar. En nuestro país se descomunica, se incomunica, se malcomunica. No solo entre el gobierno y la sociedad sino dentro del propio gobierno. La viceministra Vizzotti anuncia que se va a aplicar solo la primera dosis de la vacuna rusa y después es desmentida por el presidente. El ministro no aparece en escena. El gobernador de Buenos Aires cuestiona también al gobierno nacional, que apunta a los jóvenes como principales responsables en el aumento de los contagios. Otros gobernadores no quieren pagar el costo político de volver a tomar medidas.
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También hay problemas para encontrar el tono. Acá podríamos hablar de la paráfrasis, que tradicionalmente es la explicación de un texto para hacerlo más claro o más inteligible. Es importante para tender puentes entre el gobierno, que se supone debe manejar un lenguaje más técnico o elevado, y el común de la población. No es lo mismo decir “Hola fierita, cómo va? Ahí viene la gorra, ojo que te llevan en cana”, que “Estimado, ¿cómo está usted? Tome un recaudo porque se aproxima la policía federal”. Pero el que la primera opción sea más coloquial no quiere decir que sea la más correcta. Últimamente, los spots del gobierno están experimentando con un lenguaje más vulgar con la idea de ser más populares, pero eso puede causar un efecto contrario al buscado. Cuanto más coloquial el lenguaje, también se lo toma menos en serio.
Comunicar es una cosa, conocer es otra, dice Giovanni Sartori. La precisión en el lenguaje es esencial, utilizar una palabra en vez de otra tiene importancia y equivocar un cierto término equivale a equivocar el concepto. Un médico que erra el diagnóstico erra la enfermedad, y si erra la enfermedad erra también la cura. En Argentina no se supo comunicar que la pandemia seguía, no se pudo alertar inteligentemente que se venía una nueva crisis, y solo en los institutos de salud se habla de cómo seguirá en el futuro la financiación del sistema en manos del estado.
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Esta forma de comunicación es un reflejo de nuestras vidas: inconsistente, imprevisible, indefinida, intolerante. A diario, se crea más incertidumbre, tanto de parte del gobierno como de una oposición mezquina y calculadora. Los medios nos informan con cada vez más precisión y rapidez sobre injusticias y abusos, y que la política disfraza o simplemente calla para imponer su propia agenda. La pandemia, que venía para unirnos, solamente causa efectos adversos. Nos ha dejado una política disgregada y desconectada de la ciudadanía. Nos encierra en un ciclo de fracaso e impotencia.
"La mitad del mundo esta compuesto por gente que tiene algo que decir y no pueden, y la otra mitad de gente que no tiene nada que decir y lo sigue diciendo" (Robert Frost)