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ECONOMISTA DE LA SEMANA

El capitán del Titanic le apunta al iceberg y no lo vamos a cambiar

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| G.P.

La Argentina está en un proceso hiperinflacionario que aún no estalló y es lo que debemos proponernos evitar; ya que implica pagar un altísimo costo social. Ya vivimos tres que derivaron de tres de los cepos que quebraron el Banco Central (BCRA) por intentar sostenerlos. Tuvimos 21 que los quisieron mantener y todos terminaron en grandes crisis cambiarias y monetarias. Sin embargo, hoy nos proponen continuar navegando al iceberg  para “salir más adelante en mejores condiciones” y hacerlo solo con modificaciones “cosméticas” que no resuelven nada. Cabe aclarar que la historia argentina ya demostró que cada día que pasa, el costo de salir ordenadamente es mayor, porque el BCRA está cada vez más quebrado.

Un estallido es un futuro posible hoy para Argentina y dependerá de lo que votemos el 19 de noviembre. ¿Mantendremos al capitán del Titanic que cree que al iceberg que hay al frente se lo puede partir al medio si se acelera lo suficiente o buscaremos otro que proponga tratar de esquivarlo, más allá de que nadie pueda garantizar que pueda hacerlo?

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El problema de Argentina ya dejó de ser solamente que tenemos un enorme exceso de gasto y que para financiarlo usamos la maquinita de imprimir pesos, haciendo que nuestra moneda pierda poder adquisitivo. Es por ello que cuando queremos comprar algo tenemos que entregar cada vez más billetes; lo cual llamamos inflación. Hoy, ni los argentinos ni los extranjeros creemos que cambiará este rumbo que nos ha llevado a esta tendencia al empobrecimiento y de crisis en crisis. Para recuperar la confianza en un futuro de normalidad para nuestro país, hay que encarar las reformas estructurales que en las últimas seis décadas hicieron los países a los que miramos con envidia porque brindan crecientes posibilidades de progreso a su gente. Es allí donde se están yendo nuestros jóvenes y emprendedores.

¿Cuáles son? Durante décadas dejamos que los políticos construyan un Estado que le sirve a la política y se sirve de los argentinos. Lo peor de todo es que es imposible de pagar; aunque, según el Banco Mundial, estemos en el puesto número 21, de 191 países, entre los que más exprimen con impuestos a sus empresas. Un empleado en blanco, que no alcanza a pagar el impuesto a las ganancias, trabaja casi la mitad del mes para el Gobierno y, con el resto, pretendemos que le alcance para mantener a su familia. También usan el crédito doméstico disponible y solo dejan alrededor de un tercio para los productores, consumidores y préstamos hipotecarios. Y, como aun así no les alcanza, se financian con cada vez más inflación.

Hay que construir un Estado que les sirva a los argentinos y que lo podamos pagar con impuestos razonables, diseñándolo para que cumpla con los objetivos que dice la Constitución. Quienes no cumplan un rol útil para la sociedad o, peor aún, para justificar su puesto ponga un sellito que complica la vida de sus conciudadanos quedarían en disponibilidad. Esta figura está en la Ley de Empleo Público y garantiza que nadie se quede sin un ingreso. Durante un año, que podrían ser dos, la persona se va a su casa, cobra su sueldo y tiene que capacitarse para insertarse en el sector privado. El Estado debería subsidiar al empresario que lo tome, alentando a que trabaje produciendo bienes y servicios útiles para la sociedad.

Hay que vender o cerrar todas las empresas que administra el Estado. Los mismos funcionarios que son unos inútiles cumpliendo con los roles que manda la Constitución se consideran capaces de manejar empresas. Absurdo. Por supuesto, terminan llenas de empleados “ñoquis”, parasitadas por gremios y proveedores “amigos”. Total, las pérdidas las pagan los contribuyentes.

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Al reducir las erogaciones estatales que no son útiles a la sociedad, se podrá plantear un cronograma de baja de impuestos para llevarlos a niveles razonables, que no espanten a los inversores argentinos y extranjeros como pasa hoy. Por otro lado, parece que nuestros funcionarios creen que saben más que nosotros cómo hacer nuestro trabajo, manejar nuestros negocios o ser más creativos. Por eso, hay más de 67 mil regulaciones absurdas que ahogan a los emprendedores y a las pymes, complicándoles la vida y obligándolas a ser más ineficientes. Hay que ver qué normas se necesitan para que podamos hacer bien nuestra tarea o negocio y derogar todas las demás.

Si tomamos los últimos veinte años y elegimos uno al azar, más del 50% de los argentinos estaba desempleado o en la informalidad o con un seguro de desempleo disfrazado de empleo público que no le es útil a la sociedad. Es obvio que lo único que fue común a todo ese período es una legislación laboral que desincentiva la creación de empleo productivo. No se trata de quitar derechos, sino de proteger a todos los trabajadores. Hoy la normativa “excluye” de un buen empleo a los que no lo tienen. Por eso, hay que dejar de sobreproteger a los que hoy se sienten cómodos porque tienen un trabajo productivo y proteger el derecho de todos a tenerlo. Incluso, significa cuidar a los que actualmente tienen un buen trabajo, pero que podría perderlo y que hoy le costaría conseguir otro.

El primer día de su gestión, con la confianza que depositarán los argentinos en él, el próximo gobierno tiene que lanzar las leyes y/o la hoja de ruta de cómo se implementarán en el tiempo las reformas urgentes. Algunas llevarán dos o tres años implementarlas; pero el hecho de lanzarlas y empezar a ejecutarlas ayudará a incrementar su credibilidad. Así, en pocas semanas se podrá salir del “cepo” a una unificación cambiaria. No sin costo; pero con uno infinitamente menor que una crisis monetaria o cambiaria o una hiperinflación, que podemos evitar que suceda.

Hoy la gente se cansó de que les quiten poder adquisitivo a los pesos que tiene y demanda menos, para disminuir lo que sacan. Ahora nuestra moneda pierde valor porque se produce mucho y porque se demanda cada vez menos, por eso se acelera la inflación. El riesgo es que, en algún momento, hartos, los argentinos repudien el peso y no quieran tenerlo; lo que llevará a que tienda a valer nada. Eso es una hiperinflación y por eso es que los precios suben enloquecidamente. Ya pasó tres veces en Argentina y, si seguimos por este camino, volverá a pasar.

Por último, tengamos en cuenta que, cuando uno hace una gran macana en su trabajo, no hay una varita mágica que lo resuelva. Con esfuerzo y sacrificio se lo soluciona y, luego, se goza del beneficio de haberlo hecho. Lo mismo pasa con los países. Por eso, aunque el próximo gobierno haga todo bien, resolver los inmensos problemas que está dejando este gobierno implicará un principio de 2024 muy duro. Recién hacia mediados de año veremos que la inflación empieza a bajar y la economía a recuperarse cada vez con más fuerza. Habrá que hacer un gran esfuerzo y sacrificio; pero para tener un futuro mejor, no como en la actualidad para simplemente no ahogarnos más.

Tenés que decidir quién será el capitán de este barco y, aunque, no votes o lo hagas en blanco, igual vas a ser tan de responsable de lo que pase como los que optaron por un candidato. Pensá que, como en el Titánic, si choca el iceberg, serán los que menos tienen los que más sufrirán.

*Economista y director de la Fundación Libertad y Progreso.